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Librepensadores

'La ciudad sin límites'

Rafael Santana

Es sábado por la mañana, por lo que me puedo sentar a escribir desde primera hora, mientras el día—nublado— se despereza fuera.

La noche anterior vi la película española La ciudad sin límites. Una película extraordinaria, la que más me ha gustado de las que he visto últimamente, mas no entraré en los detalles cinematográficos de la película.

Lo que me inspira a la hora de sentarme a escribir esta mañana es la carta final, que se ve recitada por la propia voz en off del protagonista, como testimonio y desenlace de toda la película.

Y es el sentimiento con el que está escrito el texto —y cómo lo recita la voz de Fernando Fernán Gómez— donde pongo el acento y me digo: ¡Así quiero escribir yo! Con ese sentimiento, con esa pasión. Con esa claridad de verso y a la par contundente. ¡Escribir con pasión!

Y para ello, entiendo que hay que escribir de lo cotidiano, que suele ser real y auténtico. Escribir de aquellas vivencias que nos han sucedido y que nos dejaron huella.

Dejar huella... Para dejar huella. La huella que nos dejaron los sentimientos auténticos. El amor, el miedo, la ira, la incertidumbre, la inquietud. También los sueños. Sobre todo de los sueños realizados, aunque solo se cumplieran durante un tiempo, y luego volviera la apisonadora de la cotidianidad a desvanecerlos.

Acabo de releer por mi diario, mientras escribo esto, una frase de Enrique Villatoro, en la que habla de la madurez, que se supone que es la época de la vida en la que uno adquiere más tolerancia o resistencia ante la frustración o el dolor que produce la vida diaria, la cotidianeidad; para soportar con estoicismo el ver que los sueños no se cumplen y donde uno termina por rendirse y decir: ¡Esto es lo que hay!

También he releído a Miguel Albiñana, donde habla que “construir requiere un esfuerzo, y que aunque la diosa está ahí (el venera lo femenino que hay en todo ser al igual que yo) , pero no construye por sí sola”; ya que uno debe ser el artífice de su propio desarrollo como persona, velar por su integridad (pese a las contradicciones, luces y sombras que todos portamos), y no caer en la tentación de vender su dignidad por un puñado de monedas.

Y lo que quiero decir al releerme estos dos apuntes de mi diario, mientras escribo todo esto, es que la vida —en la meseta de la madurez, donde me encuentro— se vuelve un poco tediosa, aburrida, mecánica, cotidiana. Y con ello se esfuma la alegría de vivir (de ahí mi objetivo principal para este año de reírme más, en especial de mí mismo).

Se esfuman también los sueños y las ilusiones. Y a veces uno se busca hobbies (palabra anglosajona que viene a significar algo así como aficiones), que nos entretienen. Pero no tienen esa fuerza de los sueños más propio de la juventud.

Volviendo al protagonista de la película, al final de su vida manifiesta un último intento antes de su muerte que se sabe próxima, por manifestar lo auténtico que alguna vez hubo dentro de sí y que no quiere dejar de expresar, para que salga a la luz, antes de su partida definitiva.

Y es esa autenticidad (que siempre ando buscando) la que me mueve a escribir este sábado de enero de 2019.

Escribir con autenticidad sobre lo que me conmueve, lo que me agita, lo que me incomoda. Denunciar el aluvión de noticias falsas, medias verdades u ocultación directa de la verdad, con la que se nos está manipulando la sociedad española, desde los diferentes medios, como televisiones, periódicos, radios, internet (y sus redes...), WhatsApp... Sobre todo internet y su terrible desvirtuación y banalización de la realidad, su superficialidad informativa.

Escribir —en una palabra— de la libertad, que nunca debe ser olvidada, en contraposición a la sumisión y a la ceguera, con las que nos quieren someter.

Escribir de la dignidad, en contraposición al acomodamiento y al permanente estado de “distraimiento” en el que tratan de mantenernos sumergidos, para dejar de ver lo obvio, que estamos siendo tratados como mercancía de consumo, como ganado.

Escribir de la igualdad, para que de una vez los hombres, abandonemos la idea absurda de que podemos navegar en este planeta sin el concurso principal y primigenio (porque en el principio está la vida) de las mujeres, a la par que ellas.

Y digo todo esto, desde una tierra que, aunque es considerada por muchos una tierra alegre y hospitalaria, donde el carácter de la gente tiende a la bonanza y al esparcimiento, están haciendo con sus gentes los más terribles experimentos de dominación, sumisión y ceguera. De tal modo que puedan campar a sus anchas, aquellos que han detentado siempre los diferentes poderes, o si preferís, los que manejan los hilos y nos tratan como a marionetas y toman esta tierra, como si de un feudo exclusivo de su propiedad se tratara. Devolviéndonos a la ignorancia de los tiempos de la reconquista. _____________

Rafael Santana es socio de infoLibre

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