Librepensadores

Ambición e inteligencia

Pepe Espuche

Es una evidencia que el anhelo de la mayoría de los humanos es poder vivir cada día que va pasando un poco mejor. Conseguirlo es más complicado. Pero bueno, por lo menos hay que intentarlo. Conforme pasa el tiempo se viene observando que los obstáculos son mayores para lograr aquellas aspiraciones que teníamos en nuestra mente hace algunos años. Uno de los impedimentos que dificultan su consecución, al menos así lo entiendo, son las ambiciones. Y estas no es posible desmontarlas si no se rompe el mito que hay en la sociedad, que los ambiciosos/as están dotados de inteligencia superior. La sociedad es posible que tenga respeto por la inteligencia pero no sería deseable que lo tuviera por las apetencias económicas excesivas.

Bastantes personas, más de las deseadas, tienen una gran confusión entre ambición e inteligencia. Muchas buenas gentes creen que las personas con mucho dinero son muy inteligentes. Esta apreciación no se corresponde con la realidad. Las personas con excesivos recursos económicos de inteligentes tienen muy poco. La justa que necesitan tener los ambiciosos.

Lo más importante en la vida, así lo deduzco, es el tiempo. ¿Por qué es el tiempo? Porque es lo único que no se puede compra ni vender. Cada persona disponemos del nuestro y con cuidarlo y emplearlo, si es posible para hacer el bien a la naturaleza y a las personas, tenemos suficiente. Las personas ambiciosas gastan casi todo el tiempo de su vida en acumular dinero. Y tener dinero se puede lograr de distintas formas; de las que destaco el trabajo, la explotación de seres humanos, tráfico de armas y estupefacientes, robar, defraudar y una larga lista parecida al cuento de nunca acabar. ¿Después de muertas, las personas ambiciosas y las que no lo son, de qué sirve el exceso de recursos económicos acumulados, bien lo hayan sido de unas formas o de otras?

¿Es posible que crean, los ambiciosos/as, que hay otra vida y necesiten el dinero acumulado para la vida que tienen en sus cabezas? La verdad es que, aunque haya muchos dichos de apariciones, los que se han ido de la tierra, después de fallecer, no hemos vuelto a verlos ni con vida ni sin ella. Los ateos entienden que la gloria y el infierno están presentes encima de la tierra y dependiendo de cómo sea su paso por la vida terrenal, que se conoce, estarán en un sitio o en el otro.

El respeto a las creencias de todos, sin excepción, debe estar presente a lo largo y ancho de nuestras vidas. Pero no es de recibo que las creencias de unos/as sirvan, en algunos casos, para amargarles la vida a otras muchas personas. Eso pasa con las personas ambiciosas que crean dolor, en exceso a los demás, unas veces queriendo y posiblemente haya personas que no piensen en las consecuencias de sus actos. Pero lo cierto es que entre unos y otros se dedica más tiempo a hacer daño que beneficio a la comunidad.

Haciendo un repaso breve de la historia, nos encontraremos personas con mucho poder, políticos por ejemplo, que le han dicho a la sociedad unas cosas y los hechos han sido diferentes. En el paso de la dictadura a la democracia, llamada transición, hemos visto y oído a uno de los magos de las palabras, Felipe González, decir y hacer todo lo contrario. Reflexionando un poco, nos podemos encontrar tan elevado número de mentirosos y ladrones que, al estar junto a ellos, se percibe un mal olor que apesta. Con lo agradable que sería la vida sin ambición.

Si queremos conseguir que el paso por la vida, que conocemos, sea lo más agradable posible deberíamos estar exentos de ambiciones, por lo menos económicas. Las palabras relacionadas con la ambición de lo material hacen un poco complicado definir a las personas que tienen algunas de ellas o todas. Los sinónimos de estas palabras, a su vez, tienen otros significados que no guardan relación con la ambición económica. Por ello me abstendré del calificativo que merecen.

La consecución de nuestras aspiraciones pasa, en primer lugar, por el desarrollo económico, pero eso no es posible con los ingresos familiares actuales. La economía es como la pescadilla que se muerde la cola, lo he dicho muchas veces, pero posiblemente las palabras no sirven para mucho. Cuanto más bajos sean los salarios y pensiones menos poder adquisitivo tiene la sociedad. A menos poder adquisitivo en las familias menos consumo básico se hace y a menos compras, menor es la salida de lo que producen y distribuyen las empresas. Algo tan sencillo de entender cuesta trabajo reflexionar sobre ello.

La vida puede ser maravilloso vivirla o un calvario. Esto dependerá de los comportamientos de las personas. A menos ambición puede llegar a ser la vida un oasis de paz. Por eso mi insistencia en que las personas, bien dirigidas políticamente, somos los únicos que podemos cambiar el rumbo de la historia. Hay un dicho que dice, “predicar en desierto sermón perdido”. Por lo visto el desierto que tenemos sea la falta de humanidad en las personas. Posiblemente haga falta leer o releer la Declaración Universal de los Derechos Humanos que se firmó en las Naciones Unidas.

No hay otra salida que un reparto justo de los beneficios que se obtienen con la producción, distribución y servicios si queremos que la economía vaya mejorando. De lo contrario irá empeorando y alejándose el bienestar social. Esto no significa, ni nada parecido, que haya igualdad en los ingresos de todos y cada uno/a de los trabajadores de cualquier empresa. Porque el trabajo para producir y distribuir tiene diferentes calidades, responsabilidades y cantidad de trabajo.

Parece imposible que no nos demos cuenta de que la vida tiene un principio y un final. Tantos ejemplos como se pueden poner. La acumulación de recursos económicos tiene un alto precio en enfermedades, en la familia, medioambientales y otros que son sabidos y que no estoy dispuesto a perder el tiempo en su explicación.

Espero que este sencillo escrito puede servir para que algunos/as de los que piensan que la acumulación de recursos económicos da la felicidad entienda que no es así. La felicidad llega a través de los órganos de los sentidos y la acumulación de dinero no tiene conexión alguna con los órganos de estimulación de los sentidos. Todos, sin excepción, aspiramos a vivir mejor cada día que pasa. Pero hay varios impedimentos que sortear. Así es, y uno de ellos son la ambiciones.

Pepe Espuche es socio de infoLibre

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