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Residencias de mayores: 'moritorios mortuorios'

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Ángel Lozano Heras

Los españoles dentro de diez años seremos más viejos y estaremos más solos. La pirámide de población de España continúa su proceso de envejecimiento, aumentando la proporción de personas de la tercera edad. Actualmente, según padrón del INE, somos 47 millones de habitantes, de los cuales nueve millones tienen 65 o más años (el 25% de ellos son octogenarios). Eso supone que el 20 % de los españoles son muy mayores). Y especialmente Castilla y León y Asturias son las comunidades más envejecidas con más del 25% de ancianos de su población.

Desde la mitad de la década de los 90, época de bonanza, de vacas gordas económicas, han pululado en nuestro país –como pingües negocios– todo tipo de residencias de mayores, pisos, hogares municipales, centros de titularidad pública, privada o concertada.

Los antiguos asilos, o psiquiátricos geriátricos, se reconvirtieron en residencias de mayores. Pero, ahora, con la pandemia de covid-19, han pasado en pocos días de ser eso, residencias, a ser centros moritorios, pre mortuorios o Casas de la Morgue, directamente.

A día de hoy ya han muerto más de 8.700 ancianos por coronavirus en residencias de mayores de toda España. Es más del 50 % de los fallecidos por la pandemia en todo el país. Son cifras muy alarmantes y van en aumento. Posiblemente en unos días superaremos los 25.000 difuntos. Además, los que han dado positivo por covid-19 se cuentan por miles y miles en las residencias públicas y privadas. Recordemos que en toda España hay unos 400.000 ancianos ingresados en casi 6.000 residencias. Nuestro país tiene ya más de 18.000 muertos y 175.000 contagiados…, a la espera de futuras cifras más exactas con la dolosa realidad. Pero pueden ser varios miles más.

La tercera edad, un foco de población vulnerable que no cuenta, según denuncian trabajadores, sindicatos y familiares, con las medidas suficientes para prevenir contagios y tratarlos adecuadamente cuando se producen.

El jodido bicho vírico ha campado a sus anchas en la mayoría de estas residencias de mayores y en centros asistenciales para discapacitados. El letal covid-19 volaba por el aire sin control, rastreaba los suelos, infectaba las camas, los baños, los comedores y cocinas. Los transportaban l@s enfermer@s, celadores, visitantes familiares, médic@s, personal de servicio, de limpieza, proveedores y residentes ancianos. La epidemia vírica ha hecho en esos hogares de abueletes una escabechina, mortal, de padre y señor mío.

Desde que el PP inició –en 2012– esa política de recortes sociales y reformas laborales restrictivas, se destruyeron los servicios públicos, especialmente en la Sanidad y en las comunidades autónomas en las que han mandado los peperos en los últimos ocho años. Los gobiernos del PP han descapitalizado lo público para demolerlo y poner España en manos de los fondos buitrefondos buitrey de inversión y en manos de los carroñeros financieros y del lobby de la industria farmacéutica.

Ahora mismo, la inmensa mayoría de las residencias geriátricas del país se encuentran desbordadas. En algunas, inclusive, el colapso es enorme, mezclados residentes sanos con los asintomáticos y con los contagiados. En otras, pocas, han tenido que convivir algunos días con los cadáveres de algunos por saturación e ineficacia de las funerarias. Las morgues han estado varios días anegadas de cajas de cadáveres de personas mayores de 70, 80 y 90 años.

Las quejas, como en casi todos los centros: no tienen apenas medios humanos ni recursos sanitarios clave para afrontar esta pandemia. Escasean los respiradores, las mascarillas, los guantes, las batas, los EPI, los test de detección rápida, etc.

Varias residencias geriátricas, fundamentalmente en Madrid, han hecho un llamamiento urgente a las familias para que lleven a sus casas a los familiares sanos o asintomáticos. Y así aliviar esta insostenible situación, evitando los contagios masivos y los óbitos.

Son principalmente las residencias de mayores y centros asistenciales para discapacitados, etc., en comunidades autónomas como Madrid, Castilla y León, Cataluña y Castilla La Mancha, las más perjudicadas por el virus y con más víctimas mortales. En ellas convive el caos sanitario con una pésima organización. Es más, algunas autoridades autonómicas, y el Gobierno de la nación, han tenido que intervenir bastantes residencias por su desastrosa gestión de la crisis pandémica.

Es verdad que, excepcionalmente, algunos gestores de estos centros estimulan a sus residentes con diversas actividades, manteniéndolos dinámicos y entretenidos, con contacto familiar en video-llamadas o por Internet, informándoles de su estado de salud. Aquí los trabajadores y sanitarios se han portado de maravilla llevando a cabo terapias específicas para afrontar el aislamiento continuo.

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La sanidad privada y las residencias privadas, salvo muy contadas excepciones, han quedado retratadas por su irrisoria solidaridad y por su exceso de egoísmo pesetero. El presidente de esta patronal privada de la salud pide al Gobierno que financie el 75% de su facturación, en plena crisis pandémica, para empezar a hablar de colaboración. Siempre se han lucrado –sacando tajada–con la salud de los españoles y especialmente con la de la tercera edad. Y lo quieren seguir haciendo en plena crisis.

“Ave, Coronavirus, morituri te salutant”. Parece un grotesco gemido que sale de residencias de mayores, de las cárceles, de Centros de Menores, de los CIE, de los centros de desintoxicación, de las casas de acogida, de las viviendas tuteladas, etc. En muchos de estos sitios, y en barriadas extramuros y chabolas dominadas por las mafias y los narcos, además del caos sanitario y de las muertes, prolifera la falta de libertades, la opacidad informativa, a veces antidemocrática. En fin, todos ellos, personas vulnerables que malviven con el covid-19 sin el más mínimo vestigio de humanismo y de bienestar social. 

Ángel Lozano Heras es socio de infoLibre

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