Librepensadores

La política y el arte

Luisa Vicente

Cataluña ha arrinconado por motivaciones políticas a muchos artistas catalanes reconocidos a nivel mundial. No valorar intrínsecamente la obra de personajes como Salvador Dalí o Augusto Ferrer Dalmau, "el pintor de las batallas" como lo llama Arturo Pérez Reverte, es condenar por rancia ideología política a genios que han pasado a la historia.

El pintor Augusto Ferrer Dalmau, nacido en Barcelona en 1964, tiene obras encargadas por gobiernos e instituciones de todo el mundo, pero ha sido condenado al ostracismo por los medios en su propia tierra. No sale por TV3, no se habla de él en ningún sitio, no se le hace entrevista alguna. Y es un perfecto desconocido en su propia tierra por declararse públicamente ciudadano español. Cataluña lo ha matado artística y profesionalmente. Este vergonzoso boicot a un pintor único en su género, ha supuesto a Ferrer Dalmau exiliarse forzosamente a Valladolid, y para Barcelona ha supuesto perder su propia historia.

La amnesia voluntaria de artistas mundialmente reconocidos que no se identifican con el "procesismo catalán" sugiere que Cataluña, como país, ha perdido inteligencia natural, apertura de miras, el respeto por la cultura como fuente transformadora del propio individuo y el reconocimiento del arte como uno de los mayores placeres que se pueden tener en la vida.

Me produce perplejidad que a Salvador Dalí, el polifacético y creativo artista, el máximo representante del surrealismo, no se le haya dedicado una calle o una plaza en Barcelona. Fue injusto que su obra, incluso estando en vida, fuera excluida en la exposición "Cent anys de cultura catalana" celebrada en 1980 en Madrid por decisión del comité de expertos. Madrid en cambio dio su nombre a una plaza en 1986.

Durante el gobierno de Carmena en 2016, el informe: "La pervivencia del franquismo en el callejero madrileño" en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, propuso suprimir el nombre de 30 calles de personajes históricos relacionados con el franquismo. El nombre de "Plaza Salvador Dalí" también estaba previsto eliminarlo, decisión a la que se opuso la alcaldesa Manuela Carmena calificándolo de "disparate". Hubo suerte, afortunadamente la plaza Salvador Dalí continua haciendo honor a su memoria en Madrid.

Desde su muerte en 1989, el pintor sigue incomprensiblemente olvidado desde hace tres lustros en Figueres, su pueblo natal. Aparte de la exposición fotográfica "Dalí, Breaking News" celebrada en el Palau Robert en junio 2017, pocos eventos se hacen en Barcelona en relación con la vida y obra del insigne artista. No hace falta preguntarse si el olvido imperdonable hacia el pintor se debe a que Dalí reivindicó en repetidas ocasiones su simpatía por la monarquía, y su sentimiento españolista y catalanista por igual. Cataluña sabe que el artista nunca comulgó con el nacionalismo catalán, ni con los políticos que defendían a ultranza esta postura, sin embargo en infinidad de ocasiones hizo gala de su catalanidad usando la barretina y las espardenyes en actos relevantes, algo que muchos parece haber olvidado. Pocos recuerdan cómo Salvador Dalí con 19 años fue detenido por enarbolar una señera cuando entró en barca al puerto de Cadaqués.

Dalí hizo un primer testamento dejando el 50% de su obra al Estado español y el otro 50% a Cataluña. Posteriormente lo anuló para hacer otro testamento legando el 100% de su obra al Estado español. El enfado que produjo en Jordi Pujol y en sus allegados tardó en desaparecer (si es que ha desaparecido) aunque finalmente se negoció un año después de su muerte. entre el ministro Semprún y el conseller de Cultura Joan Guitart, un acuerdo salomónico para repartir la obra entre el Estado y la Generalitat. El mundo daliniano se apaciguó y la Fundación Dalí, presidida por Ramon Boixadós, empezó a trabajar. Pero eso no impidió reacciones tan surrealistas como la decisión del Ayuntament de Artés de retirar el nombre de Salvador Dalí de una calle, que fue sustituido por el de "Ramon Casas"

Las relaciones con la Generalitat, y especialmente con el conseller de Cultura Max Cahner habían sido siempre tensas y distantes. Cahner fue más allá y calificó a Dalí de cobarde y equiparó el Ministerio de Cultura con “las fuerzas de ocupación”.

Otros personajes del mundo del humor y de la farándula han tenido mejor suerte que Salvador Dalí. A Pepe Rubianes, a pesar de haber nacido en Pontevedra, se le adjudicó una calle recientemente en Barcelona bajo el expreso deseo de la alcaldesa Ada Colau y otros líderes políticos. Pero no nos engañemos, a Pepe Rubianes no le hicieron este honor por ser más simpático que Salvador Dalí, a Pepe Rubianes se le reconocía como "gran artista" porque su discurso antiespañol encajaba con el discurso catalán y era bendecido por los independentistas.

Veamos los términos absolutamente despectivos en que se expresaba Rubianes en una entrevista en TV3:

“¿Usted cree que la unidad de España está en peligro?", le preguntaron en el programa de TV3 El Club. Contestación de Rubianes: “A mí la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás, que se metan España en el puto culo a ver si les explota dentro y le quedan los huevos colgando de los campanarios”.

Lo vergonzoso fue el caluroso aplauso que le brindó el “respetable” al acabar este inteligente y grandielocuente discurso.

Cuando los líderes procesistas dicen que han sido condenados por "sus ideas políticas", me pregunto si no son ellos los que están condenando con el ostracismo y el rechazo a los que tienen ideas políticas diferentes a las suyas.

Cataluña no ha ignorado sólo a Salvador Dali, o al pintor Augusto Ferrer Dalmau, ha ignorado a muchos otros artistas, que se han visto obligados a marchar de la tierra donde nacieron y exiliarse a otras provincias españolas, como única salida para proteger su obra y su memoria.

Hemos de admitir que en Cataluña hay miedo. Muchos artistas prefieren no pronunciarse sobre el independentismo y se muestran ambiguos para no sufrir un boicot en su propia tierra.

Destaca el caso de Rosa María Sardà, actriz que ha llevado su compromiso hasta el punto de rechazar la Creu de Sant Jordi por su desacuerdo con las políticas nacionalistas.

Núria Espert denunció ya en 2014 que la separación de Cataluña del resto de España acarrearía “mucho dolor y que mucha gente tenga que marcharse”. Un par de años más tarde, abundó en el mismo sentido: “Vamos camino del desastre. Lo de la independencia me parece un pequeño brexit igual de catastrófico que el británico”.

El dramaturgo Pau Guix lamenta que sean tan pocos los actores españoles que se atrevan libremente a manifestarse sobre el procés: “El miedo es comprensible en el caso de que seas catalán, porque los compañeros de profesión pueden pasar a ser compañeros de odio" y siguió argumentando: " Todos recordamos el caso de Albert Boadella, una de las figuras más odiadas en Cataluña por haber denunciado el nacionalismo. Y es que en mi tierra la disidencia conlleva un alto precio: si no comulgas con el separatismo, tu destino natural es la muerte civil”.

No olvidemos el hecho lamentable que le ocurrió al cantautor catalán Joan Manuel Serrat en diciembre 2018 al verse obligado a interrumpir su concierto en el Auditori del Fòrum de Barcelona. Un fan le increpó ante todos los espectadores por cantar en castellano. Serrat tuvo la paciencia de interrumpir su espectáculo para explicarle el motivo de cantar en español.

La historia parecer estar condenada a repetirse. Cataluña está protagonizando parecidas y desgarradoras situaciones como las originadas por la represión franquista durante la Guerra Civil . El agrio camino del exilio marcó a científicos, intelectuales, personajes ilustres, como Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Pérez Ayala, artistas, pintores célebres como el vallisoletano Aurelio Garcia Lesmes, verdadero renovador del paisaje de los campos y llanuras de la Vieja Castilla, o el pintor, también vallisoletano, Francisco Galicia Estevez, y para no alargar más la lista, pongo en el pedestal del recuerdo más amargo al gran poeta andaluz Federico García Lorca, que fue fusilado el 18 de agosto de 1936 en el barranco de Viznar, a pocos kilómetros de la capital granadina, conocida como "carretera de la muerte".

Cataluña debería tener una visión critica del impacto y los daños que el procesismo está infringiendo al mundo cultural y a la memoria de todos y de cada uno de sus artistas. Una buena manera de solucionarlo sería anteponer su sentimiento moral a su etnicismo chovinista y excluyente.

Me confieso una apasionada de la cultura en todas sus formas. El arte, como dije al principio de este artículo, tiene el poder de engrandecer los sentimientos más íntimos de quien contempla una obra y por toda esa grandeza no debería ser vetado en nombre de nada ni de nadie. Y menos en nombre de un ideario político. _______________

Luisa Vicente es socia de infoLibre

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