Librepensadores

El odio al vencido

César Moya Villasante

Nací al terminar la Guerra Civil en una familia rota por la obsesión de mi padre por imponer sus ideas de franquista y falangista. Por ello puedo hablar con conocimiento de causa por haber vivido una niñez y adolescencia plena de discusiones y silencios de unos, mi familia materna que, no sintiendo la política, sí estaba contra el desastre que esquilmó tanta gente. Y, por cierto, todos eran españoles. Aunque algunos parece que no lo creen así hoy.

Ello me trajo algún trauma en mi vida. Y esos traumas no puedo decir que se soportan ya porque por mi edad no me lo permite, pero no dejo de pensar en lo que vi en aquellos años con lo que se hablaba a mi lado y con personas que conocí por mi padre que no me daban más que temor o miedo. Incluso una vez que me llevó a un acto de Falange en un teatro de Madrid donde celebraban cada año sus homenajes de victoria conseguida con golpes de botas y correajes que jamás olvidaré.

Esas personas a las que vi en alguna ocasión demostraban a los cuatro vientos el odio a los vencidos. Algo que nunca comprendí y aun ahora sigo sin entenderlo. A veces el revanchismo se entiende como un factor humano producto de una derrota, pero lo que es peor es cebarse en el vencido, en el derrotado, como muchas gentes que conocí solo por conversaciones oídas y no olvidadas, porque algunos eran conocidos de mi familia materna. Entre ellos, el marido de la asistenta que venía a ayudar a mi madre un par de días a la semana y que yo no conocí porque nunca supe su final, aunque sé de mis años de niño y adolescente que estaba en la cárcel. Y mi madre le hacía con gran cariño comida a aquella mujer, llamada Gregoria, buenísima persona, para que se las llevara a la cárcel. Lo hacía a escondidas porque mi padre también odiaba a aquellas personas. Ese odio de muchos hacia el vencido es el que nunca entendí. Y sigo sin hacerlo porque es el triste recuerdo de mi juventud.

Y, por cierto, nadie habla de esa posguerra odiosa que para muchos fue incluso peor que la guerra caliente. Hasta en los duelos de ciertas películas antiguas o del oeste, al derrotado, a veces, se le perdonaba la vida. Todos lo hemos visto en películas, pero cebarse en ese derrotado es lo que mas me hace pensar hoy a mi tercera edad, y, sobre todo, viendo a una derecha actual que sigue odiando todo lo que se mueve.  Porque parece que no consienten, después de 80 años y de sucesos no vividos por ellos, que España sea de todos, los que piensan igual y los que piensan distinto. Porque un país de pensamiento único no creo que exista en el mundo, pero pocos países existen en donde una derecha decimonónica llegue a ser tan extremista.

También conocí la corrupción y el machismo. Nunca olvido una escena en un bar conocido de Madrid, a donde me llevo mi padre a ver unos amigos suyos de la misma idea, como hablaban de los rojos, de las “hazañas” corruptas y, por cierto, también de la “querida”. Porque parece que entonces para ser un hombre auténtico había que tener querida. Estoy hablando de los 40 y 50. Para darnos cuenta de dónde estamos. Luego, ya de mayor, pensaba cómo mi padre me llevó a aquel espectáculo, porque era un espectáculo ver a unos señores ,para mis entonces muy mayores, orondos y fumando puros y comentando lo que digo. Que no eran conversaciones para niños. Se conoce que querían que de mayor pensara igual, pero se han equivocado de plano.

Por todo ello y muchas cosas que harían muy largo este relato, me da temor que lleguen de nuevo, con las mismas ideas de aquellos años, porque no han cambiado y lo vemos cada día que hablan en esta precampaña en donde nos jugamos volver al siglo pasado. Muchas personas votarán a la derecha del tripartito, pero serán aquellos que participaron en este baile macabro o en su fase posterior incluyéndose en empresas, en instituciones o en judicaturas, en fuerzas armadas, ministerios, etc. y también algunas profesiones con títulos cercanos a lo que ahora vemos en algunas universidades, con minúscula, como notarios, registradores, etc. No incluyo a todos en ese magma viscoso franquista, obviamente porque sería injusto, pero en esas instituciones que cito hasta hace menos años de los que creemos había que ingresar siendo del “régimen”. No sé si me explico si me lee algún joven con mentalidad no apegada a aquello y que hoy no lo entenderían. Pero fue así. Y lo viví personalmente el año 69 del siglo pasado cuando, con un título universitario, entré en una compañía entonces pública y me pidieron una carta de mi padre demostrando su fidelidad al régimen y en qué bando estuvo alistado.

Por eso digo que en España nunca estaremos libres del odio entre personas por las dos ideas que siempre provocan enfrentamientos, como son la bandera dichosa y los nacionalismos enfrentados. Hoy vemos una campaña que trata de lo mismo porque los políticos de ahora no dan la talla y tienen que valerse del enfrentamiento absurdo para llegar a la silla que tanto aprecian. Y eso en la derecha ultra actual es la base de mi temor. Por lo vivido en persona. No se qué pensarían de esta carta si la leyeran Casado o Abascal.

Añado: Jamás pude hablar con mi padre de mayor de temas sociales. Y es muy triste no tener relación paterna por culpa del franquismo.

  _________________

César Moya Villasante es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats