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Librepensadores

Castigo insuficiente

Pablo Quirós Cendrero

Un año después de la llegada de la nueva hornada pepera a la planta noble de Génova, se puede constatar que no ha cambiado casi nada en la formación de derechas, aunque alguno se las prometiera muy felices. Con la base más heterogénea de votantes, también la de mayor edad y una gran estructura en todo el territorio nacional, el grupo político que hasta hace bien poco acaparaba todos los valores de la derecha española, desde la moderada hasta la ultranacional católica, sigue sin más discurso que una mezcla de Marianismo (no hacer nada) para algunas situaciones y de Aznarismo (querer ser Dios) para otras. Se proclaman liberales, conservadores y lo que haga falta para cada día de la semana y/o lo contrario que haga o diga el partido socialista, esté bien o esté mal; ya se encargarán los gabinetes fakes correspondientes para darle la vuelta y echarle la culpa aunque sea al mensajero.

Arropados con la bandera que lo tapa todo, corrupción incluida, deambulan hambrientos del fracaso de una posible investidura y de que se produzcan elecciones de nuevo. Las montañas rusas en las que se han convertido los nuevos partidos políticos, que venían a regenerar y a dinamizar la arena política española, dejan entrever que unos nuevos comicios mejorarían los resultados de un partido popular salvado por la campana madrileña de la ruina total, a última hora. Si bien siguen estando en números rojos y hasta racionando los víveres, la posibilidad de recolocar en diferentes foros autonómicos, a toda una tropa que no se sabe muy bien para qué sirve y agradecer también favores prestados, les ha salvado el culo de una posible refundación.

Siendo previsibles los resultados electorales tanto a nivel nacional, como autonómico o local, está claro que en los cálculos más optimistas no entraban algunas posibilidades que se han dado y mucho menos que el cuestionado Rivera profiriera las palabras mágicas, “... Casado, levántate y anda”. Y así ha sido, ganar la presidencia de la Junta de Andalucía, cuando hasta una semana antes Ciudadanos estaba por delante, y pactar con los anaranjados en Castilla-León tras treinta años en el poder, o ver como los "regeneradores” apuntalan los gobiernos de Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, llenos de corrupción hasta los bordes; con primeras figuras con algo más que una capacidad política discutible, han llegado como maná sabor naranja caído de la necedad de una formación que, en caso de elecciones, puede convertirse en ese otro partido del que usted me habla.

La corrupción, la falta de novedad y apuesta de futuro de un partido desubicado en cualquier escala a la que se le someta, y haber trabajado por salir de la crisis dejando a millones de personas en fuera de juego, han pasado sin duda factura a la formación azul. Se trata, por otra parte, de un castigo insuficiente, ya que no parece que exista el más mínimo ánimo de cambiar más que las caras de algunos de sus ponentes, para enfilar la siguiente década de este siglo XXI. No se vislumbra aspiración alguna de encarnar una derecha moderada europea y moderna, bien sea conservadora o liberal, y solo existe una premisa: volver a unir a todas las facciones escindidas en un frente común de derechas, en el que puede caber todo (España Suma).

Parten de un error de cálculo exponencial, que es cifrar su electorado en 11 millones de votantes, como si las personas que que les llegaron a votar alguna vez fueran de su propiedad y sólo hubiera que animarlas un poco. No queriendo reconocer que la muchedumbre suele votar "en contra de" muchas más veces que a favor, sobre todo en tiempos de crisis, no muestran interés en desenvolverse como una formación política de futuro, que intente atraer a nuevas capas de posibles simpatizantes de medidas de gestión económica entre los jóvenes y no entre en las disputadas identidades excluyentes tan de moda, que sólo consiguen apartar al que atisba cualquier grado de diferencia ideológica, con sus postulados.

ETA, Cataluña y poco más que el enfrentamiento abierto y continuo frente a los socialistas en busca de una renovación, cuando menos complicada, de un bipartidismo añorado y venido a menos —que es muy difícil de recuperar a pesar de que los nuevos actores de los partidos de la nueva política ponen mucho de su parte— parece que no son atractivos suficientes para un población que, tras el 15M, no es que tenga mayor interés por la política. Que un poco de eso sí que hay, pero sí parece que tiene un mayor nivel de exigencia hacia los que deben ser sus representantes.

Como decimos, hambrientos de nuevas elecciones para tratar de recuperar terreno perdido, aunque sólo sea por la repercusión económica que pueda llegar a las arcas de Génova, para respirar un poco mejor, sin nada más que añadir, no parece castigo suficiente el que han tenido en  abril y mayo.

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