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Librepensadores

¿El Príncipe desnudo?

Amador Ramos Martos

“Divide y reinarás” – Nicolás Maquiavelo

“Aquellos individuos estaban conectados por unos hilos invisibles a cierto peligroso… poder" – Tom Wolfe, La hoguera de las vanidades

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La primera imagen que guardo de Albert Rivera es la de un casi adolescente “en pelotas” que, ocultando sus “vergüenzas” bajo las manos entrecruzadas sobre el pubis, nos miraba en actitud no sé si arrogante desde el cartel que su partido, Ciutadans, utilizó como reclamo electoral en su debut en los comicios del 1 de noviembre de 2006 en Cataluña con un lema entonces de naif humanismo: “Solo nos importan las personas”.

En sus orígenes, Ciutadans fue un partido local, de amplio espectro y minoritario en Cataluña. Una anécdota dentro del monolítico panorama político español. Aunque su radical antinacionalismo, seña básica de identidad de su ideario, era difícil de justificar, ya que el independentismo, entonces minoritario, no provocaba distorsiones de convivencia con la dualidad del gentilicio catalán-español dominante socialmente.

Todo pudo quedar reducido a un juvenil “devaneo” político, a una anécdota intrascendente. Pero el imprevisto escenario político que surgió a raíz del estallido de la crisis política-económica global, y a la sombra de esta, de la territorial en Cataluña, dio lugar, a que lo que pudo quedar reducido a la condición de anecdótico, deviniera en trascendente. Pero vayamos por partes.

La crisis global se ensañó, fruto de nuestras singularidades económicas, con España y desaborló el bipartidismo dominante desde la Transición, con la eclosión imprevista de Podemos. Un partido, gestado y alumbrado desde el malestar de los ciudadanos, cuyas reivindicaciones callejeras cristalizaron en el espontáneo movimiento ciudadano del 15M antesala de la fundación del partido.

Acontecimiento histórico que marcó un antes y un después; un matiz diferenciador temporal, que no se da en el simple hecho. Podemos, pasó de sufrir el ninguneo mediático entre las chanzas de muchos politólogos de pedigrí, a ser motivo de preocupación de los poderes fácticos, cuando se encaramó, inesperadamente, al primer puesto en la intención de voto de las encuestas del CIS.

Una dato demoscópico inquietante, que liberó desde el subconsciente de un banquero catalán, un espontáneo y delator acto fallido “freudiano-neoliberal”, que si algo dejó en evidencia, fue las connivencias e intereses cruzados entre el poder económico y el poder político. Su propuesta de creación de: “una especie de Podemos de derechas”, habla por si sola y no precisa de más comentarios.

Pero fue el progresivo deterioro en paralelo del conflicto catalán, provocado a sabiendas por Rajoy y un PP enrocados en su particular nacionalismo español, inanes frente a las crecientes demandas del nacionalismo catalán (bloqueado cualquier atisbo de dialogo político) lo que desembocó en el procès independentista y, finalmente, en la implosión del problema territorial en Cataluña con la aplicación del art 155.

La crisis territorial catalana que venía fraguándose desde hacía años supuso, sin embargo, una ventana de oportunidad política para Albert Rivera, cuyo discurso rabiosamente antinacionalista contó, desde el primer momento, con el beneplácito y complaciente “apadrinamiento” de los poderes mediáticos y económicos, que alarmados iniciaron un proceso de deserción gradual en su secular apoyo a un PP cada vez más frágil, minoritario si no intrascendente en Cataluña, y en caída libre en el resto del Estado por la retahíla inacabable de casos de corrupción.

Una circunstancia coincidente con la crisis del modelo socialdemócrata en Europa, agravada en España por la competencia que para el PSOE representó la aparición de Podemos. Un PSOE, perdido en sus hamletianos miedos territoriales, desgastado por sus conflictos internos y con su actitud sumisa ante los mercados, corría (y sigue corriendo de persistir en su actitud) el riesgo de ser abducido en el cada vez más ancho y tranquilizador para el sistema espacio de centro político.  

Una circunstancia explotada por el PP y Ciudadanos con el recurso a la amenaza de la… ¿posible? pero, sobre todo, temida deriva izquierdista “radical” del PSOE y su confluencia con Podemos. Adjetivo, el de “radical”, que aplicado al PSOE, personalmente me provoca cuando lo pienso un ataque de risa floja. Pero que, sin embargo, tiene connotaciones de transgresora perversión ideológica para la derecha política que, en España, se ubica desde hace tiempo en territorios de derecha radical cuando no de ultraderecha. Algo que parece no provocar tantos temores.

Miedo e incertidumbre ante la presunta deriva izquierdista de la política nacional amplificados mediáticamente por los voceros del poder económico, y que ayudaron a poner “alas” al despegue político nacional de Ciutadans, reconvertido en el españolizado Ciudadanos tras la meteórica exhibición de transformismo político del camaleónico Albert Rivera.

Quién tras su inicial baile de San Vito (en realidad una “yenka”) ideológico y renunciando a sus hasta ese momento frivolidades socialdemócratas, aceptó el rol, converso y transfigurado en su calculada estrategia, de “El Príncipe” de la causa… “liberal-progresista”.

Aquella (no sé si inmadura o táctica) laxitud ideológica inicial del entonces juvenil y omnívoro Rivera despertó la atención de los poderes del sistema, que vieron en él y en Ciutadans un posible “comodín” alternativo a Rajoy y el PP, que empezaban a dar muestras de desgaste tras el estallido de las crisis económica y territorial, la corrupción dentro del partido y sin ideario ni argumentos convincentes para mantener un discurso ético creíble.

El presunto “comodín” se transformó entonces en un “as en la manga” de los tahúres económicos. Y el aspirante meritorio Rivera fue ungido por aquellos para rellenar el creciente vacío político dejado por el PP. Ya con carta blanca para competir con Rajoy, Rivera se convirtió en el regenerador ético de la degradada derecha política; en su fiscalizador inmisericorde, invadiendo, insolente y soberbio, el espacio electoral hasta ese momento, patrimonio exclusivo del PP.

Sin renunciar, en su calculada y maquiavélica estrategia, a su otro objetivo no menor: anclar el discurso y proyecto del PSOE a la longitud de onda del espectro ideológico mas próxima al centro político, en un intento de rehabilitar –ahora como presunto macho alfa dominante– una versión renovada del otrora tan deseado ¿tripartito?¿tripartito? o, incluso, de un más que probable bipartito Ciudadanos-PSOE.

Contando, según cada caso, con el reciclaje de los despojos aprovechables del PP, pero siempre con el sector más conservador (una paradoja) del PSOE. Una alianza promiscua de ideologías, que haría las delicias del siempre invisible, pero intuido… verdadero poder.

Pero en mi opinión, el problema al que se enfrenta el maquiavélico “Príncipe desnudo”, pero también Pedro Sánchez y el PSOE, es la volatilidad de la ideología y credibilidad imposible por contradictoria del falsario discurso regenerador de Rivera. ¿Podemos? Satanizado… innombrable.

No todo vale en política. No puede venir a embaucarnos valiéndose de su entonces naif y ahora cínico lema “Solo nos importan las personas”, quien viene apoyando desde sus orígenes con su cinismo cómplice las mafiosas e insolidarias políticas del PP en detrimento de los derechos de los ciudadanos, de sus… “personas”.

Rivera mantiene su apoyo a un PP corrompido hasta la médula y carente de la mínima ética exigible a un partido en una democracia de calidad y decente; ignora, engreído y soberbio al resto de partidos con su oferta más creíble por amplia de regeneración democrática para desalojar al PP del poder.

Albert Rivera, desnudo en aquél mediático cartel electoral, nos ocultaba pudoroso entonces bajo las manos entrelazadas sus... “vergüenzas anatómicas”. Solo si el Príncipe accede al poder y gobierna, ¡tendrá que usar las manos para firmar leyes y decretos para… “sus personas”! Podremos averiguar, por fin, en su desnudo ahora integral y… sin manos, el tamaño de… sus “vergüenzas políticas”. _________

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre.

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