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¿Miedo al covid-19 o al feminismo?

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Pilar Mateo Gregorio

Hace ya varios días, el portavoz del PP de la Asamblea de Madrid, Eduardo Raboso, dijo que las manifestaciones feministas del 8M “convirtieron a España en una bomba biológica” que provocó “una hecatombe”. Por lo visto, el doctor Raboso tiene muy claro que el feminismo es el que ha traído a España este virus, porque, misteriosamente, no mencionó la multitud de acontecimientos deportivos, religiosos, políticos y musicales que se celebraron esos días. También dejó caer el dato de que el 75% de los afectados por el coronavirus en el mundo son hombres, un dato cierto pero que fue deslizado de una forma que parecía insinuar que las mujeres eran las responsables del contagio a los hombres. Eso sí, se olvidó de mencionar que las mujeres están cumpliendo una función fundamental y peligrosa en esta crisis (se estima que el 70% de personas en primera línea de trabajo: limpieza, sanidad, residencias de mayores, supermercados, etc., son mujeres).

Si no se tratara de algo tan triste, ese interés en culpar al 8M de la situación que vivimos solo podría provocarnos risa, pues parece que este doctor aún no se ha enterado de que no estamos en la Edad Media, cuando ellas eran acusadas de llevar a los hombres a la perdición y al encuentro con el maligno. El disparate quedó así, pero el día 22, Pablo Casado, manipulando el resultado de una investigación de las Universidades Autónoma de Madrid y de Oviedo, volvió a decir en el Congreso que ese estudio confirmaba que la expansión del virus fue responsabilidad de las manifestaciones del 8M, algo falso, ya que a estas alturas ningún estudio plausible, incluido el citado, sostiene algo así. De hecho, las investigaciones coinciden en que el virus circulaba por España desde finales de enero disfrazado de gripe estacional y que su expansión durante ese periodo clave pudo deberse a eventos de todo tipo, pero sobre todo a la movilidad entre comunidades autónomas de estudiantes universitarios, al éxodo de los madrileños hacia sus segundas residencias y a la incesante movilidad que implica la actividad cotidiana, aglomeraciones del transporte en las horas puntas de Madrid y a los continuos llenos de bares y restaurantes del centro…

En estos momentos, pese a que se ha descartado que haya pruebas que relacionen el 8M y la expansión del Covid-19, hay una causa abierta por prevaricación contra el delegado del Gobierno de Madrid, tramitada desde la oposición (PP con el apoyo de VOX). Esa insistencia irracional de la derecha y sus medios de comunicación adláteres en culpar, en exclusiva, a las manifestaciones feministas resulta sospechosa. Y viniendo de quien vienen tienen toda la pinta de ser falsedades encaminadas no solo a erosionar la credibilidad del contrario, sino a alimentar y aumentar los prejuicios machistas aún existentes.

Desgraciadamente, en muchos ámbitos estas manipulaciones encuentran un terreno abonado. Algunos ideólogos y políticos de hoy en día cada vez que oyen la palabra feminismo se sienten acometidos por una especie de fiebre que les lleva a insultar a cualquiera que use palabras inclusivas, a desprestigiar a quienes defienden la importancia del movimiento feminista, a cegar con desinformación las reivindicaciones de las mujeres, a negar la violencia de género, a eludir cualquier tipo de responsabilidad en las situaciones de acoso, e incluso a hacer alarde de ellas y, por último, cómo no, a declarar que las feministas son unas locas histéricas, frustradas porque no han conseguido conquistar a un hombre, como muy bien explicó David Pérez García, en su día alcalde de Alcorcón, y hoy Consejero de Vivienda y Administración Local de la Comunidad de Madrid. En resumidas cuentas, su documentado mensaje es que el feminismo es un movimiento que busca destruir los cimientos de nuestra “idílica” sociedad.

Ciertamente, sorprende tanta agresividad y animadversión cuando lo único probado es que, a lo largo de su trayectoria, el feminismo ha sido un movimiento emancipatorio, fundamental para la conformación de las democracias avanzadas y que ha logrado para las mujeres una gran cantidad de derechos: la educación, el voto, el poder elegir y ejercer una profesión, el reconocimiento de la capacidad legal y personal para decidir sobre la propia vida… y que, además, siempre ha dejado claro que su lucha no es contra los hombres, sino contra un sistema que hace de las mujeres un “segundo sexo”. Sin embargo, en algunos círculos sigue considerándose un ataque al género masculino. ¿No será eso una excusa para seguir manteniendo los privilegios que el patriarcado otorga a los hombres? ¿Una reacción frente a la pujanza que sus reivindicaciones han alcanzado en los últimos años? ¿Un intento de desacreditar al movimiento como símbolo inequívoco de la igualdad entre las personas, sean del sexo que sean? ¿O es simplemente miedo a descubrir que el rey está desnudo?

Es posible que los cambios de la idea de feminidad generen un cierto temor en la sociedad, porque también obligan a cambiar a los hombres, pero me temo que, sobre todo, el miedo es a que produzcan cambios en las estructuras sociales impuestas por el capitalismo, ya se sabe, las mujeres cobran menos, hacen trabajos penosos mal pagados, cuidan a la familia gratuitamente… No hay más que escuchar a Inés Arrimadas y a algunas dirigentes del PP asegurar que ellas son feministas liberales, es decir, un feminismo que mantenga intacto uno de los pilares de la opresión de las mujeres: el neoliberalismo.

Confieso que no tengo muy claro por dónde va eso del feminismo neoliberal, pero sospecho que su idea de feminismo no tiene nada que ver con la mía. Recuerdo, eso sí, oír hablar a Cayetana Álvarez de Toledo y a Isabel Díaz-Ayuso de la celebración del 8 de marzo como de algo pasado de moda y también recuerdo al actual asesor de la presidenta de Madrid, Miguel Ángel Rodríguez, que, como portavoz del Gobierno de Aznar, dijo en la celebración de los 18 años de la Constitución: “Hoy, si la Constitución fuera un ciudadano podría votar y si fuera una mujer se pondría de largo”. Con ello, desposeyó de la ciudadanía a las mujeres devolviéndonos de un plumazo al papel de adorno en las fiestas de sociedad.

La Covid-19, enfermedad de la que aún no sabemos mucho, es una prueba a nivel mundial que nos está poniendo frente al espejo de nuestra vulnerabilidad. Su irrupción nos está demostrando cuáles son las actividades realmente esenciales para la supervivencia humana y quiénes las realizan. De hecho, el objetivo feminista de poner los cuidados de la vida humana como centro de la sociedad, en lugar del beneficio económico a ultranza, no parece en estos momentos ni descabellado ni innecesario. Así es que no dejo de preguntarme de dónde proviene esa inquina, cuál es la razón del odio hacia un movimiento pacífico que lucha por una convivencia entre sexos en igualdad y libertad. ¿Ustedes lo saben?

Pilar Mateo Gregorio es socia de infoLibre

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