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África, centro penitenciario de la UE

Mario Diego

El futuro de los migrantes africanos está supeditado a la opción por su parte de elegir entre la peste y el cólera; o seguir sobreviviendo en sus países de origen en la más violenta indigencia, bajo la amenaza constante de guerra, bombardeos –y sufriendo la corrupción de sus gobiernos, verdaderas mafias–, que tanto si huyen como si se quedan, cada minuto de su vida es, en el mejor de los casos, una prórroga y en el peor un sufrimiento continuo cuando no la muerte.

A mediados de junio, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) salvaba a 406 migrantes en el desierto del Teneré,  zona del desierto del Sáhara ubicada en la región de Agadez, en Níger, uno de los puntos neurálgicos de la ruta migratoria hacia Europa desde el África subsahariana. "Caminamos durante horas bajo el sol abrasador sin agua y sin tener ni idea de hacia dónde íbamos", ha relatado uno de los supervivientes. Huían de la miseria y la guerra.

Estos migrantes se lanzaron en esa loca aventura porque la ruta migratoria normal está bloqueada por los puestos de control del ejército nigeriano. Hasta entonces, por esa ruta se podía circular libremente y ha sido, para cientos de miles migrantes, la vía principal para llegar a Europa, situación modificada por una ley promulgada por el gobierno nigeriano ilegalizando la circulación de migrantes.

La decisión de tomar tales medidas por parte del Gobierno nigeriano es la consecuencia de la Cumbre europea que se celebró en La Valette, capital de Malta, en la que los dirigentes europeos establecían el plan que les permitiría comprar la colaboración de los gobiernos de los países de origen y de los países de tránsito para detener la inmigración hacia Europa.

Son miles de millones prometidos por los dirigentes europeos a dichos gobiernos africanos, a los que hay que añadir los previstos por el Fondo Fiduciario de Emergencia, creado en 2015 para supuestamente "combatir las causas profundas de las migraciones irregulares", dinero que ni tan siquiera la población ha olido; sin embargo los ejércitos de diferentes países han podido renovar su material bélico.

Con estas 406 personas, ya son cerca de 20.000 los migrantes subsaharianos que han sido atendidos –según las propias cifras de la OIM–, desde que, en 2016, iniciara sus operaciones de rescate en la zona. Este desastre, por pasar más desapercibido que el que acontece diariamente en el Mediterráneo, no deja de ser menos escandaloso y mortal. La OIM estima que han muerto en el desierto del Sáhara, como mínimo, el doble de inmigrantes que en el Mediterráneo, lo que supondría una cifra aproximada de 30.000 muertos desde 2014, según sus propios datos.

Son muchos de los países de esta zona geográfica, que los dirigentes de la Unión Europea caracterizaban, y caracterizan, como abominables dictaduras, lo que indiscutiblemente son, no obstante esta caracterización no les ha impedido de financiarlos para frenar o impedir toda migración, ya sea nacional propia u originaria de otros países en tránsito, hacia Europa.

Un buen ejemplo de la política europea respecto a los migrantes es Eritrea. País en el que aún hoy es vigente el Estado de excepción, promulgado desde que estalló la guerra con Etiopía entre 1988 y 2000, y que además, en su tiempo, ha sido acusado por la Unión Europea de ser un patrocinador de organizaciones terroristas, esta última se pone de acuerdo para proporcionar 200 millones de euros al gobierno de Eritrea en concepto de ayuda.

Una parte importante de la cantidad de dinero repartido por la UE en África sirve para financiar, en los diferentes países atravesados por las personas que huyen la guerra, la miseria y la represión, los inmensos campos de refugiados. Dicho de otra manera, mediante dinero efectivo la Unión Europea pide a los países pobres de acoger los inmigrantes que ella no quiere. Esos jefes de Estado europeos, que día tras día presumen de ser grandes demócratas defensores de la civilización y no dudan en darnos lecciones sobre el respeto de los derechos humanos, son los mismos que sin pestañear planifican la barbarie en África, repartiendo millones de euros.

Mario Diego es socio de infoLibre

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