«Abolir no es prohibir». Excelente frase, entre otros u otras, de Mabel Lozano, valiente luchadora contra la explotación y degradación prostitucional. Apropiadas palabras y conceptos, que no tratan de solventar la cuestión ipso facto, pero que ponen la problemática en una tesitura de partida para su solución más que aceptable.
En efecto, prohibir la prostitución, en el estado actual de cosas, es atacar al más débil, el ofertante de prostitución, que normalmente se mueve en una situación de necesidad o precariedad. La prohibición significa dejarlo/la en la misma posición y capacidad en que se encontraba y con pocas posibilidades de cambio y mejora, o quizás implique empujarlo/la a persistir en un submundo todavía más profundo.
Por lo tanto, si nos marcamos el objetivo de la erradicación de la prostitución y el fin de la vejación que comporta, se tendría que adoptar una línea de actuación que, aunque requiera tiempo y esfuerzos, nos lleve a resultados significativos y permanentes, es decir: abolir (la prostitución) no es prohibir, es dotar de derechos a las personas víctimas de dicho proceso de prostitución.
Primero que nada, la abolición no es un fin en sí mismo, sino un instrumento que permita trabajar de forma coherente en un ámbito global, en el seno de la sociedad, en aras de obtener una reinserción eficaz de las víctimas; además de una prevención, con especial incidencia en sectores vulnerables, y una formación-educación del conjunto de la sociedad sobre la problemática. Y esto son leyes, implantación de una legislación que posibilite la consecución de tales objetivos. Entre las metas principales: acabar con el tráfico y comercio de personas, dotar de recursos materiales y no materiales a las víctimas, más su defensa y orientación hacia un nuevo mundo o contra recaídas.
Está claro que se hace patente la persecución y descrédito del consumidor de sexo pagado, porque posibilita la mercantilización, cosificación y violencia estructural establecida o permitida contra personas vulnerables. Considerando que la prostitución es un fuerte obstáculo a la igualdad y dignidad de las personas, además de ser violencia contra el débil, y que la víctima no puede pervivir o ser abocada en submundos escondidos lejos de los derechos que nos humanizan a todos.
No es una tarea de un día para el otro. Es de largo recorrido. Pero se estarán asentando las bases para que la sociedad no vea, no considere, la prostitución como una cosa más de nuestra realidad, una cosa normal o realizable, y se sienta impelida a huir de su demanda, de su oferta, de su práctica. Habremos andado hacia el respeto y la igualdad de las personas, sobre todo de las más vulnerables, que, seguramente, necesitan el esfuerzo de todos.
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Jesús Moncho es socio de infoLibre
Ayer releyendo algunos artículos de Miguel Lorente recordé este documental de otra mujer, Isabel de Ocampo, “Serás hombre”. Por si tenéis ocasión de conseguirlo o verlo. De él habla el artículo.
https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/category/prostitucion/
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Me ha gustado la clara explicación. Y ya que menciona a Mabel Lozano, comparto una entrevista. Gracias
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20200306/mabel-lozano-yamiled-podria-ser-ana-orantes-la-primera-7876073
Saludos,
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Ocultar 3 RespuestasIsa, no se abre el link por ti aportado. Y habría que remachar que Mabel Lozano trabaja y está voluntariamente implicada en la problemática, no es una ideóloga o teórica que viva del asunto. La abolición necesita de esforzados implicados en las labores del día a día para erradicar tropelías, y no lanzar teorías inaplicables y abstractas sobre la prostitución, la dignidad y la libertad de las personas.
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Ocultar 2 RespuestasHola JJJ. Por ese motivo que apuntas, y el estreno del documental, lo comparto. A mi me permite abrirlo. Y no tengo opción de copiar el enlace de otra forma..
Prueba buscando:
ENTREVISTA Mabel Lozano: "Yamiled podría ser Ana Orantes; la primera"
Saludos,
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Ocultar 1 Respuestaswww.infolibre.es ISSN 2445-1592
Al hablar de prostitución sin matizar se convierte en uniforme algo qur no es. En primer lugar, se suele olvidar la prostitución masculina, casi exclusivamente para clientes homosexuales aunque no siempre (Richard Gere, American gigolo). Sobre la femenina, poco tiene que ver la nigeriana explotada por mafias con la española de familia de clase media que acompaña a citas de negocios y cuyas tarifas están en cientos de euros por día, a veces más. Mientras no se distinga claramente entre las diversas clases de prostitución y se enfoque el asunto exclusivamente desde el punto de vista de la moral pacata y puritana, los abolicionistas seguirán pareciéndose como dos gotas de agua a las Micaelas, unas monjas redentoras de putas que tratan, sin conseguirlo, de llevar al buen camino a Fortunata, la protagonista de una de las grandes novelas de Galdós, tan de moda en este momento.
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La Fortunata fue hace mucho tiempo, cuando las mujeres solo podían ser puta o esposa. Desde entonces las mujeres hemos logrado con no pocos esfuerzos ser independientes, no depender de los hombres, como para que ahora nos vengan con el cuento de venderse empodera!
Ni puritanismos ni hostias, es defender que las mujeres no se vendan y sobre todo, que los hombres no puedan comprar y abusar de necesitadas.
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Vuelves a olvidarte de la prostitución masculina. Y de las putas de lujo. Y de las "actrices" porno (¿o no follan - - y de maneras muy raras-- por dinero? ). En la izquierda hay demasiada gente que debería ser misionero/a. ¿Influencia de los colegios de curas y monjas? Yo de ese privilegio no disfruté. A la gente hay que darle la posibilidad de ser buena, pero no hacerla buena a la fuerza. Sois como las Micaelas, ya digo.
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