Librepensadores

Aquí cabemos todos o... ¡no cabe ni dios!

Amador Ramos Martos

“El pastor dijo: 'Debo impedir a estas ovejas que se coman la cuerda con la que están atadas”. José Saramago

El triedro de la derecha española (Vox, Ciudadanos y el PP), retorciendo sus tres caras, intenta distorsionar los límites del espacio geométrico democrático. Va siendo hora de hablar alto y claro: cualquier demócrata que se precie, debiera hacer frente de forma preventiva y enérgica, al intento de legitimación por parte del PP y Ciudadanos (con el objetivo espurio de obtener poder a cualquier precio) de Vox. Un partido ubicado en un espacio ideológico aledaño, sin serlo académicamente de momento, con el fascismo.

Que los partidos ultranacionalistas, populistas, antieuropeos y xenófobos como Vox (recién incorporado al club) sean motivo de disquisiciones por parte de politólogos acerca de si son galgos de derecha radical o podencos de ultraderecha dura, debiera traernos sin cuidado. Lo evidente, y lo grave, es que con sus ladridos vienen polucionando acústicamente (entiéndase ideológicamente), desde hace tiempo, el espacio democrático europeo.

El hundimiento de la socialdemocracia y la crisis profunda de los partidos conservadores en Francia y Alemania, el Brexit que se intuye brutal, la peligrosa y radical derechización sin complejos de Italia y el para-fascismo emergente en los países antes en la órbita de la extinta URSS y hoy acogidos —en mi opinión, por motivos estratégicos— de forma precipitada bajo el paraguas de la UE han puesto contra las cuerdas el futuro europeo.

Un proyecto ideológico altamente tóxico para la cohesión social, y transversal donde los haya. Diseñado de forma concienzuda en ambas orillas del Atlántico y orquestado bajo la siniestra (una paradoja) batuta de un personaje diabólicamente ultraderechista como es Steve Bannon. Asumido además sin complejos por nuestra derecha nacional que, siguiendo a pies juntillas el manual de la crispación de aquel personaje, ha contribuido con saña injustificable a la banalización de la actividad política y de la democracia en España.

Una peligrosa coyuntura que, aunque tarde, parece haber disparado al fin todas las alarmas. Y cuya primera consecuencia ha sido el encuentro reciente entre Macron y Sánchez en el Palacio del Elíseo con el objetivo de perimetrar, achicándolos, los límites crecientes del espacio político ocupado por la extrema derecha europea. Sus resultados positivos, de haberlos, solo se harán evidentes en el medio y largo plazo. Ante este panorama de alto riesgo democrático, resultan paradójicos (siendo suaves) el discurso, actitud y presuntos pactos de la derecha española tras la triple cita electoral del mes de mayo.

Que Albert Rivera, carente no ya de dogmas sino de principios, y etiquetado acertadamente por Santiago Abascal como la “veleta naranja” (afirmación que a mi pesar comparto), en un alarde de “obsceno virtuosismo transformista”, pusiera un cordón antidemocrático al PSOE mientras pactaba de forma indirecta y farisea (a través del PP como intermediario) con Vox en Andalucía es de una desvergüenza democrática difícil de justificar.

Al igual que lo es su exigencia a los barones y candidatos socialistas regionales de renegar de su envidiado y odiado Pedro Sánchez, al que exhorta ya con insolente soberbia en la aplicación del 155 en Cataluña si quiere contar con su apoyo en los futuros pactos de Gobierno en autonomías y ayuntamientos. Los barones socialistas —¡todos!— debieran responderle de forma contundente si no lo han hecho ya. Lo contrario sería muy preocupante.

Rivera, que se cree (o algunos le hicieron creer) el ombligo del universo político, debiera clarificar de una puñetera vez su discurso. Perdonen la siguiente expresión muy popular en mi tierra aunque nada elegante. El problema del pobre Rivera es que ideológicamente, tiene “la picha hecha un lío” y ante esas circunstancias es imposible “marcar” con precisión el terreno político y dotar de credibilidad a su discurso.

No parece que la presión mediática ni la constructiva y paciente condescendencia de algún líder político con Ciudadanos logren la reorientación de su discurso. Hacerlo a ultima hora y de forma precipitada solo dañaría más su credibilidad. Por la boca muere el pez enganchado en el anzuelo. Pero en el “previsible” Albert todo es posible, dadas sus privilegiadas cualidades de mutante político.

Su volatilidad ideológica y su “actitud” —que no aptitud— le han conducido a unos resultados electorales (lejos de su paranoico sorpasso al PP) que sonriente —casi eufórico, diría yo— Rivera exhibió sobreactuado en su frustación como un “exito”. Ya somos mayorcitos todos. Si Rivera mantiene su discurso, al que se podrá añadir cualquier adjetivo menos el de fiable, los que tendrán que pedirle que rectifique o “darle puerta” son su partido y sus votantes que libremente y a sabiendas apoyaron y votaron lo que con la “boca caliente” ha estado vociferando o “voxiferando” con sordina (elijan ustedes) su frustrado y voluble candidato.

De confirmarse una vez más su contorsionismo táctico, quedaría en evidencia el nulo respeto hacia sus electores, el masoquismo de aquellos… o ambos. Una historia que, de forma lamentable (hay que reconocerlo), se repite con relativa frecuencia en todos los partidos, sean del signo ideológico que sean, mermando la credibilidad de los políticos, desactivando el interés por la política y transfigurando o vaciando de contenido la voluntad democrática de los ciudadanos. Una suerte no de democracia representativa, si no de despotismo democrático: ¡todo con el voto… pero sin los votantes!

De Pablo Casado huelga cualquier comentario que pueda añadir un ápice de credibilidad a su desprestigio ideológico y político. Ufano de sus peores resultados electorales y sumido en un alarmante estado de disociación cognitiva con la realidad, ahora trata de venderle a su religiosa parroquia el demencial discurso de que él no se ha movido del centro. ¿Habrá olvidado ya su oferta en el último momento de formar Gobierno a Abascal con el beneplácito cómplice de Rivera?

En estado de trance, afirma ahora Casado que los que emigraron a Vox fueron sus votantes. Hoy afortunadamente retornados al PP gracias a su resistente y ejemplar tancredismo en el centro político, donde asegura haber estado siempre y del que no se ha movido. Y lo peor… o lo mejor para el PP (según se mire) es que él es el único que debe creérselo.

Pablo Iglesias se ha quedado, tras el 26M, agarrado de la brocha y sin escalera. Nunca lo tuvieron fácil en Podemos. Pero la bisoñez del partido, los deslices verbales (imperdonables solo en su caso) fruto de la fogosidad y ardor reivindicativo, los cainismos políticos fraticidas y los desafíos al “verdadero poder”,  en política, ¡se pagan caros! Las presiones mediáticas, políticas, económicas y las presuntas malas artes de los guardianes de las cloacas del Estado han vuelto a dejar muy claro quién parte y reparte el bacalao en este mundo despiadado de la política.

El llamado “sistema” intocable sigue funcionando gracias a la colaboración de sus cancerberos. Podemos debe reflexionar, reinventarse e interpretar bien la realidad y cohesionarse a nivel nacional (menos plataformas y más partido). Sin renunciar a conseguir lo difícil, no debiera olvidar que lo mejor es en muchas ocasiones, por inviable, enemigo de lo bueno y, sobre todo, de lo mejorable. Y una pregunta: ¿está ya amortizado el liderazgo de Pablo Iglesias? Queda la pregunta flotando hasta Vistalegre III.

La duda que me queda es si Pedro Sánchez olvidará el mensaje (que aseguró haber oído) de los congregados en Ferraz la noche de su victoria en las generales. ¿Desoirá a la militancia y se prestará a un pacto-intercambio de cromos con Rivera fruto de las presiones brutales (que las tiene) de los muñidores del tándem tan deseado entre Rivera y Sánchez? El recurso a la ética de la responsabilidad que nos ha conducido a donde estamos: ¿arrumbará una vez más en el baúl de las renuncias a la ética de la convicción tan necesaria en estos momentos?

¿Logrará Sánchez (resistiendo a las presiones) no contribuir al acceso de Ciudadanos a nichos de poder local o autonómico y obligado a premiar la volatilidad ideológica del trilero Rivera, considerado en su momento como el Macron español? Desplazado Rivera del núcleo europeo de poder, son precisamente ahora el Macron francés (el de verdad) y Sánchez los que desde su reciente encuentro en el Elíseo intentan la viabilidad de un pacto que evite en Europa precisamente lo que Rivera (entre dientes) si no “toca poder” utiliza como amenaza contra Sánchez (cainismo en estado puro) que no contra el PSOE: permitir el acceso al poder (tarea de Casado pero negándolo Rivera cínicamente) de la ultraderecha galga o podenca pero tardofranquista de Vox.

Si yo fuera Sánchez (líder de la izquierda en España por méritos propios), intentaría gobernar solo allí donde el PSOE sea la lista más votada. Con el compromiso  prioritario (no excluyente de otros como la reforma constitucional) de reducir redistribuyendo, las brutales consecuencias que la crisis ha provocado y sigue provocando entre los sufridores de la misma.

Invocando y aceptando, eso sí, bienvenido sea, cualquier apoyo espontáneo (ya sea puntual o mantenido) por parte de todos aquellos políticos o independientes que, al margen de su partido o ideología y gozando de reconocimiento y autoridad ética social, compartan dicho objetivo y estén dispuestos con su compromiso leal a arrimar el hombro sin pedir, de entrada, nada a cambio. Sin renunciar a prestar su apoyo minoritario a otras mayorías alternativas que compartan este objetivo básico.

Sin embargo, los vigilantes de las líneas rojas (que no azules, naranjas ni verdes) marcadas siempre por los ortodoxos representantes de obscuros intereses que se ocultan con nombre y apellidos en la sombra, amenazan con el recurso chantajista (que aunque reticentes ahora niegan) de pactar con Vox  si Sánchez no cede a sus demandas y mantiene su hasta ahora creíble y esperanzador discurso político.

Debe cuidar Sánchez el no prometer imposibles, pero tampoco aceptar imposiciones, como reconoció en su momento por parte de poderes parademocráticos y de algunos de los representantes ¿democráticos? de aquellos, incluidos miembros del PSOE. Un reconocimiento de unos hechos intuidos por todos pero que, puestos en boca de Sánchez, dotaron de credibilidad y compromiso su discurso ante los ciudadanos. Y que estos, llegado el momento debemos defender si es necesario con convicción ética y contundencia democrática.

Es algo que, como país, o mejor, como sociedad civilizada, solidaria y justa (¿lo somos?), le debemos a muchos ciudadanos que han sufrido y siguen sufriendo estoicamente (creo que anulados y alienados en su conformismo inexplicable) las despiadadas políticas de recortes económicos y de derechos, adoptadas como “dogma” por los profetas del neoliberalismo. Es una prioridad humana política y ética atajar las causas y aliviar las consecuencias de una crisis brutal que perdura de forma agobiante para muchos ciudadanos y de la que solo han salido beneficiados, a costa de la precariedad y miseria de aquellos, sus responsables.

PD: Quizás el mensaje que como ciudadanos debiéramos enviar a nuestros representantes democráticos y a los vigilantes de la “ortodoxia del sistema” en la sombra, es el de la letra de una canción de Víctor Manuel: Esto no es una canción, cuyo enlace dejo y cuya estrofa final figura en el título del articulo.  _____________________

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats