Librepensadores

Mundos para lelos

Pablo Quirós Cendrero

El deslizarse en un eje dibujado sobre ideas teóricas, que quedan señaladas siempre a modo de horizonte, es un arte que más allá del masoquismo sostenido, hasta el punto de ignorar el maltrato que lleva implícito este; absorbe de tal forma la sustancia que vertebra la lúcida operatividad de algunas funciones cerebrales, que puede llevarnos incluso a cruzar un campo de minas, sabiendo que existen otros caminos alternativos.

Se puede llegar a idolatrar vehementemente desde el más profundo desconocimiento y con ansias de dar lo más preciado, por la defensa de tan venerado pensamiento. Incluso puede darse el caso de que la cercanía ilusoria, permita vislumbrar, cual escena diaria, una línea casi contigua pero que no llega nunca a tocarse. Y no se trata de descalificar a nadie por tal hecho, que seguramente habremos padecido todos en cualquier momento; sólo vamos a describir procesos que se dan cuando alguien no se entera de lo que ocurre por distracción, falta de viveza o falta de inteligencia.

En el mundo de la política, cuando no se sabe muy bien dónde se está, acaba pasando lo de “tú ve por allí que yo iré por aquí”, a ver si alguno encuentra el camino real que nos lleve hacia donde íbamos en un principio; con la salvedad de que se trata de algo forzado a veces, por la exageración de caminar sobre unas tablas de la ley que no se pueden abandonar y de las que su interpretación constriñe cada vez más a sus fieles.

Entre la defensa de la pureza y el avanzar todos juntos llega la travesía del desierto y en ella aparecen parajes con agua y vegetación. Pero cuando se divisan a lo lejos, nadie puede asegurar a ciencia cierta de si se trata de oasis o espejismos. La puesta en escena de nuevo de una coalición de gobierno, como ya se hizo sin resultado hace algún tiempo; sólo puede traer desgaste a alguien que al final queda señalado como necesitado de poder sea como sea, y lo único que afianza son un puñado de votos que ya figuran en el balance de su formación. Porque, cuál es la amenaza, ¿otras elecciones?

Ataviados con la indumentaria para convencer, de que lo bueno que se hace es por su incansable labor de horadar en la conciencia del socialismo, se niegan a sí mismos la situación de inferioridad como si de una eliminatoria copera se tratase y pudieran ejercer de mata-cocos. La probabilidad de que el oasis sea un espejismo puede ser el principio del fin si los caminos escogidos por otros durante la tormenta en el desierto eran más cortos que los propios.

La cerrazón del pensamiento único lleva a tirar piedras al propio tejado al grito de que “con lo mío hago lo que quiero”, en un alegato de unos principios insoslayables, que puede que no lo sean tanto para los demás. En ese “estás conmigo o contra mí”, que sólo estrecha el sendero propio y dificulta cualquier futuro en común. Lleva al caminante a desarrollarse en mundos paralelos. Se generan paisajes dicotómicos, en los que los adeptos que terminan quedándose junto al líder supremo, en un acto de fidelidad extrema, pueden estar viviendo una circunstancia de culto a un dios y a unas leyes sagradas que sean propias de “mundos para lelos”, ya que no contemplan nunca de cerca la realidad en la que nos vemos todos inmersos día a día.

El reparto de diputados autonómicos y de concejales en distintas plazas conforma la silueta de un partido político como Podemos, con un secretario general amortizado ya y, sin embargo, necesario imperiosamente para que siga existiendo. Arrinconados en un escenario con varios frentes y menguadas sus fuerzas en casi todo el territorio, no parece que se avecine un resurgir cual Ave Fénix para impulsar una posición de privilegio que haga supeditarse al gobierno, a la voluntad de gobernar en coalición.

El personalismo inherente en Podemos de quien vino a cambiarlo todo, situado en una realidad alternativa en muchas facetas, debería haber aprendido la lección y no conducir a sus ejércitos a un callejón sin salida. Aunque no es poco su legado, el desprecio a las ideas de los que le acompañaban y, con ello, la mitad de lo logrado hasta entonces, puede hacer diluirse el motivo principal de haberse puesto a luchar en esta gigantesca carrera de obstáculos que es la política española. El incluir a todos en todas las circunstancias, sin que nadie se quede atrás por causas del mal funcionamiento del sistema, es contraproducente con la creación de mundos paralelos, en los que aislarse como si de prestarse a una batalla fuese, en lugar de tratar de construir todos juntos.

Al menos eso es lo que parece para una gran mayoría, que no se ha dejado permear de la visión de esos oasis y que creen que sólo son espejismos en los capítulos finales, quizá, de una aventura de polimorfismos unidos por un fin, convertidos en taifas enfrentadas entre sí y que ya no van a poder recomponerse. Seguramente aparezcan otras formas en la que parece puede ser una legislatura completa en su tiempo y desarrollo, puede ser que la europeización de la política española regenere tejidos necrosados. Pero es necesario forjar puentes para que los mundos paralelos sólo sean caminos contiguos en los que existan flujos de ideas y coyunturas para el trabajo en conjunto, en lugar de frentismos y personalismos sin resultados prácticos.

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Pablo Quirós Cendrero es socio de infoLibre

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