Librepensadores

Fin de curso

Antonio García Gómez

Ya asoma en lontananza, tiemblan los padres y se enfervorizan los alumnos. El presente curso académico ya se da por finiquitado y hasta amortizado.

Tras tantas programaciones, proyectos, propuestas de mejora, seminarios y grupos de trabajo... y también actividades extraescolares que alivian mucho, las calificaciones ya se han puesto y pasado a la Red y hasta, desde luego, han sido "ponderadas", al menos "las medias".

Y, al final de cada curso, el balance y la memoria reflejarán los datos, los resultados, las gráficas, tan desapasionadamente que no habrá responsables salvo... los suspendidos; y desde el sector docente ya solo se pensará en las vacaciones y desde el alumnado, ya están en vacaciones.

Felices ambos y convencidos de que nuestro sistema funciona. Y su aplicación es contrastada. Y su carácter público y universal muy celebrado, aunque sectores concertados, privados, segregacionistas también maman de la ubre pública. Y respecto a la universalidad cabría incluir el dato de que cerca de el 30%, arriba o abajo, fracasa sin paliativos tras más de 10 años de escolarización.

Sin que se haga, ni mucho ni poco, una revisión de este "fracaso colectivo" (?) sin que nadie se responsabilice, sin que el sistema sea capaz de corregir ese disparate.

Negándose de facto, por lo tanto, uno de los supuestos de la Educación primaria y secundaria, tan obligatoria como universal, y que debería asegurar el logro, en el grado que se consiga, de una progresión y un nivel aceptable para todos nuestros niños y adolescentes.

Porque, y esto sí que es un fracaso, que se nos acumulen los cientos y miles de jóvenes que salen del sistema educativo renegando de cada minuto que han pasado en él, porque sólo ha constituido una tortura en la que se va uno descolgando, descolgando... hasta ¿el fondo del aula?

Mientras nos quejamos del ambiente de desinterés, de mala educación, de agresividad, de pasotismo. Mientras damos carpetazo a cada curso. Sin más.

Cuando se ha perdido el ambiente de estudio, el afán y la curiosidad por el aprendizaje, la sana curiosidad, la capacidad de sentirse protagonistas responsables y esforzados.

Recuerdo que en mis primeros años de docencia, impartiendo clase a alumnos de 12 a 14 años, en grupos de 40 a 46 alumnos por aula, comprobamos que había un grupo de chavales completamente "desconectados" de la marcha escolar, en caída libre de desinterés y fracaso confirmado. Eran unos 12 y sólo calentaban el asiento.

Entonces, con autorización expresa de las familias, creamos "una brigadilla de mantenimiento" para arreglos y puesta en funcionamiento del propio colegio por parte de estos muchachos que "no querían saber nada del colegio".

El resultado fue magnífico. Los niños acudían a clase por las mañanas, con cierta motivación añadida y, por las tardes se dedicaban, muy serios y formales, a mantener en buen estado a su colegio.

Fin de curso, demasiado parecido a todos los fines de curso, con el lastre acostumbrado de cada fin de curso.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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