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'GH el Debate' y el 28A las nominaciones

Fernando Pérez Martínez

Los medios de comunicación han acomodado sus estructuras y fórmulas para tratar lo que debiera ser información política en la escaleta intrascendente de los programas insustanciales de entretenimiento, que se manejan entre exclusivas y bombas informativas de confeti y oropel rabiosamente frívolas. Que parten de escándalos de superlativa apariencia y no tienen más que amables e inofensivas consecuencias. Tales como el nuevo noviazgo de fulanito, apellidos lustrosos o alborotos como el innovador corte de pelo de la prima hermana del galán de una exitosa serie o el retiro vacacional del ídolo de la copla en las doradas arenas de exóticos y exclusivos —léase, carísimos— resorts en promoción.

La diferencia en el tratamiento y presentación de los contenidos de información política se asemejan cada vez más a las licencias en que navega la prensa frívola y amarilla, así que no es raro que los asesores de las figuras representativas de los principales partidos adornen, pulan y adecúen su imagen y la música de sus mensajes y estrategias a las actitudes, modos y astucias sacados de los resúmenes semanales que la prensa del corazón ha demostrado eficaces en sus emisiones. Con ellos logran que una infeliz concursante profesional, decepcionada en el amor, restregada por adiposas y despiadadas parejas, plante cara contra pronóstico al arrollador empaque del también desdichado en amores, asiduo de realities y multimedia estrella fondona popular de familia, arrastrando la simpatía de la audiencia con lágrimas y serpentinas, farolillos y dramas de colorín, que le valieron el rinconcito más tierno en el ingenuo corazón del censo audiovisual del panorama mediático español.

Así fue la campaña electoral de los políticos que concurren este 28A, como si de una peripecia de concursantes de reality show se tratara. Sánchez trae fresca la tinta de su divorcio de la sultana andaluza, después de su defenestración pública a manos del consejo de administración de la empresa patrocinadora capitaneado por aquella. Fue rescatado por la audiencia y vuelto a la calle de Ferraz, respaldado por los millones de llamadas de apoyo y simpatía frente a su despechada archienemiga de primarias, que como una mete mierda de Sálvame fue repudiada por los telespectadores mientras tejía su ruina por detrás.

O ese otro chico que se dio a conocer a la audiencia fotografiado como su madre le puso en el mundo, jugando con sus intimidades en el hueco de una mano, que salió tarifando con los chulitos de su barrio de la Barceloneta y que después de mucho gimnasio y algún retoque capilar se recuperó de un fracaso amoroso y cautivó al sector Ibex 35 de la parrilla mediática diciendo los insultos y cosas a la cara y manejando el fango como un alfarero millonario. Que además se echó una novia que cantaba en las convenciones de sus rivales en las urnas y se hizo un hueco en el star sistem político con un pie entre hooligans de bandas europeas ultrapirenaicas, y el otro cuidadosamente colocado entre la derechita cobarde y la fosa de la que emerge el tafanario asesino del dictador de voz fina y postrera.

O el heredero del capo de la boda de El Escorial, buena parte de cuyos invitados son actuales convictos en penales marca España, que se profesionalizó en el peloteo de los líderes políticos corruptos con el trillado sistema de repetir las soflamas de sus galanes más dos huevos duros, como alevín de su frente de juventudes.

Nadie sabe cómo, nos acostamos una noche como pueblo soberano y nos levantamos a la mañana siguiente como telespectadores de sofá. Tal vez nos acabe por gustar el papel de pasiva e irrelevante audiencia soberana que nos reservan.

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Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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