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Casado: así no

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Miguel Sánchez

Los refranes, en cuanto reglas que pretenden condensar la sabiduría popular, tienen también sus excepciones como todas las reglas. Así, para no ser menos, el que dice que mal de mucho, consuelo de tontos, muestra asimismo su talón de Aquiles, extremo que antes de desvirtuarlo lo valida tanto como regla como refrán. En el caso de la pandemia del coranavirus, el cojear del refrán se nota desde lejos enseguida porque en esta ocasión, más que un consuelo, resulta una constatación: frente a este nuevo virus nadie (ni aun los epidemiólogos) sabía nada ni ningún país tenía preparado ningún material sanitario extra aparte del doméstico de andar por casa. Por tanto, cuando desde el Gobierno se asegura que a nosotros nos ha cogido tan desprevenidos como al resto de las naciones no se está dando ningún pretexto para contentar a unos ciudadanos a los que se presuponen bobos ni enjugar ninguna responsabilidad.

Que el virus haya sorprendido con el paso cambiado a una potencia como Estados Unidos (hasta hoy 240.000 contagiados) nos indica que por ahí no hay nada que rascar: esto es que no se puede acusar al Gobierno de Sánchez tal como maquiavélica y electoralmente hace toda la derecha política española, la cual, moviéndose entre contagiados y pisando sobre cadáveres, por encima de cualquier consideración ética e idea de nación y fuera de lugar se ha propuesto recuperar el poder. Esas fintas de vampiro pueden comprobarse con solo consultar la hemeroteca de los últimos 20 días, donde en situación tan dramática resultan incontestables los mezquinos vaivenes del principal partido de la oposición no al Gobierno, sino porque lo dice el Gobierno: Madrid no se cierra vs. Madrid se cierra; hay que paralizar toda actividad laboral vs. ¿por qué han parado a todo el país?; el Gobierno nos retiene el material vs. no sabemos dónde están los dos aviones que venían de China; el Gobierno no nos facilita lo que necesitamos, cuando lo que hace es repartir aquello de lo que se disponía en las Comunidades autónomas, cuyas competencias en sanidad llevan décadas transferidas. Y así un sinfín de falsedades e intoxicaciones tan deletéreas como el propio virus. De tales sinsentidos puede desprenderse directamente la excepción al refrán, ya que en este caso el tonto no es el que se consuela pensando que a todos por igual nos va mal, sino el imbécil irredento que difunde y quiere hacer creer a los demás que la que tenemos encima no es en sí mismo a causa exclusiva del virus y lo descolocados que nos ha cogido a todos, sino por una mala gestión política; a la sazón, la mala gestión política de Sánchez frente a la pandemia del Covid-19.

No es que a estas alturas uno añore al señor Fraga, pero sí se echa de menos en la derecha española algún estadista al que en estos jodidos tiempos le quepa el Estado en la cabeza (el punto débil de semejante prodigio era que en su esquema de Estado en cambio no le cabía lo que pensaban las dos terceras partes de la población). Frente a la capacidad de este señor que tenía el Estado en su cabeza y las calles escrituradas a su nombre, frente a semejante prodigio que digo, reparamos en estas circunstancias de emergencia nacional que a algunos de sus herederos sietemesinos solo les cabe el Marca en la cabeza; no ya una modesta ciudad autónoma sino siquiera una comunidad de propietarios con tres vecinos. El reguero de pobres que va a dejar a su paso la pandemia en España no serán aquellos de siempre a quienes no les llega nunca para pagar el recibo de la luz. Los nuevos pobres seremos ahora el 96% de la población que no disponemos de calderilla para comprar respiradores para nosotros y nuestra distinguida familia y retirarnos a pasar la cuarentena a un hotel de los Alpes para, llegado el caso y si vienen muy mal dadas, despertar a la otra vida en el Paraíso ya aportando por nuestra cuenta el séquito de huríes, como estos días ha hecho el rey de Tailandia, con un par.

Ahora que se habla de una situación de guerra contra la pandemia, recordamos que la civil nuestra fue una guerra de ricos contra pobres, a cuyas filas de los primeros se sumó una legión de pobres confundidos por el catecismo de la alta jerarquía católica, curiosamente siempre al lado de los ricos en una perfecta simbiosis que ya quisiera para sí la más avispada especie animal. Asegura el dicho que no hay nadie en el mundo más tonto que un pobre votando a la derecha. Cuando llegasen nuevas elecciones, la excepción que después de la situación vivida confirmase doblemente la regla, sería un pobre más tonto todavía, uno de estos nuevos 45 millones de pobres que hemos aflorado, votando a esta derecha que en medio de tanta desolación solo se ha preocupado de poner en el escaparate su culo, en un frívolo exhibicionismo trasunto de un capitán a posteriori, insolidario, incompetente, irresponsable y faltón. Ante el espectáculo y la pérdida de formas que estas semanas están dando el señor Casado y los suyos, las personas sensatas y con sentido de la vergüenza, con independencia de su ideología y su afiliación política, deberían tomarle la palabra al PP devolviéndoles el latiguillo que para justificar su injustificable negativa al apoyo de los últimos decretos del Gobierno, a modo de inspirado y original eslogan, repiten en estos días como si ya estuvieran en plena campaña electoral: señor Casado, así no.

Miguel Sánchez es socio de infoLibre.

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