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El problema son los políticos

César Moya Villasante

Vivimos un sistema económico neoliberal que ha anulado la política, ya que todo se reduce a un presupuesto que se maneja desde montañas lejanas y que nos vigilan nuestros riesgos, nuestras debilidades y, sobre todo, nuestro gasto social. Por ello la política de izquierdas es casi imposible en un sistema que ha derivado hacia un fascismo o extrema derecha, como bien dicen ya los que conocieron a los liberales de antaño. Políticos que aceptaban ideas contrarias, que debatían, que trataban de ser sensatos sin extremismos. Pero al convertir todo en dinero, sin más valor que ese, ha llegado a esa última derivada extrema. Por ello, la izquierda política tiene solo una única salida, la socialdemocracia, hoy representada en España por el PSOE o el PNV, ya que la izquierda real no gusta al sistema, y estos partidos en solitario ante el abandono de un partido que parecía llegar con esos aires, como Ciudadanos, pero que se ha apuntado a ese extremismo citado formando un tripartito totalmente uniforme en ideas y comandado por las de Vox, las más claras y contundentes, que se generaron o que provienen de aquel llamado Movimiento de Franco, unido a un nacionalismo español excluyente y extremo. Hoy, PP y Cs aceptan encantados las ideas que siempre quisieron implantar pero que no pudieron en su totalidad por mostrarse más relacionados con lo que mal se denomina democracia, que no es plena, ni mucho menos. Y, sobre todo, por ser políticamente correctos en un modo sin extremismos.  Por ello, la derecha actual de este país no está muy lejana a lo que se suele llamar extrema o ultra.

Esa democracia que se implantó en la Transición con muchos peligros, pero con algunos políticos de categoría. Véase el caso de Adolfo Suárez y Felipe González. Las dos personalidades que introdujeron en este país la democracia limitada que pudieron, porque los que peinamos canas hace mucho tiempo sabemos cómo lucharon para ello y con unos obstáculos difíciles de entender. El caso de Suárez estuvo a la vista teniendo que dimitir por las presiones del Movimiento de entonces, que existía en toda su máxima expresión, que comprendía a todas las instituciones del país, a todas las personas afines a él, a las Fuerzas Armadas, a la judicatura o la propia Iglesia. Lo de Felipe fue igualmente complicado en silencio, porque tuvo que gobernar con amenazas discretas, yo diría con una pistola intelectual en la nuca para que no se pasase de una raya que tocaba instituciones y empresas públicas plenamente franquistas. Los que hemos trabajado en alguna sabemos que allí no se podía hablar de política con nadie a no ser que fuera de ese mal llamado Movimiento. Pues eso es lo que representa ahora Vox, aunque ellos lo nieguen o, incluso, ni sean conscientes de ello, pero son lo mismo. Y con Felipe y la llegada de Europa y del sistema neoliberal, al morir el comunismo, acabó el tiempo de los políticos de clase. Solo se me ocurre incluir en el tiempo actual a Rubalcaba que, trabajando sin grandes exhibiciones, tuvo una calidad política innegable ocupando puestos de relevancia.

Y a partir de ahí, la nada. Lo que vivimos en el momento actual es la mayor inoperancia política desde la muerte de Franco. Nada se puede comparar con aquellos que en el año 78 tuvieron el valor de entenderse en una mesa para abrir España a la inteligencia. No digo a la democracia porque nos faltan muchas cosas para cerrar las heridas que aun continúan y que nadie ha consentido ni querido cerrar, tal como he narrado anteriormente. Lo que hay ahora es una serie de personas a los que llaman líderes políticos, pero que no son nada de eso. Un líder es alguien que convence, que atrae y dialoga después de escuchar. Nada de eso existe ahora. Y un político es alguien que tiene madera de ello, que cede, que negocia, que habla con quien no piensa igual para atraerle, y no podemos catalogar a Abascal, Rivera o Casado de nada parecido, porque lo que han hecho en toda su vida es vivir de un partido desde casi niños o adolescentes, en el que se les mimó para que aplaudieran lo que allí se decía y no han puesto el pie en el mundo laboral, con lo que la idea del mundo real es minúscula . Y sin hablar de títulos concedidos con unos estudios demasiado poco verificados. Pablo Iglesias puede ser el auténtico político de carrera, pero su ambición personal le anula su valor, que lo tiene. A Sánchez no le califico porque es el más discreto en cuanto a apariciones parlamentarias, quizá por ser el actual presidente y por sus problemas anteriores dentro de su propio partido. Además de ser el receptor del odio parlamentario principalmente y el que recibe casi todos los improperios. Pero tampoco está para presumir de nada, por lo que se ve en estos últimos tiempos. Veremos su desarrollo o final, dependiendo de la investidura pendiente.

Por ello nos vemos abocados actualmente a una serie de insultos, procacidades, faltas de educación y respeto hacia los que opinan distinto, falta de diálogo y una capacidad nula intelectual que conlleva esos enfrentamientos continuos basados en un nacionalismo excesivamente rígido y excluyente incapaz de dialogar con los otros nacionalistas internos, pero sobre todo por una falta de ideas totales para, al menos, ofrecer arreglar los problemas de la ciudadanía, porque no todo es Cataluña o ETA, a donde se agarra esa extrema derecha al no saber hablar de casi nada.  Hoy nos hace recordar aquella famosa frase de un gran intelectual: “Venceréis, pero no convenceréis”. Nada más actual, porque solo pueden arrastrar a aquellos que siguen viviendo en el pasado con las ideas de bandera e himno exclusivamente. Pero los ciudadanos tenemos muchos problemas con las pensiones, con el cambio climático, con la privatización de la educación y la sanidad, con una desigualdad en aumento imparable, con un paro en crecimiento futuro por las nuevas tecnologías, por unos salarios indignos, por una pérdida de valores en nuestra juventud sin que nadie haga nada por estas y otras circunstancias en donde la sociedad está sola, sin apoyo ninguno de unos políticos nefastos y que, al no saber resolver estos problemas o, incluso, estar a favor de ellos y en contra de una gran parte de la ciudadanía, se distraen poniendo a parir a Pedro Sánchez que, para mí, representa al único partido capaz de defender en Europa o en el FMI ciertas ventajas sociales; pocas, pero alguna. Y con ello no alabo a Sánchez, que tampoco tiene el nivel de aquellos que yo he citado, pero sí que me duele que el sistema y los políticos que nos representan hoy sean incapaces de resolver nada, como nos demuestran cada día. Cuando escuchamos a portavoces sin educación ninguna, o con una falta total de carisma o empatía, es mejor cambiar de canal o emisora para no sucumbir a un modo de hacer política que no se parece en nada a aquella que siempre existió y que trajo al mundo oradores de un nivel extraordinario. Y no hace tanto tiempo para que se haya olvidado ya ese modo dentro de los cánones de la formación y cultura que tuvimos alguna vez en Europa. Pero que por desgracia es el problema mundial cuando vemos personajes como Trump, un señor sin cultura, sin respeto a nada y a nadie, y dando portazos aquí y allá. Ese es el nivel general. _____________

César Moya Villasante es socio de infoLibre

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