Librepensadores

El noble arte de la caza

Francisco Lozano Sanz

El pasado viernes 23 de noviembre, leía en el diario La Nueva España una crónica del viaje realizado a Amieva (en el Oriente de Asturias) por el portavoz de Agroganadería del PP en el Parlamento Autonómico, el señor Luis Venta.

Su sentencia: “La caza es más necesaria que nunca” resulta ser muy oportuna, ahora que han surgido problemas con la caza en dicho municipio y que ya ha comenzado la larga campaña electoral que terminará con elecciones municipales y autonómicas en mayo de 2019.

Antes de que, a principios de los ochenta, el ecologismo se pusiese de moda y apareciesen grupos ecologistas por doquier (otros, los que siempre lo fueron, emergieron del menosprecio de la prensa y los poderes públicos que los ignoraban o despreciaban), los cazadores argumentaban ante las críticas que se trata de “una actividad legal” o que “pagan licencias” y más aún que “la caza siempre existió y en inherente al desarrollo y evolución del hombre”.

Sin embargo, en tiempos del ecologismo emergente, su discurso cambió: “Los cazadores somos los mayores ecologistas” (recuerdo haber leído por entonces en una revista especializada en caza a Manuel Fraga Iribarne). Sí, el sector cinegético se acomodó a los tiempos que corrían y ya eran una pieza esencial del equilibrio ecológico. La mayoría de los cuales no habían leído o entendido El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida, publicada en 1859, y avalada y actualiza por eminentes científicos y zoólogos. Obra que le recomiendo al diputado Luis Venta y que debería ser materia obligada en la educación pública y privada.

Peor aún: “La caza no debería regularla la Administración. Tendrían que ser los propios cazadores”, sentenciaba el portavoz del PP. Descubro, señor Venta, que también a la gestión de la naturaleza ha llegado el virus del neoliberalismo que se ha adueñado de la derecha española. No sólo hay que privatizar y hacer negocio con los cuatro pilares del Estado: sanidad, educación, justicia y asuntos sociales… ¿también hay que privatizar la naturaleza y ser los cazadores quienes la “gestionen”? ¿Otro negocio más? No se sorprendan estimados lectores: Sí hay negocio. Y si no, siempre está la Administración, el Estado, el dinero público que nos rescate de la ruina… como se está haciendo con cajas de ahorro, autopistas de peaje, negocios privados ruinosos… ¡Para eso sí que está el Estado!

En Sierra Morena, Montes de Toledo, en Extremadura y Castilla la Mancha hay inmensas fincas de explotación industrial de la caza. De ellas obtienen pingües beneficios económicos y políticos sus propietarios. Tengo el honor de haber podido recorrer y trabajar en esos territorios. Allí conocí los enormes latifundios de los señores Botín, Mario Conde, el Duque de Baviera y su finca “La Garganta” en Sierra Madrona (ahora propiedad del duque de Westminster, el cuarto hombre más rico de Reino Unido) que también tuve que visitar. Es uno de los mayores latifundios de Europa, tiene 15.000 hectáreas. Se hizo famosa por las excursiones cinegéticas de Guillermo y Enrique de Inglaterra en sus visitas a España o porque, supuestamente, fue donde se conocieron el rey emérito Juan Carlos y Corinna. Allí han cazado las escopetas más conocidas de la política (Federico Trillo, Francisco Álvarez-Cascos, Esperanza Aguirre), miembros de la realeza europea (los príncipes de Inglaterra, el príncipe de Gales) o personalidades de las altas finanzas. Recuerdo a ilustres benefactores del Reino de España como Luis Bárcenas, Álvarez Cascos –que viajaba a Rumanía a cazar osos, porque aquí en Asturias no podía–, Miguel Blesa (que se suicidó con su escopeta de caza, ¡qué ironía!) el dimitido –tras haberse descubierto que participó en una de estas cacerías, junto al juez Garzón– ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo y un largo etcétera.

¡Mira por dónde! El sano ejercicio de la caza, el de las clases nobles o pudientes, PP o PSOE, “vertebra” la sociedad. En estos naturales y ecológicos eventos se unen plebeyos –Paco el corto– con caciques –el señorito Iván (Los Santos Inocentes)–, con la nobleza antes citada y la viejas glorias de nuestro pasado –Manuel Fraga Iribarne, una pléyade de ministros y capitostes del antiguo régimen–, con el jefe, amo y dios todopoderoso de todos ellos, el pescador de salmones en los ríos asturianos, cazador de ciervos, corzos, caza mayor, rojos y conspiradores judeomasónicas enemigos de la España eterna… Creo que ya saben a quién me refiero (“Adivina Adivinanza”, La Mandrágora. Sabina, Alberto Pérez y Javier Krahe)… Sí señor Venta, a quien yace bajo una losa de varias toneladas, efigie de bustos, nombrado y ensalzado en placas de calles y plazas de toda España, adulado por la Santa Iglesia Católica, varios de cuyos ministros fundaron Alianza Popular –más tarde PP, su partido señor Venta–. De gatillo fácil y firma mortífera y certera, mientras tomaba café.

Pero no quiero irme por las ramas del árbol envenenado, por mucho que sea el relato de la España feudal, caciquil y añeja, bajemos a la tierra fértil por la que grácilmente transitan, pastan y viven: corzos, ciervos, rebecos, jabalíes, perdices, conejos, liebres y un muy largo etcétera. No quiero quedarme con la iconografía y estética del noble arte de: franquistas, reyes y condes, empresarios de tarjetas black y “trepas” y pelotas que hacen de Paco el Corto por si les cae un cargo de libre designación.

Al abatir a los machos con mejores y espectaculares cornamentas, hacemos una selección natural a la inversa (me repito, lean la obra de Charles Darwin) y las poblaciones de algunos ungulados y piezas de caza mayor entran en declive. Otro tanto habría que de decir de un buen número de especies cazables.

¿Y qué decir de la introducción de especies foráneas o exóticas para mayor gozo y divertimento de cazadores?

En el antiguo Coto de Doñana, se introdujeron a finales del siglo XIX avestruces, dromedarios y gamos. Aún recuerdo haber visto con vida –en los 80– al último dromedario pastando con las vacas, los avestruces desaparecieron enseguida. Quedan miles de gamos –traídos de África– que son un grave problema al aumentar la presión de los herbívoros –vacas y yeguas incluidas– sobre las castigadas herbáceas de Doñana. Ya ven esto de la caza es un bucle: “En tierra de Niebla ha una, tierra que Las Rocinas, e es llana, e es toda Sotos, e ha siempre puercos... non se puede correr esta tierra sinon en invierno muy seco, que non sea llovioso, e en verano non es de correr, porque es seca e muy dolentrosa.” (Alfonso XI en su Libro de la Montería, entre 1342 y 1348.) Se refiere a Doñana.

Latifundio de reyes, nobles, acaudalados bodegueros de Jerez de la Frontera y lugar de veraneo de esta nueva nobleza que son los presidentes de gobierno, desde Felipe González I –que participó en un lanceo de jabalíes en Doñana, en los ochenta, para mayor gozo y satisfacción, que diría el emérito rey de España– a Aznar, Zapatero, Rajoy… y sus ministros, corte y cohorte.

Además de en Doñana, también he tenido la ¿suerte? de haber visto el resultado de la introducción del Arruí (Ammotragus lervia) en la Sierra de la Espuña –Murcia– y los efectos de la sarna (Sarcoptes scabiei) de la que fueron víctima y vectores de trasmisión.

En la Sierra de Cazorla asistí al grave problema de la sarna (que aún persiste) sobre la población de la cabra montés autóctona (Capra pyrenaica hispánica) acentuado por la debilidad de sus poblaciones, desplazadas estas a las zonas más altas y rocosas de las Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas, por los muflones (Ovis musimon). Nativo de Córcega y Cerdeña aunque no existe unanimidad científica sobre el origen de la especie. A España llegaron los primeros ejemplares en los años cincuenta, acción impulsada por el desaparecido Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza.

En la Reserva Nacional de Caza de Riaño se ha introducido la cabra montés. Según la revista Trofeo: “La exitosa reintroducción de cabra montés en reservas de caza de Castilla y León es un hecho. A la de Riaño en el año 1991, donde en primavera se ha batido el récord del mundo al cazarse un macho de 303 puntos CIC, siguió en 1999 la de los Ancares.”

Nada se dice del aumento de la presión de la carga ganadera, también de los herbívoros, que ya es muy elevada, de la sarna –la cabra introducida favorece la trasmisión– que está afectando a cabras domésticas, y fauna silvestre. De lo que se trata es de matar ejemplares con una cuerna “medalla de oro”. ¿Más selección natural?

El derecho natural que creen tener los cazadores sobre la fauna silvestre, las aves que vuelan y todo bicho viviente que se mueva y “se me ponga en el punto de mira de mi objetivo de x-mil euros, montado sobre mi fusil importado de otros tantos tropecientos mil euros, me lo cargo. Hago fotos del bicho abatido –con la bota sobre su cuello/cabeza o sujetando la cornamenta y me siento orgulloso de `haber matado´ al más grande”. Me recuerda a una película de ciencia-ficción de muy peculiar color y estética, de dudosa calidad que suelen emitir en la televisión. Hay una raza –los “necróferos”– que viajan por el espacio destruyendo planetas y civilizaciones bajo el mantra de “eres dueño de lo que matas”.

Afortunadamente desaparecieron hace años, en un negocio de Potes (Cantabria), unas fotografías en blanco y negro que mostraban entre cuatro y seis –no recuerdo con exactitud el número– osos muertos y apilados cual langostinos a la plancha sobre la hierba, tras una cacería. Las fotos aparentaban ser de principios del S XX. Años permanecieron en el escaparate del negocio, sin que el dueño del mismo o sus clientes se percataran y le advirtiesen de los comentarios que hacían turistas: españoles, británicos, alemanes y franceses… ante la exhibición de tal barbarie reflejo de la España profunda.

Propongo como alternativa a las monterías de testosterona armada, y con cerveza y vino regadas, que enseñemos a los niños a amar la vida, la naturaleza, explicarles el viaje del Beagle y lo que significó. A preservar, a través del conocimiento y la observación tranquila, con prismáticos en vez de escopetas, con un lápiz y una carpeta de dibujo… los ojos abiertos, los oídos atentos y la mente proclive a tanta belleza, y no la muerte por satisfacción. Y pedir –exigir– a las Administraciones competentes que sean ellas, con personal especializado y medios, los que protejan nuestro patrimonio natural, modulen y corrijan las explosiones demográficas de: jabalíes, zorros, gamos, muflones –por ejemplo– y otras especies silvestres, que han llegado a esta situación, casi siempre, por la acción del hombre –cazadores los primeros– y que continúen luchando para erradicar: venenos, cepos y lazos que están directamente relacionados con la caza, los cotos de caza y la actividad cinegética; prácticas: ancestrales, obsoletas y antinaturales, prohibidas por la ley. Muchos cazadores se justifican y consideran “alimañas” a especies silvestres por el simple hecho de alimentarse de: las perdices, codornices, conejos, liebres… etc. que ellos cazan por divertimento ¿insano gozo… el matar por satisfacción?

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Reflexionemos todos. ____________

Francisco Lozano Sanz es socio de infoLibre

 

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