Librepensadores

Último día para un demócrata

Ximo Estal Lizondo

Para todo aquel ser humano que lucho por la libertad y la igualdad.

Voy a morir. Lo sé. Lo presiento. Solo tengo que ver la cara de mis carceleros, con sus sonrisas sarcásticas cuando nos miran, sus comentarios carentes de sensatez, los gritos irracionales que nos lanzan, sus humillaciones continuas. Pero lo peor no es morir y no saber cuando será. Lo peor es que no sé por qué me quieren matar. ¿Es delito defender la libertad? ¿Es rebelión apoyar lo que el pueblo ha votado? ¿ Essedición mantener el poder establecido? Desde que era pequeño, mis padres, me educaron, en el respeto, en la convivencia, en la igualdad, incluso en el saber perdonar. ¡Que ironía¡ Por defender todo eso, estoy aquí. Y lo peor es que nunca saldré de aquí vivo. Lo sé. Ya he perdido la cuenta de cuantos días llevo aquí. Los segundos, los minutos, las horas e incluso los días, parecen eternos. Solo he visto a mi mujer, un día, unos minutos. Creo que serán los últimos. Y lo peor es que para ello, ella sufrió vejaciones, insultos e incluso cuando estuvimos juntos, tras los barrotes, el carcelero que estaba más cerca a nosotros se reía carcajeándose sarcásticamente, levantando su mano derecha y cuando la bajaba hacia en el aire la señal de la cruz y volvía a carcajearse más fuertemente, lanzando miradas lascivas no solo a mi mujer sino también a las compañeras de otros que estaban conmigo encerrados. Ese fue el único momento que la vi. Y pese a todo, estoy contento: estoy comprobando, que cuando alguien vuelve a tener otra visita, al poco tiempo, es sacado a golpes, con humillación e insultos y ya no vuelven a traerlo ¿Lo habrán dejado libre?, ¿le habrán perdonado?, ¿habrán comprendido que nuestro único delito es creer en la libertad? Quiero pensar eso. Pero mi cerebro me dice una y otra vez que no es así. Que cuando vuelva mi mujer será la última vez.

Voy morir. Lo sé. Lo presiento. Por eso debo escribir una carta. Una carta dirigida a mi familia, al pueblo, a todos los seres humanos para que leyéndola comprendan que esta forma de actuar, no es digna de un ser humano y, sobre todo, decirles que pese a todo crean en la bondad, en la libertad, en la igualdad, pues solo eso salvará al ser humano y a la democracia. Tengo que escribirla. No sé si me dará tiempo. La esconderé en los bajos de mis pantalones para cuando se la den a mis familiares, la encuentren. No sé cómo empezar. No quiero morir.

De todos modos solo espero que si van a matarme, lo hagan con dignidad y que por lo menos entreguen después mi cadáver a mis familiares, para que así ellos me den una sepultura que como ser humano merezco. Solo quiero eso, solo deseo eso. Una muerte y una tumba digna.

Voy a morir. Lo sé. Lo presiento. ¿No me van a juzgar?, ¿no voy a tener un juicio donde pueda defenderme? Oigo pasos. Cada vez más fuertes. Les oigo reír fuertemente y escucho mi nombre en voz alta. ¿Dónde me van a llevar?, ¿no voy a ver a mi mujer? No he acabado la carta. Dejadme terminar.

Voy a morir. Lo sé. Lo presiento. Me mataréis, pero mis ideas, ésas no las matareis. ¡VIVA MI DIGNIDAD¡

Esto puede ser un relato de ficción pero quiero que sirva, como homenaje a los muchos miles de seres humanos que durante la guerra civil española fueron encarcelados, golpeados, humillados, fusilados y asesinados, enterrados en cunetas y fosas todavía por levantar y que su único delito fue el de defender la voluntad de un pueblo por querer libertad, igualdad y la democracia de un poder legalmente establecido: la 2ª República. En los parlamentos sobre la conmemoración del 40 aniversario de la Constitución no se les recordó, no se les dio las gracias y, creo, que es nuestra obligación darles un merecido reconocimiento y luchar para que la Ley de Memoria Histórica no sea solo un papel sino una realidad y con ello la dignidad de muchos de nuestros abuelos y abuelas será restablecida. Que todos los partidos luchen por dar la dignidad a todos/as aquellos/as que murieron por ser libres porque solo así haremos una democracia mas libre, más solidaria y más humana. Y esto la constitución no puede ni debe olvidarlo y más cuando se pretende que sea el instrumento de convivencia, democracia y libertad.

Ximo Estal Lizondo es socio de infoLibre

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