Librepensadores

Socialismo y comunismo-populismo

Javier Paniagua

Una gran mayoría piensa que la razón de que no haya un gobierno de coalición entre PSOE y UP es la incapacidad de los dos líderes de ambos partidos por una cuestión de poder y egos. Para el PP o C's es una lucha por los sillones del gobierno y, por tanto, una disputa para ostentar la mayor fuerza posible ante el electorado que se identifica con la izquierda. Los partidos nacionalistas estarían por apoyar esta opción ya que consideran que ambos pueden entender la plurinacionalidad que atribuyen al Estado español. Todo ello se analiza desde perspectivas psicológicas, como la ambición de poder, a la vez que echan la culpa del fracaso al otro por la frustración de las negociaciones. Muchos ciudadanos lo extienden además a todos los políticos por buscar principalmente su propio interés. Estos argumentos sirven para las tertulias, pero diluyen las bases teóricas que sustentan las diferencias entre PSOE y UP.

'Socialismo, historia y utopía'

'Socialismo, historia y utopía'

No sé si se acuerdan cuando Felipe González propuso la eliminación del marxismo como elemento básico de interpretación del socialismo español. Llegaba casi cincuenta años después a lo que se había cocido a principios del siglo XX. Aquello de que la historia tiene un camino determinado, ineluctable, que acabará con el capitalismo y establecerá el socialismo empezó a ser discutido por algunos teóricos marxistas y no marxistas. Se produjo la división de interpretación de lo que significaba llegar al socialismo. Lenin y los bolcheviques consideraron que a través de la dictadura del proletariado se alcanzaría la sociedad ideal y todo lo que contribuyera a ese objetivo era válido. Surgieron los Partidos Comunistas y los regímenes de planificación económica, y cuajaron en sociedades más atrasadas y con grandes problemas de desigualdades sociales. Mientras, lo que se constituyó como socialdemocracia fue asumiendo, en distintas etapas, que el camino para el desarrollo económico y social era el libre mercado, pero con limitaciones del Estado a un liberalismo sin control. El Estado de bienestar fue el pacto en el que intervinieron liberales, conservadores y demócratacristianos con los socialistas no comunistas para acordar las prestaciones que la ciudadanía debía percibir. Atrás quedaban los años 30 del siglo XX en que socialistas y comunistas intentaron confluir para cambiar el sistema económico y social, además de luchar contra el fascismo. Las diferencias interpretativas crecieron: los comunistas practicaron el sacrificio de las generaciones, como aplicó de manera implacable Stalin y compañía. Lo sustancial no eran las personas, sino el objetivo final y lo que contribuyera al mismo debía ser utilizado, y lo que no, eliminado. La Guerra Civil española significó un punto culminante del desencuentro. Y ya se sabe que las guerras civiles duran más de un siglo en los imaginarios sociales, como todavía se aprecia en los Estados de la Confederación de EE. UU o en el Vietnam. La Memoria Histórica en España se hubiera reducido a los departamentos universitarios si esta estuviera superada y no tuviera importancia en el debate político.

Los socialistas nunca creyeron en esa teoría, aunque en ocasiones la practicaran, y aceptaran plenamente la democracia para acceder al gobierno. Si alguien quiere luchar contra las dictaduras debe saber a qué se expone, sin que se le utilice con otros argumentos. Huían de articular plataformas que supusieran el sacrificio de las personas, por mucho que desearan la democracia. Por eso el PCE protagonizó con eficacia la lucha antifranquista. La socialdemocracia aceptaba el capitalismo, aunque eufemísticamente le llamara “economía de libre mercado” y asumía también interpretaciones religiosas o intelectuales no marxistas. El marxismo podía ser un método académico, con sus múltiples variantes interpretativas, de análisis histórico o social, pero no derivaba en cuestionar masivamente las condiciones de vida adquiridas. Seguridad del nacimiento a la tumba, era el lema. Los trabajadores debían disponer de un trabajo estable, sanidad, educación y pensiones a cargo de los presupuestos públicos. Cuando las demandas sociales y los costos se multiplicaron con las crisis económicas empezó a discutirse si las prestaciones gratuitas podían sostenerse. Se extendieron teorías económicas calificadas de neoliberales: discutían el papel preponderante del Estado y la subida de impuestos. En esa dialéctica entre socialdemocracia y neoliberalismo, -moderado (el asumido por algunos socialistas de la Tercera Vía) o radical- se desarrolló la política en los últimos tiempos. Mientras, los países y partidos comunistas se derrumbaban o apostaban por la vía socialista al capitalismo, como China. Los lideres socialdemócratas han tenido como eje central la defensa del Estado de bienestar, con un igualitarismo muchas veces sin matices, y después se le han unido el feminismo, el ecologismo y las libertades sexuales. Cuando un movimiento diisperso como Podemos, que no es un partido en el sentido clásico, ha reconstruido el marxismo-populismo de la lucha de clases junto a la posible reconsideración del Estado integral español, era complicado un acuerdo sostenible. Una cosa es el lenguaje de izquierda que sirve para mantener las ilusiones a un electorado creyente y otra es cuestionar las bases del sistema. Los socialistas parten de que no existen alternativas globales, solo reformas posibles. Aunque ahora parezca imposible es más probable, si la crisis política perdura, una coalición entre PP y PSOE porque ambos son partidarios del sistema y creen en la permanencia del Estado español. El mismo Sánchez dio de alguna manera la clave, tal vez sin medir la dimensión de sus palabras: “Somos de tradiciones distintas”.

Javier Paniagua es socio de infoLibre

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