Librepensadores

2019, adiós

Jose M Barrionuevo Gil

No todos los años nos sentimos igual. Todos tenemos nuestros más y nuestros menos; sin embargo cuando llegamos con los días contados, como nos suele pasar a todos nosotros, nos es difícil estirar no solo los días, sino también cualquier momento que nos hubiera hecho falta para poder decir algo más o sencillamente aclarar algo todo aquello que habíamos dicho, ya que las palabras no estuvieron a la altura de nuestros pensamientos. A la altura de nuestros sueños, ni hablamos. Sabemos que “cada día tiene su afán”, pero por mucho que nos afanemos, las agujas del reloj nos cosen, a veces, un traje tan ajustado, que nos impide hasta el crecimiento. Con todo, hay veces que las agujas del reloj dan puntadas sin hilo y el tiempo, que podría ser nuestro, es un tiempo perdido. Siempre tenemos que estar a la altura de las circunstancias, pero, a veces, no nos podemos ni estirar por muy temprano que nos levantemos. No nos podemos quejar, porque nos pasa como a todos, nos pasa el tiempo.

Todo el mundo tendrá su alforja de quejas, porque, cuando no se tiene nada que poder llevarse a la boca, sería absurdo no aprovechar ese tiempo de ocio, que nos dejan, para poder decir lo que pensamos, lo que deseamos y, sobre todo, lo que necesitamos.

Necesitamos que se aclaren las perspectivas, que cada barca recoja sus velas y que cada marinero se haga responsable de todo aquello que hace y no dedicarse a echarle la culpa ni a la mar ni a la barca ni a la brújula.

Siempre se ha dicho que “nunca fue mal año por mucho trigo”. Sin embargo, si las cosas no salen como quiere la gente, cuando se amontonan las dificultades, todo el mundo termina diciendo “qué año más malito nos ha tocado. Menos mal que ya se nos va y parece que nos podemos quedar tranquilos”.

Eso sí, todos nos hemos dado cuenta de que los años no tenemos la culpa de nada, porque todos los años ponemos nuestros días al servicio del personal, aunque el personal se sacuda sus responsabilidades y nos las quiera endilgar a todo trance a nosotros, sin más consideraciones. Es que el personal, con tantos muros, los que separan y los que sirven para expresarse y denunciar, como si estuviéramos en una dictadura, se está poniendo de un impertinente, que no es fruto más que de su propia ignorancia. Como dice Chomsky, “la gente ya no cree en lo que ve” y, claro, sigue la ola de la ceguera, la ola de lo que le dicen y nos atribuye a los años todo el arsenal de sus desgracias.

Al final, en estos ultimos días, sin ir más lejos, parece que con tantas lucecitas la gente se ha deslumbrado, y encima le han impedido ver lo que podría estar detrás de tantas luces, que no era otra cosa que la luminaria de los egos, la luminaria del consumo, la luminaria que ocultaba el destrozo que se producía de cualquier reflexión o crítica. Pero lo que es cierto es que no se le puede echar la culpa a este año, que os habla, como tampoco podemos echársela ni al ayuntamiento ni al gobierno ni a ninguna institución...

La gente no puede ignorar los márgenes que las malas leyes han dispuesto para el servicio de los poderosos y nadie debe poder permitirse el lujo de considerar privilegiadamente las actuaciones de los que mandan y que, a la larga, se van de rositas, cuando todos sabemos que las responsabilidades son algo más que personales, porque tienen nombres y apellidos.

Tampoco podemos confundir lo que hace la gente con lo que dicen que hace la suerte (si le ha sido adversa, sobre todo), que le haya podido conceder este año, que ya se os va de las manos.

A todos vosotros os corresponde, ¿cómo no? Aprovechar, desde mañana mismo, el tiempo que os concederá nuestro hermano mayor, pero desde pequeño todavía, que no hagáis dejación de vuestros deseos, de vuestros derechos, de todo lo que habíais conseguido durante el último siglo. Sí a vosotros, porque no sois eternos, pero colectivamente sois, además de mayores, muy grandes, muy poderosos y hasta muy humanos. No vais a durar muchísimos años, pero no podéis romper los lazos de todas las humanas generaciones para que vuestra historia sea distinta y hasta la geografía os la podáis hacer favorable. No podéis abandonaros porque el refrán diga que “no hay mal que cien años dure, ni gobierno que perdure”. _________________

José Mª Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

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