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Crítica de la razón maniqueísta

Crítica de la razón maniqueísta.

Jorge Ulanovsky Getzel

Sostengo que es un error reducionista permanecer parapetado en la encrucijada de sostener al populismo frente a quienes lo denigran.

Tuve la oportunidad y el placer de conocer personalmente en París a Ernesto Laclau. Compartí con él varias cenas entre amigos. Me resultó muy simpático, de trato amable y sencillo. Sentí su repentino fallecimiento. Conservo de él, un buen recuerdo personal. No en cambio en cuanto a su posición política. Sucedió que asistí a una conferencia que dio en la universidad y me dejó totalmente decepcionado. En resumen, invitó a la mayoría de los presentes, residentes sudamericanos en Francia, a convencer a los franceses de que, por la “idiosincrasia” del pueblo latinoamericano, allí los parlamentos no sirven para nada porque lo suyo son los regímenes presidenciales prolongados bajo la autoridad de un líder carismático, el hombre fuerte. No daba yo crédito a lo que estaba escuchando. Desde luego que perdí todo interés por conocer su obra. Pero dada la evidente influencia que su pensamiento ha tenido en algunos jóvenes políticos e intelectuales españoles me dispuse, confieso que con reservas, a leer su libro sobre La Razón Populista. Mi cuestionamiento es totalmente ajeno a la ofensiva orquestada contra Podemos. Quisiera más bien aportar una crítica constructiva.

El libro es muy interesante, denso, y claro fruto de una gran erudición. A mí me ha resultado instructivo sobre muchos aspectos, más que lo que particularmente se refiere al populismo en sí. Encuentro que no acaba de despejar la incógnita que persiste sobre un concepto así vago como confuso. Todo el texto se articula en torno a la pretensión de defender la pertinencia de una supuesta identidad social llamada populista frente a ataques denigrantes. Y no he acabado de entender con qué necesidad la de reivindicar la defensa de esa “razón”. Encuentro finalmente el propósito, aunque extraordinariamente riguroso en su construcción, gratuito e “insignificante”.

Destaco lo de insignificante por lo del referente significante lacaniano. Jaques Lacan hizo un extraordinario aporte al psicoanálisis, por haber recuperado y actualizado la teoría freudiana y recentrado la práctica clínica en el registro de la palabra. Pero, situar su pensamiento en un terreno político lo encuentro delicado y espinoso. Algo muy largo de debatir. Sólo señalo algunas objeciones. El falocentrismo y la concepción de un sujeto a tal punto predeterminado por el lenguaje que resulta falto de toda responsabilidad existencial. Más un hecho concreto, el homenaje que rindió a uno de sus maestros psiquiatra, quien se había exiliado después de huir para no ser fusilado cuando la Liberación, por todas sus actividades colaboracionistas y pro nazis. Lacan nada que ver tuvo con el colaboracionismo. Después de la expulsión de todo el personal judío del hospital en el que trabajaba optó por retirarse y atender exclusivamente en su consulta privada. Digamos que permaneció neutral. Mientras varios colegas suyos participaron activamente en la resistencia.

Debería por otra parte volver a leer La psicología de las masas de Freud. Encuentro descabellado interpretar que pueda desprenderse del análisis de Freud una justificación de la figura del líder o del patriarcado. No recuerdo a su texto como sostén de tal afirmación. Su estudio es una observación antropológica neutra. O si acaso opositora, si uno asocia ese texto a El malestar en la cultura.

Y lo del ejemplo elegido por sus discípulos para escenificar el relato de Laclau me parece cuanto menos, de muy mal gusto y desafortunado. Lo de la mujer que insatisfecha por no recibir el merecido tratamiento médico grita ¡Viva Perón!, me produce aún más disgusto que lo que escuché decir a Laclau en París. Rotundamente NO. Esa pobre mujer no debió ni debe convocar a la hegemonía de un líder para que resuelva su problema, y tanto menos esperar de un dictador. Debe ella asumirse como sujeto protagonista y pelear, junto a sus pares, con sus propios recursos contra la injusticia que está sufriendo. Más allá del significante que se quiera aplicar a su queja.

Enfrentar a las oligarquías desde una supuesta identidad global populista no es válido, por no ser realista, eso se llama maniqueísmo. Da lugar a derivas insostenibles.

Volviendo a lo que he podido entender del libro. En favor de Laclau debo reconocer que en ningún párrafo he encontrado una afirmación disparatada como la que le escuché decir en aquella conferencia y espero que nadie se crea que me la he inventado. Pienso que es el problema que se presenta por la razón de que todo cuerpo teórico no tiene su traducción directa en una toma de posición política. Por ejemplo, suscribo totalmente lo que Ernesto Laclau dice en el texto a modo de conclusión: “Las dislocaciones inherentes a las relaciones en el mundo en que vivimos son más profundas que en el pasado, por lo que las categorías que entonces sintetizaban la experiencia social se están tornando crecientemente obsoletas. Es necesario reconceptualizar la antinomia de las demandas sociales, la lógica de su articulación y la naturaleza de las entidades colectivas que resultan de ellas”. Nuevas y complejas confrontaciones que superan según él el concepto mismo de lucha de clases, y agregaría yo, por encima de la oposición populismo, sí o no.

Para un movimiento así joven, entusiasta, renovador, prometedor, honesto, convendría ampliar sus referentes. Además de Laclau, Gramsci y Maquiavelo, por qué no también Montaigne, Unamuno, los existencialistas, Camus, incluso Malraux, Levinas, Fromm, Derrida, y todos aquellos que nos ayuden a comprender nuestra realidad sobre el maniqueísmo, a través de lo que Machado llamaba la esencial heterogeneidad. _______

Jorge Ulanovsky Getzel es socio de infoLibre

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