En 1973, leí un libro titulado
Espagne païenne. Se trataba de la traducción de
Pagan Spain, del escritor afroestadounidense Richard Wright. Es un libro de reportajes sobre España publicado en 1957. Tuvo dos ediciones en castellano con el título de
España pagana; la primera, publicada en Argentina en 1970 y la segunda, editada en Madrid en 1989.
Para escapar al
macartismo, Richard Wright residía en París desde 1946 y se lanzó a escribir
Pagan Spain alentado por, entre otros, sus amigos Sartre y Simone de Beauvoir. Para ello, realizó tres viajes de una duración total de cuatro meses. El primero entre agosto y septiembre de 1954; el segundo, desde comienzos de noviembre hasta mitad de diciembre de ese mismo año; y un tercero, desde el 21 de febrero hasta finales de abril de 1955.
En la contraportada el autor señalaba que, si se permitía estigmatizar tanto a España, era justamente porque pensaba que
el pueblo español aún poseía unas virtudes humanas inalienables. Eso significaba que se criticaba muy negativamente al país donde yo lo había pasado tan bien durante muchas vacaciones de verano. La piscina municipal de Portugalete situada exactamente bajo el sol y con una multitud divirtiéndose en el agua me parecía poco menos que el paraíso, en caso de parecerme menos. Aun prevenido, decidí adentrarme en el bosque semántico del libro.
Espagne païenne me gustó mucho pero los recuerdos que guardo ahora son algo borrosos.
Un día de agosto con un calor aplastante Richard Wright entró en España en un coche Citroën por el pueblo francés de Le Perthus. Al poco tiempo estaba parado en una gasolinera cuando viendo un guardia civil armado dirigiéndose hacia él, tuvo un instante de resquemor ya que había sido militante del Partido Comunista de Estados Unidos y durante la Guerra Civil había tomado partido a favor del bando republicano, pero al decirle el dueño de la gasolinera que el guardia solamente le pedía que lo llevara en su coche se relajó de inmediato. Empezaron a rodar, el estadounidense estaba contento al pensar que la presencia del guardia civil a su lado le protegía finalmente de cualquier control inopinado...
El guardia llegó a decirle algo, Wright entendió que le pedía ir más rápido lo que hizo alcanzado la mayor velocidad autorizada. Al poco tiempo el guardia volvió a pedirle lo mismo y el estadounidense aceleró otra vez superando con creces la velocidad autorizada. No me podrán decir nada ya que es un guardia civil quien me está obligando a ir tan rápido, pensaba Wright cuando el guardia le pidió de nuevo lo mismo pero esta vez a gritos y ya convencido que el guardia estaba realmente chalado obedeció apoyando el acelerador al máximo. El guardia civil había pasado a pisarle los talones y, de repente, el estadounidense cayó en la cuenta de que lo que le había estado pidiendo era que se parase para bajarse del coche. Ralentizó hasta inmovilizar el Citroën, el guardia civil había sobrepasado por bastante distancia el lugar donde quería ir. Se despidieron con gestos algo incómodos, el guardia civil no pudiendo reprimir una amarga mueca.
En Barcelona, después de haber encontrado una pensión Wright fue al peluquero. Al volver a la pensión conoció a dos hombres jóvenes que vivían allí de forma estable. Los tres fueron a un bar nocturno donde las camareras alternaban con los clientes. El estadounidense entabló conversación con una chica pero al ver que no llevaba una cruz los dos jóvenes la ahuyentaron y trajeron al estadounidense a otra camarera que si llevaba una cruz. Presentándola le dijeron: esta lleva una cruz, es cristiana, es una buena chica. Wright siguió la corriente a los dos jóvenes y empezó a dialogar con la nueva camarera. Pero comunicaba a los lectores que los dos jóvenes españoles eran
extremadamente mediocres al dar tal importancia al hecho de llevar o no una cruz y que él, al contrario de ellos, valoraba que lo importante en una persona eran sus actos y no su apariencia. El estadounidense también se extrañaba al percibir cómo la educación protestante de su niñez empezaba a aflorar en su conciencia. A partir de este pequeño percance, la denuncia de la
hipocresía del catolicismo español será una de las constantes de este libro de reportaje ensayístico.
El día siguiente los dos chicos iban a presentarle la novia de uno de ellos. Antes de que llegará a la pensión Wright preguntó al novio si su prometida
estudiaba o trabajaba. ¡Pero es virgen!, se exclamó el hombre joven como si fuera una evidencia. Ah sí, claro, contestó el estadounidense como si conviniese que mantener la virginidad equivalía a unos estudios o un trabajo profesional.
La novia era una bellísima morena con unos labios húmedos que se mostró extremadamente tímida al descubrir a Wright. Los dos jóvenes se ausentaron por lo que la novia y el escritor quedaron solos en el salón. Entonces sin dejar de mirar al afroestadounidense como imantada, la joven mujer empezó a retroceder muy lentamente con una mano en el pecho y Wright haciendo conjeturas pensó: “Seguro que nunca vio a un negro tan cerca, por eso no puede dejar de fijarme. ¡Qué mirada tan brava tiene! Si le ordenara que se desnudase y se tendiese en el diván que hay detrás se ella, se extrañaría un instante pero estoy seguro de que a renglón seguido lo haría”. Los dos jóvenes ya volvían alegres como nunca exhibiendo tres entradas para una corrida de toros, el estadounidense les preguntó quien iba a torear y los dos gritaron al unisono: ¡Chamaco!
Cuando la estocada final de Chamaco, Wright notó una ausencia en la mirada del joven matador, una ausencia tal vez compasiva, en todo caso
carente de enemistad hacia el toro; percibía que el adversario real del toro no era el torero sino el público e incluso que el toro y el torero se encontraban reunidos, casi solidarios, frente a la inquina del publico. Veía cierta belleza en este evento pero haciendo el balance, encontró que la corrida de toros era algo repelente y criminal.
Una noche Wright acodado en el balcón de su habitación en otro hotel miraba distraído la calle. Taxis que se paraban, parejas salían de los vehículos y entraban en el hotel. Al cabo de cierto tiempo se percató de que una mujer entraba por segunda vez en el hotel y que lo hacía acompañada por otro hombre: acababa de caer en la cuenta de que muchos taxis traían al hotel
prostitutas acompañadas por sus clientes. En los días siguientes, el estadounidense vio
ballets semejantes de taxis delante de hoteles en otras ciudades. Tanto fue así que llegó a expresar que España le parecía un
gigantesco burdel...
A veces, el escritor estadounidense tenía concertada una entrevista con algún intelectual español. En varias ocasiones les trasladó que percibía a los españoles como excesivamente emotivos. Cada día hablaba con personas comunes, también con ellas trataba acerca de la situación política del país. Le llamaba la atención que varios hombres le habían comentado
supuestas proezas sexuales de algunos curas. Debió de ser algún intelectual quien le dijo que el “olé” taurino provenía del “
Allah” árabe, a Wright le pareció inaudito que se matara al toro invocando a Dios y eso le confirmó aun más en su aversión hacia la criminal corrida de toros. Y después de tantos años de indiferencia hacia la religión, el escritor estadounidense constataba que el contacto con el catolicismo español había despertado “su viejo fondo protestante”, según sus palabras.
En el barrio del Sacromonte de Granada, Wright vio un baile de flamenco que le subyugó pero también le pareció muy vulgar. Encontró meridianamente claro que la bailaora simulaba de manera cruda el acto sexual delante de unos turistas completamente aturdidos por lo que veían.
Le maravilló la extrema sensualidad de las
procesiones sevillanas tan alejada de la sobriedad protestante. El problema fue que la indumentaria de los nazarenos le recordó demasiado a la vestimenta que utilizan los miembros del Ku Klux Klan y eso le heló la sangre.
Al haber visto la adoración a tantos santos y a tantas vírgenes durante todo el viaje, el escritor estadounidense llegó a expresar que esos hechos pretendidamente religiosos no eran tales sino más bien manifestaciones supersticiosas por lo que concluyó que
España en realidad no estaba cristianizada y que su cristianización era aun una tarea pendiente. Por mi parte, teniendo en cuenta que fue esta opinión la que permitió a Richard Wright poner el titulo tan provocador de "España pagana", tiendo a ver ahora esta reflexión como algo forzada. Aun reconociendo que el catolicismo en general y el español en particular asumieron muchas creencias paganas anteriores al advenimiento del cristianismo, pienso que España sí que está algo cristianizada.
Consumidas dos terceras partes del libro, Wright se lanzó a expresar un homenaje a las españolas contraponiéndolas a los hombres españoles, que encontraba insulsos o meramente decorativos. Argüía que trabajando en el hogar, haciendo las compras y educando a los hijos eran ellas las que hacían que la colectividad española llegaba a ser una sociedad verdaderamente solidaria. Yo encontraba que este reconocimiento a las españolas daba lugar a las paginas más bellas del libro. No estoy seguro de que Wright emplease el adjetivo “eléctrico”, sin embargo entendía que había quedado muy positivamente impresionado por lo que se puede llamar el carácter eléctrico de muchas españolas. Además, este vibrante alegato me dejaba albergar la esperanza de que si una mitad de España estaba bien, entonces no todo estaba perdido.
Ahora vuelvo a cuando apenas llegado a Barcelona Richard Wright salía de la pensión para cortarse el pelo. Expresó que para un negro, ir al peluquero era una buena manera para darse cuenta de si había prejuicios raciales en un lugar.
Resultó que el peluquero sabía algo de francés y al cabo de un corto instante el estadounidense afincado en París:
– La verdad, es que he dudado antes de venir aquí...
– Ah sí, ¿por qué?
– Es que tengo el pelo
afrocrespo...
– Pero señor, no soy español. ¡Yo soy catalán!
– ¿Es muy diferente?
– ¡Nada que ver! Si nosotros hubiéramos conquistado América, ¡nunca habríamos maltratado a los indios como lo hicieron los españoles!
Este dialogo es un reconstrucción, pero trasmite de manera fiel la opinión que expresaba el peluquero en el libro. Al salir el estadounidense pensó: “Dice que no es español. ¡Sin embargo
se ha expresado con una violencia tan española!”. Sin buscarlo, Richard Wright se había encontrado con un ejemplo de
mentalidad supremacista. Treinta años más tarde Jordi Pujol y su camarilla, ya bien encaramados al poder regional, encontraron que utilizar este supremacismo no mayoritario pero sí presente en una parte significativa de la sociedad catalana, iba a ayudarles para
perpetuarse en el poder.
Aunque era extremadamente crítico con la sociedad española, Richard Wright me caía muy bien y encontraba que
Espagne païenne, a la postre, me dejaba algún resquicio de esperanza. A menudo, al haber vuelto del colegio abría el libro y me deleitaba leyendo un pasaje. Una vez de cada tres me salía la pagina en la que la morena bellísima sin dejar de mirar al afroestadounidense como imantada, empezaba a retroceder muy lentamente con una mano en el pecho...
En
mi autobús hay una mayoría de clientes escolares y entre estos los más numerosos son los alumnos de un centro de enseñanza publica e internacional. Hace poco me alegré al ver que una alumna de la sección estadounidense estaba repasando en su libro un texto del escritor afroestadounidense. Sin embargo no estoy seguro de volver a leer otro libro de Richard Wright. Estoy algo abrumado por la vastedad del océano que conforman los libros que no he leído. Leer, respirar, nadar un poco, hacer la plancha, leer otra vez.
_________________
Thierry Precioso es socio de infoLibre y autor de El desorden de toldos (Amazon, 2017).
Una precisión semántica: supremacista no significa simplemente la creencia de ser superior, sino también y sobre todo, creer tener derechos sobre los demás, reivindicar el poder del propio grupo sobre los demás.
Responder
Denunciar comentario
Ocultar 1 Respuestas1
1
¿Como por ejemplo imponer una fiesta local con el argumento de que es la tradición? Como seguro que sabe, Anselm, el diccionario de la RAE no recoge ni "supremacista" ni "supremacismo". Lo más próximo que sí aparece es "supremacía": "grado superior en cualquier línea"; "preeminencia, superioridad jerárquica". Un saludo.
Responder
Denunciar comentario
0
1