Librepensadores

La guerra interminable Iglesia-Estado

Fernando Pérez Martínez

Es difícil, por no decir imposible, resolver un problema del que no conocemos sus términos. Del mismo modo resulta imposible ganar una guerra en la que el enemigo es anónimo. De las fuerzas que confrontan, una es desconocida. Es un adversario al que no se reconoce, al que no se ve. Es una guerra no declarada.

Este lunes, el Gobierno español combatía a una banda asentada en las laderas cantábrico-pirenaicas, que actuaba bajo los dictados de un oscuro Estado mayor que nadie parecía saber dónde tenía su santa sedesanta sede, integrado por generales o príncipes incógnitos y por tanto inalcanzables, intocables. Cuando el desgaste de sicarios, chivatos y propagandistas resultó inasumible y se presentaron problemas para reemplazar las bajas y mantener en silencio y sujetos a disciplina a los centenares de detenidos en manos de la Justicia española, la fuerza hostil se diluye en una discreta derrota y traslada a otro territorio el campo de batalla, con otras señas de identidad, otros testaferros y santas pascuas. La guerra sigue.

Ahora el mismo invisible estado mayor del nuevo ejército levantisco cuenta con una leva de refresco deseando entrar en combate y dispuestos a sacrificar sus vidas por la causa que la propaganda ha levantado a la sombra de flamantes pendones. Esta vez la táctica corregirá los errores puestos de manifiesto en la campaña del norte. De nuevo, las células encargadas de hacer el esfuerzo de guerra volverán poniendo en el empeño el bienestar y el patrimonio de los suyos al servicio de los generales tapados que desde palacios renacentistas situados a salvo en el extranjero y blindados en el interior por el estatus concordatario y diplomático de sus cargos, y por el poder del estado multinacional que representan, tomarán las decisiones que mejor acomode a sus intereses mientras los poderosos departamentos de propaganda escriben un relato épico en el que la prosopopeya de la gesta acariciará eficazmente las meninges de la carne de cañón, como siempre.

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La táctica exige que el conflicto desborde las fronteras recurriendo a exiliados, encarcelamientos por delitos políticos e imágenes de represión capaces de competir con las de territorios arrasados tras bombardeos y demás iconografía de guerra que copa los amarillos telediarios intervenidos por el departamento de agitación y propaganda.

Las primeras operaciones se desarrollaron captando el interés periodístico con la novedad europea del conflicto representado. Pero aquello duró unas semanas… La retroacción de las inmatriculaciones, la derogación de la ley de aborto, el cuestionamiento de la obligatoriedad de la asignatura de religión en el sistema educativo, los privilegios fiscales, el pago de profesorado catequista y capellanes del ejército y las prisiones por parte del Estado, la amenaza a la impunidad ante los tribunales civiles de los clérigos abusadores y pederastas, el cerco a la opacidad de los beneficios que mueven los capitales y negocios propiedad de la franquicia religiosa que lucha contra los poderes del estado en defensa de los privilegios feudales que conserva… y que hoy están en tela de juicio, son los detonantes de la declaración de guerra sucia, nunca enunciada, por parte de la Iglesia católica apostólica y romana contra la democracia española. La primera guerra la ganaron frente a la IIª República española. La última escaramuza: la ubicación de la tumba del dictador en el mausoleo faraónico o en el centro de Madrid. La jerarquía vaticana tiene la llave para negociar y decidir, arropada por los herederos del cadáver del tirano. Al amparo de la oscuridad, la guerra sigue. ____________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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