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Gestores del bienestar social

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Antonio Agar

La mañana del día 15 de abril puse la tele fijando la atención en la sesión del Congreso en la que con un Parlamento vacío y con la presencia del presidente y los portavoces de los grupos parlamentarios debo de manifestar que he sentido vergüenza ajena al comprobar el bochornoso espectáculo del presidente del PP y su portavoz en sus aceradas críticas cargadas de odio, centrando su protagonismo en mostrar documentación de los fallos que según ellos ha efectuado el gobierno de coalición en vez de escuchar las propuestas que estarán más o menos acertadas y que pueden llevar imprecisiones, siendo natural ante el caos que de manera improvisada ha entrado en la vida de toda la humanidad, sin experiencia en un fenómeno de tintes apocalípticos como el que estamos viviendo.

He estado solo quince minutos escuchando y he sentido una gran tristeza que me ha conmovido decidiendo apagarlo. Pensaba en la desesperación de los empleados del sector del turismo y la hostelería y de sus familias, donde he ejercido durante mi trayectoria profesional responsabilidades de mando, un colectivo de unos tres millones de personas activas que contactan con el forastero, con el turista con amabilidad y simpatía, propio de nuestra idiosincrasia entregándole el mejor de los recibimientos; perciban por la tele que en vez de unidad de encontrar soluciones, solidarizándose con los que llevan la gobernabilidad, le lancen sin escuchar aún las propuestas los dardos envenenados del rencor y el resentimiento importándole un bledo si con ello destruyen el país.

Esto me recuerda la locución del senador Romano Catón el Viejo en su contumaz postura por destruir a Cartago: “Carthago delenda est”. ¿No se dan cuenta estos mediocres políticos que los espectadores que ven estas actitudes, en una mayoría faltos de medios para atender a sus familias, les puede generar miedo, incredulidad y terror del futuro que les espera en vez de una bocanada de esperanza?

Dejo en el aire unas rimas del gran maestro de los sufíes persas Rumi, vertidas en su Masnami Espiritual: “Mete más ruido en el bosque un árbol que cae, que cien que están creciendo.”

Ya adelanto que no me inclino por ninguna ideología política, por la poderosa razón de que en los 43 años de democracia he comprobado con terrible decepción cómo las conductas de los partidos que han gobernado en ocasiones con mayorías absolutas se han ajustado más a la conservación a ultranza de sus sillones, sus tronos en el Gobierno, creando una casta de jóvenes sumisos políticos de oficio, como si el ejercicio de estas funciones que afectan tanto a la mejora de los ciudadanos fuera una profesión para toda la vida, y lo que más me ha impactado y afectado es especialmente la inoperante vigilancia de los presidentes y altos cargos en los casos de corrupción que se han instalado en el seno de sus partidos, llegando a manifestar a veces negando y otras mostrando una ignorancia supina en un tema tan sensible como la fiscalización de las aportaciones y las donaciones de los grandes empresarios al partido. ¡Por Dios! que aquellos que hemos ejercido cargos de responsabilidad en grandes empresas sabemos el control exhaustivo cuando se maneja el cash flow, es decir tanto los ingresos como los pagos de cuantías importantes.

Es cierto reconocer que en los años posteriores a la Dictadura hemos avanzado socialmente, consiguiendo mejores niveles de libertad de expresión y bienestar. Uno de los artífices de esa feliz trayectoria en el recorrido de la transición a una consolidada democracia fue sin duda el primer presidente, Adolfo Suárez, quien con valentía y determinación se enfrentó a la casta militar al legalizar el Partido Comunista, que unido a la creación de los Pactos de la Moncloa fraguaron las prioridades más perentorias con el acuerdo de todos los partidos para superar tres objetivos: 1) Contener las tasas de inflación cercanas al 27 por ciento. 2) Eliminar las restricciones de la libertad de prensa. 3) Definir los estímulos a los empresarios para la creación de puestos de trabajos.

El cumplimiento de estos retos logró en unos años poner en marcha el tren de la democracia. Es también necesario poner de relieve el brillante cometido del presidente Felipe González en los primeros años al enganchar el tren de nuestra democracia en la locomotora de la Comunidad europea, con la ayuda inestimable de su mecenas y protector Willy Brandt, presidente de la socialdemocracia alemana, quien dinamitó las barreras burocráticas para su ingreso a principios del año 1986.

Hemos disfrutado unos años de bonanza económica en la década de los noventa hasta el 2008, que se sustentaban principalmente en dos sectores: a) El turismo. b) La construcción masiva de viviendas, apartamentos y resorts de campos de golf. El boom de la construcción fue un espejismo con la proliferación de empresarios especuladores y oportunistas, que generó una corrupción generalizada en muchos municipios con las recalificaciones de terrenos, que unido a las concesiones crediticias de cajas de ahorros y bancos en hipotecas por encima de sus valores inmobiliarios reales, llegaron a su término con la caída del gigante financiero Lehman Brothers, fuente de las hipotecas basuras (hedge funds), originado un terremoto financiero con epicentro el Wall Street, generando un tsunami que arrasó las costas occidentales, inundando países como Islandia, Irlanda y España, receptores de esos fondos basura.

El presidente que gobernaba en esos años el Sr. Zapatero, haciendo gala de su clarividente visión como estadista, proclamó públicamente tan pancho: que no había que preocuparse, que eran fake news, insistiéndole a la prensa y a los controladores de Bruselas que no estábamos inmersos en una crisis financiera, sino en una desaceleración económica, ni siquiera se podría adjetivar con el eufemismo de una salida de pata de banco, más bien podríamos catalogar su opinión como una observación que raya la estulticia.

El Sr. Rajoy, que le sucedió en el poder, no se quedó a la zaga cuando se decantó años más tarde, con el loable propósito de paliar esos años difíciles de recesión económica, por efectuar recortes a la educación y a la sanidad pública, en vez de fijar su atención en controlar las arcas de su partido que manejaba el Sr. Bárcenas, actualmente en prisión. Un lamentable craso error que estamos pagando ahora.

Como resultado de tanta incompetencia y corrupción, nos encontramos con una sociedad a la deriva en medio de una tormenta con oleajes de coronavirus que hacen zozobrar la nave de la sociedad contra los acantilados del desempleo, de la escasa actividad empresarial y el enorme gasto público. España, empero, ha demostrado a través de la Historia que somos un país fuerte, que fuimos el mayor imperio durante los siglos XV y XVI, que también superamos los estragos de la Guerra Civil, esa guerra fratricida de la España del garrotazo que Goya plasmó en sus cuadros y que Buñuel filmó en sus películas.

Los españoles llevamos en nuestro ADN el alma del Ave Fénix que se desvanece durante unos instantes, para renacer de sus cenizas y levantar el vuelo con toda su gloria.

Primer capítulo. Las elecciones españolas, un sistema de listas cerradas

El doctor Marañón en sus sabios consejos nos legó un noble pensamiento: “El político debería de ser un profesional del bien común. Por razones obvias, y una de ellas responde a que el bienestar de cada ciudadano depende de la buena gestión de los dirigentes que le gobiernan”.

Analicemos los fundamentos del sistema electoral fraguado por los padres de la Constitución en 1978 y que permanecen en vigor por el beneficio que supone para los dos grandes partidos que han ostentando el poder.

Los partidos en sus programas electorales presentan a los ciudadanos un cartel de listas cerradas de candidatos que encabezan a semejanza de los carteles taurinos con la esfinge en sus posters de un consagrado primer espada, aspirante a presidente. En el transcurso de la campaña electoral aparecen debajo del aspirante a presidente sus más fieles epígonos que aspiran a puestos públicos de relevancia una vez alcanzado el poder, recorriendo los rincones más recónditos de la geografía con seductoras sonrisas y gestos histriónicos, protagonizando actos masivos con bandejas de bebidas y aperitivos, prometiendo el oro y el moro. Una vez aliñada la faena repleta de soflamas cargadas de promesas, los electores con el ánimo encendido y esperanzado proceden a votar en el colegio electoral.

Ocurre con frecuencia que los grandes partidos al confeccionar estas listas cerradas en vez de abiertas, colocan en la cabecera del programa no a los candidatos más preparados profesionalmente en una determinada actividad y de grandes valores deontológicos como debería de ser, sino que obedece en función de su grado de sumisión y de confianza para poder manejarlos. Esto obliga a muchos electores sobre todo en municipios medios y pequeños, que no disponen de listas abiertas, a no puedan elegir a aquellos que están en el final de la lista o ni siquiera aparecen, y que ya tienen demostrada su honradez y profesionalidad. Esto me recuerda al gran escritor británico Bernard Shaw que con su mordacidad y fina ironía respondió a unos periodistas que le preguntaron sobre su opinión acerca del sistema electoral de su país: “Es un sistema en el que los electores son mejores que los elegidos”.

Los partidos previamente a las elecciones del Congreso y del Senado seleccionan a candidatos de primera y de segunda categoría . Los primeros entran en las listas cerradas del Parlamento y los segundos forman parte de las listas del Senado. Finalizadas las elecciones y tras el fracaso y decepciones de aquellos candidatos que no han llegado a ocupar puestos públicos, pugnan desesperadamente por ser nombrados a dedo dentro de subdirecciones generales, asistentes del Congreso y para ser contratados por unos organismos anacrónicos como se explica con detalle en capítulo separado, como son las Diputaciones provinciales, ya que la composición de sus miembros se efectúa por elección directa, entre los concejales y alcaldes de los municipios. Un descarado método de enchufes y de nepotismo que alcanzan la friolera de sesenta mil puestos de trabajo.

Dos axiomas que rigen las empresas, grandes corporaciones y las administraciones del Estado

  1. El principio de Peter´s
  2. El efecto Dunning Kruger.

El principio de Peter dice así: “Los integrantes de cualquier organización empresarial o política van escalando puestos en el ejercicio de su actividad, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia”. A cambio de su falta de capacidad para ir ascendiendo, utilizan la sumisión al partido con el anhelado fin de llegar a ocupar un puesto vitalicio.

El efecto Dunning Kruger es el concepto que denominaron los científicos norteamericanos Justing Kruger y David Dunning, después de su concienzudo experimento realizado en la Universidad de Cornell en Nueva York. Estudiaron durante diversos periodos los comportamientos sociales de individuos que ocupaban puestos de distintos niveles de la administración pública, llegando a la siguiente conclusión: un porcentaje de un 30/35 % que ostentan cargos públicos de cierta relevancia no poseen la habilidad o conocimientos requeridos para ejercer sus funciones, dándose el caso de que su mente le proporciona un efecto de superioridad ilusorio, considerándose incapaz de reconocer su propia ineptitud.

Si a estas reglas de incompetencia que pivotan sobre la jefatura de los partidos, donde prima más la obediencia ciega a las consignas, le añadimos las corrupciones probadas y algunas todavía en vías de procesos judiciales, nos encontramos hoy en día con una democracia exangüe, sin pulso, como resultado del diabólico contubernio entre la depravación moral de una parte de sus miembros y de la incompetencia.

Capítulo II. Estadistas/Hombres de estado en la Historia versus Políticos de oficios

Vamos a rescatar de la historia a servidores públicos que han resuelto con valentía y determinación los retos de la sociedad de los siglos XVI y XIX como ejemplo de hombres de Estado que hicieron honor a su condición de estadistas.

Cito en primer lugar al jesuita Juan de Mariana, clérigo y pensador del siglo XVI que bajo el reinado de Felipe III puso los cimientos de una economía moderna, alejada del sistema gremial medieval y de la tiranía del poder. En su magna obra Tratado y discurso de la moneda del vellón se adelantó en dos siglos al padre del capitalismo occidental, el británico Adam Smith, reconocido por su obra el Ensayo sobre la riqueza de las naciones.

Juan de Mariana ya destacó desde joven como un religioso atípico enfocando sus estudios en el análisis de la aplicación a los fondos públicos que se destinaban al sistema gremial, tratando de conciliar sus réditos y ganancias, con la moral cristiana. Como consecuencia sufrió el encarcelamiento de un año y medio al publicar su obra De Monetae Motatione, en la que hacía alusión al ejercicio poco ético del poderoso Duque de Lerma en el manejo del peso de la moneda.

En su brillante trabajo El tratado y discurso sobre la moneda del vellón advertía al monarca Felipe III y a su super ministro Duque de Lerma que permitiera a los súbditos ejercer con libertad sus negocios gremiales, apostillando: “Toda intromisión del poder soberano en las cuentas privadas, era puramente una Tiranía". Juan de Mariana a sabiendas de la imposibilidad de la publicación de su obra en España, lo editó en Colonia (Alemania). El duque de Lerma, al tanto de su estrategia, se apoderó de la primera tirada. Hubo una segunda tanda de ejemplares en una edición pequeña que de forma clandestina recaló en la Escuela de Salamanca. Juan de Mariana fue el primer emprendedor en el mundo occidental que marcó las pautas de un liberalismo económico, en la convicción de que el individuo es mucho más creador, más atrevido, en suma, más emprendedor que el Estado.

En el siglo XIX destacaron dos políticos con hechuras de hombres de Estado: Cánovas del Castillo y Mateo Sagasta, que fueron capaces de erradicar en la España del último tercio del siglo la sociedad convulsa y revolucionaria que atenazaba la vida social de los ciudadanos.

Cánovas del Castillo, presidente del Partido Conservador, puso fin a la inestabilidad política de la Primera República, con la implantación de una democracia revolucionaria, en sintonía con el modelo británico, alternando el poder con Mateo Sagasta, presidente del Partido Liberal, y en la que ambos se convirtieron en los artífices del periodo más fecundo de la Restauración, dando paso al reinado de Alfonso XIII.

Capítulo III. Una breve enumeración sobre los acontecimientos más relevantes sucedidos

En los siglos XVIII hasta hoy se han transformado los hábitos de vida de la Humanidad.

  1. La Revolución Francesa en 1789.
  2. La primera guerra mundial desde 1914 a 1918.
  3. La crisis bursátil en Wall Street de 1929 los terribles años de la depresión.
  4. La segunda guerra mundial 1939/1945 con el genocidio judío.
  5. El apogeo del terrorismo islámico con la destrucción de las dos torres gemelas en Nueva York en Septiembre de 2001.
  6. La crisis económica del 2008.
  7. La hecatombe de la pandemia desatada en enero del 2020 del coronavirus, con un daño de signos apocalípticos tanto sanitarios como económicos en el mundo entero, pendientes aún de evaluar.

Son bien conocidos estos episodios de conflagraciones entre potencias mundiales, sus causas y sus efectos, por lo que nos detenemos en el desastre de la Pandemia del corona virus que estamos padeciendo y que ignoramos el final del túnel con la aparición de una vacuna que nos proteja en un futuro próximo para normalizar las actividades sociales y económicas de los países, a los que me temo va a afectar de manera sensible a nuestros hábitos sociales, culturales, deportivos y de relaciones humanas.

Exploración sobre el panorama geopolítico en el inicio del 2020

Parece oportuno antes de avanzar en las medidas que creemos necesarias para paliar los efectos de la pandemia del coronavirus en España hacer un breve resumen de la situación geopolítica en la esfera mundial, en los comienzos del año 2020.

Como primera potencia económica sigue siendo Estados Unidos con un presidente Trump republicano que dirige el país con normas autoritarias, no propias de una democracia, y que anuncia su caída en las elecciones que se celebrarán en noviembre del 2020, y más teniendo en cuenta la retirada de su ayuda económica a la OMS (Organización Mundial de la Salud).

Le sigue China, potencia que según las opiniones de economistas premios nobel como Kruger será al final de esta década la primera potencia económica.

Me he permitido hacer una breve semblanza del desarrollo que ha adquirido un país de 1.300 millones de habitantes que hace 70 años estaba en la más profunda pobreza. Durante siglos China ha ido alternando el poder con diferentes dinastías, al estilo de los imperios feudales. En 1949 Mao Zedong implanta el sistema comunista colectivizando la agricultura haciendo unas planificaciones quinquenales a semejanza del estanilismo ruso.

En un periodo de 27 años que llevó las riendas del poder, Mao el timonel sacrificó a una gran masa de la población, llegando al exterminio en numerosas regiones que no se adaptaban a un sistema tan autoritario y en donde reinaba el miedo y el terror. A la muerte de Mao le sucede en el poder: Deng Xi el padre de la china moderna.

Deng Xi realizó sus estudios fuera de China en los países europeos como Francia, Inglaterra y la URSS, que le aportaron el conocimiento necesario para entender como operaban las economías capitalistas.

Aunque siguió manteniendo su ideario marxista, tuvo la valentía y la sabiduría como buen estadista de abrirse al mundo exterior permitiendo la entrada de capitales extranjeros para poner en marcha proyectos de inversión en un neoliberalismo económico que conciliaba con sus principios comunistas. Negoció con Margaret Thatcher la devolución de la colonia de Hong-Kong convertida en un gran imperio financiero y en 1990 desplazó a Japón al tercer puesto en la hegemonía del poder mundial. Se marcó objetivos ambiciosos en la educación de la generación siguiente y podemos decir que cuenta con la plantilla de matemáticos, físicos e ingenieros mejor preparados, que están alcanzando la hegemonía en los proyectos de nueva tecnología, robótica e incluso en la industralización de servicios médicos. Su brillante curriculum fue manchado por los episodios sangrientos sucedidos a un grupo de estudiantes en la plaza de Tiananmen.

El presidente Xi Ingping tomó posesión el 14 de marzo de 2013 y sigue los postulados de Deng Xi, en un proceso de sustituir el consumo de fósiles contaminantes por otras energías en su lucha contra el cambio climático. Ha puesto en marcha un proyecto de la construcción del bosque artificial más gran del mundo, al que denomina “La gran Muralla verde” prevista su finalización en 2050.

Rusia sigue siendo una gran potencia con recursos muy valiosos de materias primas como es el petróleo y el gas. Su presidente Putin quiere rescatar su hegemonía de hace 30 años con una política autoritaria, invadiendo republicas que pertenecían al bloque de la antigua URSS como Crimea en Ucrania y derribando los principios que estableció para una Rusia moderna Gorbachov en 1985 con la perestroika y su glasnot, donde imperaba un sistema económico más acorde con la línea de un neo capitalismo donde regía la transparencia informativa.

Antonio Agar es socio de infoLibre

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