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El coronavirus en los tiempos del cólera neoliberal

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Juan José Torres Núñez

En estos tiempos difíciles en los que el neoliberalismo se ha instalado en la mayoría de los países del mundo, ha aparecido un destructor que es una amenaza para la humanidad. Llamado coronavirus, libra una dura batalla sin piedad contra todos los seres humanos. Pero unidos y liderados por los soldados de la sanidad española, acabaremos con este maldito virus que intenta arrebatarnos la vida. Sin embargo, cuando termine la pandemia que azota nuestro planeta, aún nos queda otra batalla que librar para destruir el cólera neoliberal que nos asfixia y hace estragos en nuestras vidas. El neoliberalismo no quiere gastar dinero en las mejoras públicas como la salud, la educación, la vivienda, las pensiones y las infraestructuras de nuestra sociedad. Tampoco quieren atender a las necesidades de los más desafortunados porque su lema es austeridad y recortes. Veamos, pues, un breve resumen de lo esencial de esta corriente económica.

Siempre se dice que el neoliberalismo empezó en las décadas de 1970 y 1980. No importa el año, pero muchos consideran que con las elecciones en Inglaterra el verano de 1979 y la llegada al poder de Margaret Thatcher, se acabó con el ancien régime y se abrió la puerta a una nueva ola de privatizaciones y de individualismoancien régime, como señala Kenneth O. Morgan en su libro Britain since 1945. Ya han quedado para la historia frases de Thatcher como “I have changed everything [He cambiado todo]”, “There [is] no such thing as society, only individuals and families [No hay tal cosa como sociedad, solo hay individuos y familias]”. Con otras palabras, quien manda en la sociedad, que según ella no existe, son los mercados. Thatcher estaba influenciada por sus lecturas en la universidad, como ella misma dijo, del libro de Friedrich von Hayek, Road to Serfdom [El camino de la servidumbre] y por el enfoque monetarista del economista Milton Friedman, de la Escuela de Chicago.

Se pasó así del liberalismo moderado al liberalismo radical, dejando atrás a Adam Smith y su libro Wealth of Nations [La riqueza de las naciones], en donde indicó que el gobierno no tiene que interferir en la libre competencia de los mercados. Este laissez-faire, que tanto criticó Charles Dickens en su novela Hard Times [Tiempos difíciles], lo defendieron a ultranza Hayeck y Thatcher con una economía de mercado. En el año 1982, con la guerra de las Malvinas y los lazos de amistad entre Inglaterra y Estados Unidos, con Ronald Reagan en la Casa Blanca, llegó el momento decisivo de Thatcher al convertirse en la ‘Dama de hierro’, después de ganar la guerra a Argentina con la ayuda inestimable de EE UU. El neoliberalismo, pues, se asocia a las políticas económicas de esta alianza angloamericana.

Se trata de un neoliberalismo salvaje de sálvese quien pueda, definido muy bien por Ismael Hossein-Zadeh en su artículo Unipolar Governance of the Multipolar World, con una sola frase: “La versión neoliberal del capitalismo es la filosofía económica compartida por las élites en el poder en todo el mundo”. Para él, este sistema de gobierno global se ejerce a través de las poderosas instituciones financieras como el Bank International Settlements (BIS), controlado por los bancos centrales de los poderes económicos, el Fondo Monetario Internacional y la Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication (SWIFT), que controla la información de las transacciones de todo el mundo. A Hossein-Zadeh le resulta muy triste que los economistas académicos del neoliberalismo consideren que “no hay alternativas a los modelos de desarrollo de las economías neoliberales”. Es decir, según estos economistas, los países que quieran progreso social tienen que integrarse en el sistema neoliberal del capitalismo global. Pero se contradicen porque esta gobernanza global está creando cada día más ricos y más pobres. Si no existe otra posibilidad para una sistema más justo, entonces, estos economistas se parecen mucho a Hércules cuando llegó al estrecho de Gibraltar y gritó: Non plus ultra! [¡No hay nada más allá!]. El tiempo ha demostrado que Hércules estaba equivocado.

La fundadora y presidenta del Instituto Schiller, Helga Zepp, ha declarado que la crisis del coronavirus se podría convertir “en el detonante de un colapso sistémico del sistema financiero global”, que para ella se encuentra “en bancarrota”, como lo demuestra “los dos mil billones de dólares en agregados financieros totales” y “la emisión masiva de préstamos […] de la Reserva Federal [de EE UU] desde el 17 de septiembre del año pasado”. Ella tiene una solución para “esta crisis existencial” que estamos viviendo: “reorganizar el sistema financiero que nos está empobreciendo”. Esta transformación pasa por “implementar de inmediato un sistema global de separación bancaria, según el modelo exacto de la “Ley Glass-Steagal del 16 de junio de 1933, de Franklin Roosevelt. Bajo este sistema, la banca comercial debe estar bajo protección del Estado”, completamente separada, de tal forma que a “los bancos especulativos de inversión” no se les pueda “permitir el acceso a los activos de la banca comercial, ni el privilegio de los rescates financieros con el dinero de los contribuyentes. El papel tóxico de estos bancos, tales como los contratos de derivados pendientes, se tienen que dar por perdidos”.

Helga Zapp no ha olvidado referirse a las maniobras militares de los países de la OTAN, que los califica de demenciales al movilizar “grandes cantidades de efectivos militares de la OTAN junto con equipo pesado, a las fronteras de Rusia”, poniendo así en peligro la paz de Europa y del mundo. En contraposición a esta evidencia, tenemos la paranoia que muestra el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, con su fijación en la idea de que Rusia es un gran enemigo. De sus conferencias de prensa se desprende que es una persona muy peligrosa. En la del 19 de marzo mostró un belicismo que puede llevarnos a una guerra nuclear. Habló de la necesidad que tienen todos los miembros de la OTAN de mantener un incremento militar para poder hacer frente a la “amenaza de la agresión rusa”. Recalca en su arenga que “los aliados de la OTAN acordaron invertir más en defensa”. Y repitió que esperaba que los aliados cumplan con su promesa de “invertir más en nuestra seguridad”. Pues al invertir más en las fuerzas armadas “contamos con más capacidad para resolver los acontecimientos imprevistos, crisis y desastres naturales como por ejemplo la que tenemos ahora [con el coronavirus].

Lo que está ocurriendo hoy es precisamente el resultado de la falta de inversiones en lo que verdaderamente necesitamos. Lo que Stoltenberg propone es salvar el mundo con una guerra nuclear contra Rusia. El coronavirus no se combate con armas nucleares porque es un enemigo invisible. Sí se combate con muchas inversiones en investigación, educación, sanidad pública, hospitales públicos, más dinero para contratar a más profesionales sanitarios, menos recortes y menos austeridad. Además, Stoltenberg debe saber que esos países que supuestamente amenazan nuestro modo de vida, han venido ahora a rescatarnos con aviones cargados de material sanitario, mascarillas, respiradores y personal especializado para ayudarnos a ganar la batalla a esta pandemia en la que estamos todos inmersos. Nosotros invertimos en armas que EE UU obliga a comprar a sus vasallos aliados, para que ellos puedan seguir gastando cantidades ingentes en su maquinaria de guerra. ¿Quién nos está suministrando el material sanitario que no tenemos para combatir el coronavirus? China y Rusia, y hasta Cuba puede exportar médicos y material sanitario después de tantos años de embargo por parte de EE UU. Europa, como hemos visto, padece una parálisis celebrar. Y EE UU no puede enviarnos lo que ellos no tienen.

Todo lo expuesto hasta ahora sobre el neoliberalismo lo resume muy bien Rob Urie en su artículo The Virus and Capitalismo. Sostiene que el neoliberalismo es una teoría de gobernanza sin gobierno, que deja a los mercados decidir, como si interviniera la naturaleza. Pero “dejar a la naturaleza que decida en una pandemia significa aceptar de forma pasiva una gran cantidad de muertes”. Como vimos en 2008, existe el peligro de que los rescates acaben enriqueciendo a los que más tienen y que los monopolios corporativos sean los que se aprovechen de la catástrofe para ganar más. Urie no se equivoca cuando afirma que “una sociedad funciona cuando funciona su sistema sanitario”.

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Como consecuencia de lo que estamos viviendo, con el coronavirus China está emergiendo como una potencia que muestra al mundo un compromiso moral con todos los países, mientras que EE UU y sus aliados están más pendientes de los bancos y de los movimientos de las bolsas. China se abre al mundo con su ayuda y EE UU se cierra. Parece que después del coronavirus no volverá a ser la American First. La Unión Europea, si sigue con su parálisis se irá carcomiendo poco a poco, a medida que los países que la forman recuperen su soberanía. Lo que seguirá siendo imperativo será trabajar todos juntos por un mundo más justo, más digno y más humano. Esto solo se podrá conseguir con la cooperación, nunca jamás con la confrontación.

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Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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