Librepensadores

Elogio de la madurez

Felipe Domingo Casas

Hemos aprendido en estos últimos años que ya no se puede escribir de la situación política actual española sin tener como referencia al ciclo de la naturaleza, a la necesidad de acomodar nuestro raciocinio a lo que ella nos demanda por los recursos que nos ofrece a diario para vivir. La naturaleza nos recuerda con frecuencia a través de múltiples manifestaciones del clima (sequías, inundaciones, incendios, huracanes...) que no podemos abusar de sus recursos, malgastarlos o pervertirlos. Entonces la naturaleza se rebela como un animal herido. Si destruimos los bosques y el arbolado, nos avisa y castiga con incendios más destructivos. 

Como todos los frutos tienen su tiempo y época de maduración (cada cosa en su tiempo y los nabos en adviento), hemos aprendido, a pesar de nuestra inquietud y desasosiego, de muchos impacientes en este último año, que para cambiar las cosas y mejorar nuestro bienestar de lo que se ocupa la política, hay que dar tiempo al tiempo, dejar que transcurra para que maduren los entendimientos y los acuerdos para corregir y acertar en los planes y programas que se proponen.

Han tenido que transcurrir casi los meses de maduración de un parto humano para madurar también lo que unos consideran  un engendro y otros, por lo que yo siempre aposté, un parto de mellizos, el niño y la niña bonita del gobierno de coalición. Suerte la de Pablo e Irene que tienen en su casa esos hijos, aunque disiento de él cuando habla de la política al repetir aquello de que “las cosas no salen a la primera”; salen cuando maduran, tras fracasos repetidos por no esforzarse lo suficiente, y de los que, según la sabiduría popular, se aprende más que de los éxitos.

Siempre recordaré las palabras autocríticas, que puede que ni él recuerde, del gran atleta José Luis González, el cual tras repetidos fracasos ya con 26-27 años, manifestó: “Soy un atleta mediocre”, seguramente porque no se había esforzado lo suficiente, ya que luego con 29 años se proclamó en 1987 subcampeón del mundo del 1.500 en Roma en una carrera y última vuelta fantásticas.

Por eso hay que confiar y apostar porque el Gobierno de coalición no sea un experimento con gaseosa y condenado de antemano al fracaso. Escribo estas letras, al mismo tiempo que tengo a mi lado libros como Elogio de la duda, Elogio de la lentitud y Elogio de la experiencia, cuyas tesis de todos ellos combinadas pueden llevar al éxito al nuevo Gobierno.

Por el contrario, los deseos de las derechas, expresados en la sesión de investidura y con el conocimiento de los nombres y el crecido número de ministros/as pronostican e intentan desde el primer día su fracaso antes de comenzar su andadura (esta palabra tenía que ponerla), por el énfasis oral que han expresado, por el énfasis gestual que han manifestado, adornado todo de una agresividad maledicente.

Dice Fernando Lázaro Carreter en su recopilatorio del libro El dardo en la palabra que “como el énfasis es siempre una afectación, se mueve como ésta por la fina linde que media entre los serio y lo ridículo”, y al referirse al énfasis gestual (recuerden el cartel de Arrimadas, la postura de espaldas de Suarez Illana), recoge una observación de Pérez de Ayala (1921): “Todo el que se conduce en la vida con ademanes de énfasis patético es un simulador”.

En cuanto a la agresividad, Lázaro Carreter compara la palabra inglesa agressive con la española agresividad. Y dice que “mientras para el inglés agressive viene caracterizado por una gran energía, ambición o capacidad de iniciativa (que es lo que yo quiero para mi equipo, el Atlético de Madrid), en español esa palabra tiene un significado amenazador”. Y destructor, que eso es lo que hemos hecho en las ciudades y pueblos de España con el arbolado: una poda agresiva e injustificada. 

Al mostrarse Casado, Arrimadas y Abascal agresivos “se convirtieron en ofensores, mortificantes, atacantes, estridentes, hirientes..., que todas estas cosas significa agresivo en castellano”. Y termina su artículo, que  parece escrito anteayer: “Yo, la verdad, ante la vista de un vendedor agresivo, ante el anuncio de una campaña agresiva, ante la convocatoria de unas instituciones agresivas, estoy dispuesto a telefonear a la comisaría más próxima”.

Mi consejo, pues, para el nuevo Gobierno es que corra mucho, pero no demasiado, en busca del tiempo perdido. Esforzándose lo suficiente,  los planes saldrán y los resultados llegarán. ¿Quién le iba a decir a Manuel Castells que, a su edad, le llegaría otra oportunidad para exponer su talento en la enseñanza, la investigación y en la gestión de la enseñanza superior? Espero que la experiencia acumulada de sus años en universidades norteamericanas y europeas sirva para remover aquellos aspectos anquilosados de la universidad española y que del diálogo entre Pedro Duque, ministro de Ciencia, y él consigan poner ambas a una mayor altura, que los dos son hombres de diálogo y escucha y formadores de equipos. Si algo critico ahora al presidente Pedro Sánchez es que no haya sido él quien propusiera a Manuel Castells como ministro de Universidades.

Apenas se habló de Europa en la sesión de investidura, de la influencia que debe tener España en el desarrollo de la Unión Europea. Manuel Castells escribe en su libro Ruptura sobre la identidad común europea Ruptura que identifica como “la identidad-proyecto”, es decir, la voluntad de compartir un proyecto común, el querer ser europeos, por encima de las identidades nacionales, y descubrir su significado en una práctica común, por ejemplo, el trabajo, los estudios, la política, la cultura. Y añado yo, y la judicial. Europa tiene ya legislación, Tribunales y jurisprudencia que no se aplica en España por  interés nacionalista y por preservar nuestras instituciones sin crítica.    

El nombramiento de la ministra  de Asuntos Exteriores es de gran importancia y ha levantado muchas expectativas, si España quiere tener voz, presencia e influencia en el mundo. Una ministra que duplique la de Josep Borrell, que no sea solo un subordinado. La política  internacional necesita voces muy activas e influyentes en estos momentos.

“Es tiempo de coaliciones”, escribe Manuel Castells, quien explica constantemente que la fragmentación parlamentaria española es fruto y consecuencia de la deslegitimación del bipartidismo, al no conseguir con su prolongación y gobierno de años el bienestar que prometía. Por eso es tan doloroso que se intimide a un representante de la España despoblada, que todos los votos son necesarios para apoyar a un gobierno de progreso. 

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Felipe Domingo es socio de infoLibre

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