Librepensadores

La república catalana

César Moya Villasante

Unos siglos antes de Cristo ya Platón escribió La República ideando una determinada forma de gobierno encaminada hacia el pueblo.  Luego, los romanos la pusieron en práctica, pero el origen de ella basa la dirección en la palabra latina Res-Publica, la cosa del pueblo. Desde entonces han pasado muchos siglos y muchas variables, pero, lo que quiero explicar, como opinión, con este texto, es que al ser algo perteneciente al pueblo, en ella se recogían valores humanísticos pertenecientes a las personas y su aplicación a la vida. Se consideraba un mundo en donde existía la ética, la moral, la solidaridad, la dignidad del ser humano o la teoría del esfuerzo en la consecución del bienestar. Y aunque eran tiempos muy pretéritos ya se consideraban la base del comportamiento de vida del ser humano. O sea, me figuro que estableciendo una diferencia con el comportamiento del animal irracional.

Hay que considerar que la palabra ha sufrido muchas maneras distintas de entenderse. Pero hasta finales del siglo pasado existió con la presencia aun de aquellos principios humanísticos que, a partir del liberalismo que vivimos en la actualidad, dejaron de existir para dar paso a la economía de mercado. Con esa definición el pueblo pasa a ser un ente productivo sin más derecho que a esa palabra definida: producir para conseguir un modo de vida. Pero al ser el dios dinero el que ocupa un único espacio, todo se convierte en un presupuesto al que hay que obedecer y ese presupuesto lo manejan muy pocos estamentos, simplemente los que están favoreciendo el nuevo sistema que se concretan en un conjunto de Empresas y poderes no definidos por personas que realizan el llamado mercado que hoy domina cualquier producción, cualquier trabajo y cualquier idea. De manera que el mercado es el que dicta sentencia. De ahí creo que la palabra república puede dar paso a la nueva definición, sin ningún rubor. Porque república es una manera de definir un gobierno muy variado, desde USA a China o multitud de países con gobiernos que nada tienen que ver con la denominación que muchos en España entienden por esa palabra.

Porque en España se da la circunstancia que tuvimos una guerra civil en que una de las partes era la llamada republicana y al parecer de izquierdas. Y de ahí viene lo que quiero exponer relacionado con el proceso catalán. A fin de que los jóvenes que se manifiestan en el Passeig de Gracia o en el Raval sepan lo que se juegan en un ambiente tan deteriorado como el actual, y quizá exagerado, por aquellos que tienen interés en exagerarlo para su egoísmo politico.

La burguesía catalana sabe lo que quiere normalmente y siempre ha sido algo independentista conocedora del poder económico y potencial de su comunidad. Pero esos jóvenes ruidosos encuadrados en los CDR o en manifestaciones diversas desde la propia universidad para llegar a la república, quizá estén algo liados con el día después a conseguir una hipotética independencia. Porque creen que esa futura vivencia está entroncada en una izquierda que les crea empatía. Y apoyados en la contra de una bandera que se impuso en el 39 contra la tricolor que representaba la vieja y legal república. En el fondo, se ven reflejados en esa bandera contraria a esa que representa al Estado y que ellos no parecen amar en demasía. Y la pueden asimilar a su senyera o estelada. Pero resulta que en el día después de esa independencia tan deseada no han estudiado demasiado su resultado porque, como escribo antes, ahora el pueblo importa muy poco. Y es ese pueblo el que, a través del gobierno que sea de derechas o de izquierdas y dentro de nuestro mundo occidental, tiene que plegarse al presupuesto marcado al que, desde los poderes sin nombre que lo representan, te consentirán algún dispendio muy pequeño en forma de déficit y deuda, pero con el límite marcado si eres de derechas o de izquierdas. Si eres de los primeros no te importará deber más porque nadie te pondrá pegas. Si eres de izquierda de los de verdad te darán al alto exigiéndote ajustar el presupuesto pagando deuda o bien corrigiendo alguna ayuda social que ya se mira como algo caduco. Ya el amigo Pablo Casado habla de estos temas como pasados de moda. O sea, que habrá que plegarse claramente al banco, pero no al del parque. Ese es el futuro, al menos de momento. Y ese derecho a decidir tan en boga en los textos de los independentistas se queda en corregir el horario de autobuses o cosas menores, pero con solo el aliciente que lo puedes crear en propio. En Euskadi ya se tiene esa ventaja por lo que, en principio, Cataluña solo quería reclamar ese sistema, pero que luego se ha deteriorado a más por la mala política creada por Rajoy que situó el momento en un enfrentamiento que vivimos actualmente y con pocas posibilidades de mejora. Y menos con una derecha que lo único que sabe aplicar es el 155 que parece para ellos la panacea, fracasada por cierto porque nada soluciono para futuro.

Por ello Artur Mas, cuando comenzó su historia independentista, ya algo mayorcito, pero dejando a otros que se partan la cara mientras él y su amigo Puigdemont están muy tranquilos fuera del marco, debería haber hablado hacia donde iba esa república. Porque nombrar república a algo sin definir es algo inconcebible en aquel que quiere dirigir su marcha hacia ella. Porque mirándolo bien, la diferencia actual entre monarquía y república es mínima. La única diferencia es que en la primera no tienes que hacer el presupuesto de la casa real, lo cual es una pequeña ventaja, pero nada más. Una república dirigida por Torra o Puigdemont no me la imagino a renglón de lo que parecen los dos, más bien, unos activistas de cartel sin un ápice de nivel político. Salvando que, obviamente, la monarquía es una institución obsoleta basada en un solo poder familiar de descendencia.

Pero lo peor es que estos señores que ahora han cogido el relevo aún no han dicho una sola palabra de lo que encierra esa república soñada. No se sabe si estará dentro de Europa o no, de si decidirán convertirse en paraíso fiscal o no, como alguno señalo en su día, o cualquier otra idea que tengan en mente, pero a una juventud a la que han arrastrado a protestar contra España le deberían explicar algo más detallado porque entonces si les tendrían detrás con más lógica. No como ahora que van detrás de no se sabe qué futuro. Mientras, por cierto, no protestan por los títulos que se dan alegremente, y que no conocen lo que les espera. Únicamente justificando las cosas con decir que ya no estarán obedeciendo a un país corrupto, desde una gran corrupción propia, no creo que baste para convencer a nadie.

Para terminar, permítaseme una licencia humorística con la traducción de la palabra Res-publica al catalán. No creo que sea necesario traducirlo.

César Moya Villasante es socio de infoLibre

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