Librepensadores

Mía o de nadie

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Joseba García

La derecha española siempre ha sido mucho de ir a misa y pudiera ser que de ahí les viniese ese imagen esquizofrénica que tienen de la mujer que la convierte en santa, si se dedica a la procreación de la especie dentro de la familia muy tradicional y mucho tradicional, y en feminazi si quiere tener una vida propia, independiente de varón alguno y en pie de igualdad; quizás el concepto arranca en el violento nacimiento de la fémina, sacada de la costilla de Adán supongo que mediante desgarro y sutura posterior, lo que, quieras o no, dejó un resquemor en el propietario de la costilla y, por ende, en sus descendientes con colgantes en la entrepierna.

Es más, en el acervo cultural de nuestra derecha todavía permanecen imágenes de Don Pelayo, el Cid Campeador, los Reyes Católicos y toda la parafernalia que durante cuarenta años fue sembrando el franquismo; no están en su discurso, no hablan de ello, pero en algún rincón recóndito de su cabeza asoman la patita de vez en cuando situándolos entre la espada del conquistador y la pared de la modernidad democrática. Es como si no tuvieran domesticados del todo esos fantasmas y en tiempos de crisis afloraran de los pliegues del cerebro reptiliano que según algunas teorías todos tenemos debajo del neocórtex.

En el barullo de esos atavismos hay un hueco para el macho de camisa desabrochada y pelo encrespado en los pectorales, y el machismo tiene una lógica implacable: mi mujer es mía y por tanto puedo hacer con ella lo mismo que con cualquier otra propiedad, desde usarla hasta matarla si pretende abandonarme por otro o por ella misma. Curiosamente, la mayoría de los maltratadores violentos y asesinos siempre son fieles a un orden para llevar a cabo sus crímenes: primero matan y luego, algunos, se suicidan. Si priorizasen el suicidio sobre el asesinato, todxs dormiríamos más tranquilos.

El comportamiento de la extrema derecha y la derecha extrema de nuestro país tiene muchas similitudes con el machismo, no ya porque siempre hayan sido incapaces de comprender los movimientos de igualdad e hinquen sus dientes en los calcañares del feminismo para estrangular al gobierno de coalición, sino porque se comportan con España como lo hace el marido celoso con su mujer. La quieren tanto, tanto, tanto que son capaces de acabar con ella antes de verla mancillada por las manos de aquellos a los que ellos consideran indignos de yacer en el lecho del gobierno de la nación porque el poder les pertenece por derecha divina. No es una fantasía de mi enfebrecida mente judeo/masónica/bolivariana, lo dijo el propio Montoro cuando se trataba de hundir a otro gobierno socialista: “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”.

Empezaron la legislatura, hace una pandemia y pico, atacando al Gobierno de coalición con adjetivos decimonónicos y toda una artillería de epítetos descalificatorios con un único objetivo: acabar con el Gobierno, antes de que echase a andar, y que se convoquen elecciones, una o cien veces, todas las que sean precisas hasta que ellos ganen, porque solo son demócratas si las urnas les dan la victoria, si se la niegan se muestran como el marido ultrajado y no les importa atacar a todas las instituciones del Estado y acabar con el país al que tanto dicen amar; curiosamente no aman a los españoles sino a España, con mucho acento en la a, gesto firme, mirada fiera y banderas flameantes.

Los españoles que no comulgamos con sus ruedas de patriotismo de comisiones y sobres hacemos nuestra una bella consigna feminista y les decimos en nombre de España: No me quieras tanto y quiéreme mejor.

Joseba García es socio de infoLibre

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