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Librepensadores

A Miguel Hernández

Alfonso Jiménez

Vísperas de Reyes. Ninguna fecha me invita mejor a evocar la figura inconmensurable de Miguel Hernández, uno de los mejores poetas españoles de todos los tiempos, que, habiendo sido injustamente condenado tras la guerra civil, murió tuberculoso en la cárcel cuando sólo tenía 31 años.

Por el cinco de enero,                             Y encontraba los días

cada enero ponía                                    que derriban las puertas,

mi calzado cabrero                                 mis abarcas vacías,

a la ventana fría.                                     mis abarcas desiertas.

Por medio de este escueto comentario, quiero honrar a este grandioso poeta y reavivar una de las más bellas composiciones escritas en la lengua castellana: Las desiertas abarcas.

Nunca tuve zapatos,                                 Me vistió la pobreza,

ni trajes, ni palabras;                                me lamió el cuerpo el río

siempre tuve regatos,                                y del pie a la cabeza

siempre penas y cabras.                           pasto fui del rocío.

Espero que mis lectores amigos perdonen el atrevimiento de tratar de glosar con tanta austeridad verbal el poema de Miguel Hernández, pero no quiero que mis escasas dotes literarias sean una traba para rescatar del silencio los bellos versos del poeta-pastor.

Por el cinco de enero,                                 Y al andar la alborada,

para el seis, yo quería                                 removiendo las huertas,

que fuera el mundo entero                           mis abarcas sin nada,

una juguetería.                                             mis abarcas desiertas.

Quizás sea el momento de decir, eso sí, que nadie del mundo literario ha llegado a expresar con más lirismo, emoción y ternura el drama infantil que viven los niños pobres la Noche de Reyes.

Ningún rey coronado                                   Toda gente de trono,

tuvo pie, tuvo gana                                       toda gente de botas

para ver el calzado                                       se rió con encono

de mi pobre ventana.                                    de mis abarcas rotas.

Pero Miguel Hernández no se queda en el mero lirismo estético. Su alarido poético es también un grito desgarrado contra la injusticia social patente en toda su obra.

Rabié de llanto, hasta

cubrir de sal mi piel,

por un mundo de pasta

y unos hombres de miel.

Esta noche, la noche del cinco, en todas las ciudades y rincones de España se consumará, un año más, la terrible injusticia que el poeta del pueblo y de la luz denuncia en sus versos: el derroche de unos, la abundancia de otros y la amarga carencia en los más desfavorecidos.

Por el cinco de enero,                                     Y hacia el seis, mis miradas

de la majada mía                                            hallaban en sus puertas

mi calzado cabrero                                         mis abarcas heladas,

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a la escarcha salía.                                         mis abarcas desiertas.

Lo repito. He glosado estos versos con dolor y temblor. Ha sido un atrevimiento que intento ocultar en mi propio pudor, pero tenía que hacerlo porque son incomparables y mucho menos conocidos de lo que merecen, ya que su obra fue injustamente silenciada durante muchos años. Que Miguel Hernández me perdone.

Alfonso Jiménez es socio de infoLibre

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