Librepensadores

José Luis Cuerda y el absurdo

Antonio García Gómez

Se le apostilla con generosidad al buen José Luis Cuerda de rey del absurdo (?), con compasiva condescendencia, como si de una surrealista pose se tratara para invitarnos a recordar al maestro con una indulgente sonrisa. Así, con el feble compromiso de que también podríamos tomarlo en serio.

Y así recurriríamos al “amanece que no es poco” que, como en el despliegue de la película de su título, convendría leer, contemplar, digerir e, incluso, sonreír varias veces antes de caer en la cuenta de que la cosa iba en serio.

Porque empezando por el título, tal vez sería bueno recordarlo cada vez que… amaneciese. Sin necesidad de ponernos excesivamente sesudos.

Sencillamente podríamos empezar atendiendo a lo que comentaba, al respecto, José Luis Cuerda, sobre su guion, es decir sobre su contenido: "Son unos forasteros que llegan a un pueblo, en ese pueblo pasan cosas y después se van. En eso están basados los wésterns".

¿Mayor brevedad, mayor claridad? Como para intentar tomar nota sobre la “trascendencia” de lo absurdo frente a la “contingencia” impostada de lo ortodoxo elevado a la potencia de lo correcto, de lo serio y lo grave, como si la verdad se hubiera instalado sobre el rictus de lo agrio. Decía Juan Tallón que “lo absurdo representa el triunfo del chasquido sobre la argumentación”, del relámpago sobre el chaparrón, de la espontaneidad sobre la establecido mal que nos pese.

Por eso lo absurdo es clarividente, e incluso muy sesudo y puntilloso, por eso mismo los pobladores del pueblo de Amanece... sentían “veneración” por Faulkner, tal vez para evitar los prejuicios ante la trapisondista galanura de lo prosódico, de lo conveniente, de lo escrito en el papel que escriben nuestros… amos y señores, de dios abajo… el resto de los poderosos filibusteros que escriben el guion y obligan a su observancia.

Y por ello debemos estar agradecidos a Cuerda y su amanecer, poeta y absurdo, cercano y humano, como para tomarse muy en serio y no creerse ni la mitad de lo que apuntaba. Porque nosotros también podremos llegar a ser ocurrentes, es decir tan contingentes… al paso del trascendente “comandante del puesto de la Guardia Civil”.

Y además porque Cuerda también nos supo mostrar la cara amarga de la derrota, cuando vemos al alumno de don Gregorio, en La lengua de las mariposas, acobardarse ante la marea de los “brutos innobles” y terminar insultando a su amado maestro. Porque el absurdo no está en la media sonrisa, ni tampoco en la carcajada, sino en el llanto reprimido de la descarnada existencia… nada absurda, nada surrealista.

Y entre tanto, Cuerda ya reuniéndose con Azcona, en el cielo de los memorialistas de nuestro mundo y nuestro tiempo, tal vez para echar unas risas y desvanecer la amarga sonrisa del escepticismo que nos contempla implacable.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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