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La Iglesia católica y la pederastia: carta a un pariente católico muy cercano

Franklyn Raúl Estruch Fernández

Mi querido hermano:

Entiendo y me solidarizo con tu preocupación y dolor ante el cuestionamiento público y global a la Iglesia católica a raíz del escándalo promovido por la ignominiosa y asquerosa actitud de sacerdotes pederastas norteamericanos durante años. Pero seguro comprenderás la indignación general cuando se ha profanado lo más puro y sagrado que hay sobre la faz de la tierra: la niñez. Cuando sacerdotes pederastas han destrozado la vida de niños que crecieron con esa vergüenza y sentido de culpabilidad inducido. Dicen los psicólogos, y respetando la libertad de sexo y de orientación sexual en condiciones normales, que el varón difícilmente se recupera del trauma de la violación, marcando su conducta para toda la vida (a la inmensa mayoría). He leído atentamente la carta del sacerdote que me enviaste, donde defiende la consagración y obra de muchos sacerdotes y misioneros, sobre todo en el tercer mundo, y expresa su malestar por el exceso de publicitación de estos hechos, o al menos por su tratamiento unilateral. Me pongo en su piel y la tuya, y lo comprendo y comparto en gran parte, con la excepción de que no creo que sea un hecho tan aislado.

Se han dado, o al menos publicitado, casos connotados de abusos sexuales de sacerdotes en Irlanda, Chile, Australia y España, que recuerde ahora. Mi opinión muy personal es que no se han conocido más casos con anterioridad por el secretismo con que la Iglesia católica históricamente ha manejado estos temas, por la coacción y amenazas de los sacerdotes pederastas o cómplices sobre esas criaturas católicas, por el miedo a confesar y no ser escuchados, por el miedo a ser acusados de mentirosos y blasfemos, y a ser estigmatizados por la sociedad. Honestamente, creo que casos como estos se han dado desde los mismos orígenes de la Iglesia, desde el inicio del sacerdocio y del enclaustramiento. Hoy, la prensa sobrepasa el marco de la exclusividad de la clase dominante, existen las redes sociales, mayor inmediatez y globalización de la información, hay más presión social, la gente tiene menos prejuicio, menos miedo a confesar lo sucedido, pues ya la sociedad en su conjunto condena estos hechos públicamente y acepta la homosexualidad. También hay que decir que algunos se han sentido motivados a confesar gracias al oído receptivo del papa Francisco, que condena y castiga a los sacerdotes pederastas.

La publicitación de este escándalo pudiera ser exagerado o ser percibido así, pero responde, como en la mayoría de las cosas que suceden hoy, a las reglas aceptadas por la noticia, nos guste o no: la inmediatez, el sensacionalismo y la falta de análisis integral y maduro. Sólo medidas ejemplares por la Iglesia, la condena y perdón por el Vaticano, y el tiempo podrán relegar noticias como estas a un segundo, tercer plano, pero no resolverán el problema. Ni tampoco se olvidará, porque es demasiado fuerte que no pocos sacerdotes, “representantes” terrenales de dios, hayan practicado tamaña barbaridad y aberración.

Fiel a mi espíritu de buscar las causas de los problemas, me voy más allá en mi análisis. Para mí, la verdadera causa de estas aberraciones sexuales y doble moral de muchos sacerdotes está en el sacrosanto celibato. Supongo que la fundamentación y mantención del celibato responde al supuesto de que permitir que el sacerdote tenga familia conllevaría a que a la larga anteponga su familia a la familia feligresa, anteponga sus intereses personales a los de la Iglesia y no sea identificado como líder espiritual, sustentado en su entrega total a cristo. Pero creo que esto va contra natura, y nada contra natura puede generalizarse ni mantenerse. Las iglesias protestantes rompieron con ese dogma, y crecen. Hoy en España hay un cura para 4 ó 7 iglesias, con misas esporádicas; no hay relevo sacerdotal. No niego que hubo y hay muchos sacerdotes y monjas entregados a dios que han renunciado de corazón y obra a los placeres mundanos, al sexo; pero también sé que eso exige mucho sacrificio y entrega y la carne es débil. También sé que, mientras la Iglesia católica tuvo mucho poder y el estado era confesional, en muchos países el sacerdocio también fue asociado a poder y bienestar, más que a vocación espiritual. El sacerdocio, junto al militar, llegó a ser la carrera más codiciada por las familias españolas para sus hijos. O sea, que en muchos casos faltó vocación sacerdotal y hubo coacción familiar y motivación material. Como anécdotas te puedo decir que aquí es usual, hablar de cementerios de hijos de monjas en los patios de los antiguos monasterios; escuchar sobre hijos “ilegítimos” de sacerdotes, incluso conocer a algunos; y es común escuchar sobre relaciones sentimentales de sacerdotes con alguna que otra miembro de su parroquia. ¿Que no son todos, ni siquiera la mayoría?, Vale; ¿Qué en unos países se han dado estos hechos, más que en otros? Vale.

Creo que, como tantos temas, este es el más álgido para la Iglesia católica, porque en ello va su futuro. Tendrá que buscar una salida duradera y viable a esta problemática. Porque no sólo minimizaría los casos de pederastia, sino que también aseguraría la continuidad de la Iglesia, del sacerdocio, y los haría más humanos y cercanos a sus feligreses. El verdadero sacrificio no está en el enclaustramiento y en la dedicación al sacerdocio. Aunque no deja de ser meritorio, es fácil renunciar a lo que no se conoce y no se ha vivido. El reto está en conocer y experimentar los retos de una vida común, vivir como los demás y sobreponerse a las tentaciones materiales y mezquindades humanas. Entonces, sí habría un líder espiritual concreto, cercano y no abstracto; un líder espiritual no por estar envuelto en un hábito, ni por su capacidad de absolver pecados en nombre de cristo, con lo que no estoy de acuerdo porque mistifica al sacerdote y lo empodera sobre el bien y el mal.

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Mi primo y hermano, sabes que creo en dios a mi manera, porque no soy de iglesias ni le pongo nombre. Prefiero verlo en abstracto y como un dios de todos, no de una iglesia u otra. Tu correo me despertó y dio la posibilidad de expresarte mis criterios al respecto. Nuevamente lo siento mucho, porque sé que eres un católico de cuna, entregado y consecuente, y te identificas con todo lo bueno que pueda haber hecho y hace la Iglesia. No tenemos por qué coincidir en todo, y te pido disculpas si es así. La intención es buena, y es mi verdad, tal y como la veo. Callo mi verdad cuando no me interesa mi interlocutor. pero tú y yo siempre hemos sido transparentes y abiertos. Y por eso, y por muchas cosas más, eres más que primo, mi hermano. Un fuerte abrazo. 

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Franklyn Raúl Estruch Fernández es socio de infoLibre

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