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Putin y el 75º aniversario de la Gran Victoria

Juan José Torres Núñez

Cuando la paz se rompe en un país, la paz de todos los países está en peligro. Franklin Delano Roosevelt

En la prensa española se ha interpretado el artículo de Vladímir Putin, publicado en inglés en la página web del Kremlin, 75th Anniversary of the Great Victory: Shared Responsibility to History and our Future [El 75º aniversario de la Gran Victoria: la responsabilidad común ante la historia y nuestro futuro], como patriótico y nacionalista, con la clara intención de retornar al pasado y también de favorecer su candidatura para perpetuarse en el cargo con los cambios de la Constitución rusa. El artículo apareció unos días antes de las elecciones para su aprobación, que Putin ganó sin dificultad y le permitirá gobernar el país hasta 2036, si el pueblo quiere. Sin embargo, la fundadora y presidenta del Instituto Schiller, Helga Zepp, ha dicho que las cuestiones que Putin aborda en su artículo sobre la Segunda Guerra Mundial “pueden prevenir la Tercera Guerra Mundial”. También ha señalado que “este es el momento para una Paz de Westfalia”, refiriéndose al acuerdo de paz de 1648 que puso fin a los 150 años de guerras religiosas en toda Europa.

El editorial de El País (6 de julio de 2020) nos da un ejemplo claro sobre la visión que Occidente tiene de Rusia: “El resultado es que Putin ha enterrado las esperanzas de millones de rusos y europeos que vieron con la caída de la Unión Soviética el merecido y necesario ingreso de Rusia en las sociedades democráticas”. Occidente esperaba que Putin fuera “un hombre alcohólico y enajenado” como Boris Yeltsin –así lo describe Augusto Zamora–, que fue el causante de la desaparición de la Unión Soviética. Sabemos que el alcoholismo de Yeltsin se convirtió en el hazmerreír del mundo, “para goce y disfrute de los enemigos de Rusia”. En diciembre de 1991 este borracho empedernido declaró con la estupidez de un memo que la URSS había dejado de existir. Putin considera esta autodestrucción como “la mayor catástrofe geopolítica del Siglo XX”. En efecto, a partir de ese momento Estados Unidos empezó a rediseñar el mundo. Para imponer su hegemonía en un mundo unipolar tenía la necesidad imperativa de conflictos armados y de expandir la OTAN con sus aliados como una organización belicista. La agresión contra Yugoslavia fue una de las tantas guerras criminales que EE UU y sus aliados han desencadenado en el planeta: Afganistán, Irak, Libia y etc., etc. La balcanización de Yugoslavia es un claro ejemplo de lo que EE UU quería hacer con Rusia, pues una vez cercada y dividida, invadir China sería una cuestión de tiempo. Si Putin no hubiera recompuesto los pedazos rotos que quedaron de la URSS, millones de personas hubieran muerto en guerras criminales para mantener el mundo unipolar que EE UU tanto desea y que quiere imponer a fuerza de guerras interminables. Putin cambió el curso de la historia para darle a los rusos el orgullo de un nuevo país y devolverles la patria que habían perdido.

En El País (del 25 de junio) leemos que el artículo de Putin “se centra en las alianzas del pasado y no menciona una eventual reforma del Consejo de Seguridad que dé más relevancia a zonas del mundo que no están permanentemente representadas, como África y América Latina”. Se nos presenta a Putin como “un malabarista, al omitir o alterar episodios significativos de las relaciones germano-soviéticas hasta la invasión nazi del 22 de junio de 1941”, incluso se matiza que “el mandatario ruso ha dado su visión personal sobre temas históricos”. La información que encontramos en El País considera “cuestionable o rebatibles” los datos que Putin presenta, “pues reivindica los privilegios de una victoria obtenida hace 75 años”. Se le critica por no pronunciarse sobre las grandes transformaciones del mundo “a raíz del fin de la Guerra Fría”, como “la reunificación de Alemania en 1990 y la desintegración de la Unión Soviética”. Y “no aborda la necesidad de incrementar […] la representación de nuevos actores en otros continentes”. Vemos en esta información que el mandatario ruso da “una interpretación autocomplaciente de la historia y la revisión de capítulos aparentemente cerrados”. Según esta interpretación, “Putin justifica el pacto germano-soviético de agosto de 1939 y sus protocolos secretos, a tenor de los cuales Alemania y la URSS se repartieron Polonia, el Báltico y el territorio europeo que media entre ellas”. Y nos recuerda que en la “anexión” de Crimea de 2014, Rusia “no respetó los numerosos documentos firmados con Ucrania, incluso un tratado de amistad, donde reconocía la integridad territorial de aquel país”.

Veamos ahora el artículo de 17 páginas, evitando la propaganda occidental y la demonización de Putin, resaltando lo esencial del texto. La información de El País tiene una lectura distinta de la que ha dado Helga Zepp, que ya hemos mencionado. Lo primero que hay que dejar claro sobre el “malabarismo” de Putin es que repite varias veces que él habla citando los archivos de la guerra. No manipula nada. Precisamente, se refiere a la manipulación de Occidente sobre los hechos de la Segunda Guerra Mundial. Putin destaca desde el principio que “es crucial basarse exclusivamente en los documentos de los archivos y en la evidencia contemporánea, tratando de evitar especulaciones ideológicas y políticas”. Enfatiza el gran error que se comete si olvidamos las lecciones de la historia. “Nosotros mantendremos firmemente la verdad basada en los hechos históricos documentados”. Una verdad genuina sobre la guerra, pues “esa verdad humana, nacional, que es dura, amarga y despiadada, nos la han transmitido los escritores y poetas que pasearon por el fuego y el infierno de los padecimientos del frente”. El mandatario ruso pide crear un archivo para estudiar la Segunda Guerra Mundial y el período anterior a la misma. También pide un debate internacional sobre las causas de esta guerra: “estamos listos para una amplia cooperación en proyectos de investigación conjunta con historiadores”.

El revisionismo histórico de Occidente ha llegado a proferir insultos y mentiras sobre la historia, al declarar que “Estados Unidos y el Reino Unido fueron los que derrotaron a Hitler”. Esta calumnia queda desmentida con el discurso de Franklin Delano Roosevelt cuando el 28 de abril de 1942 se dirigió al pueblo estadounidense hablando del Ejército Rojo así: “Estas fuerzas rusas han destruido y siguen destruyendo más potencia militar de nuestros enemigos –soldados, aviones, tanques, cañones– que todas las Naciones Unidas juntas”. Estas palabras las cita Putin y también cita a Winston Churchill cuando el 27 de septiembre de 1944 envió un mensaje a Stalin resaltando que “es el Ejército ruso el que ha destripado la maquinaria militar alemana”. Y todo esto, puntualiza el mandatario ruso, con “casi 27 millones de ciudadanos soviéticos que perdieron sus vidas en los distintos frentes”. Las cifras son contundentes: “la Unión Soviética perdió uno de cada siete ciudadanos, el Reino Unido uno de cada 127 y Estados Unidos uno de cada 320”. Y subraya que “el trabajo doloroso de restaurar los nombres y destinos de todos los que perecieron tiene que continuar”. Ojalá en España se repitieran estas mismas palabras para sacar de las cunetas de la vergüenza las más de 115.000 víctimas de la Guerra Civil española, que todavía están esperando una exhumación digna para ser trasladadas a su justo lugar. Su único pecado fue defender la legalidad de la República española.

La “anexión” de Crimea se debió a que la población votó por la reunificación con la Federación Rusa en marzo de 2014. El proceso se efectuó, según Rusia, cumpliendo las leyes del derecho internacional. La reunificación tuvo lugar después de que Barack Obama, Hillary Clinton, Victoria Nuland y las élites belicistas neoconservadoras, al servicio del complejo militar-industrial de EE UU, apoyaran y sufragaran un golpe de Estado en Ucrania en febrero de 2014, poniendo en el nuevo Gobierno a neofascistas y nazis. Rusia, consciente del peligro, se reincorporó Crimea con la aprobación del 96% de sus ciudadanos. Según explico en mi artículo en este periódico, Ucrania: una fantasía geopolítica del belicismo, hoy en Ucrania hay muchas organizaciones neofascistas, como el Azov Battalion, que recibe armas y dinero de EE UU, y organizaciones nazis, como el Right Sector. Hacen honor a la historia de Ucrania cuando el 30 de julio de 1941, la Organización de Nacionalistas Ucranianos –dirigida por Stepan Bandera– proclamó la independencia de la Ucrania nazi, reivindicando que “el Estado ucraniano restaurado cooperará estrechamente con la Gran Alemania nacionalsocialista, que bajo el mando de su líder Adolfo Hitler está creando un nuevo orden en Europa y en el mundo”. En el artículo Putin llama a Bandera y a otros como Pétain, “traidores y carniceros”. Y asevera que los actos criminales de los colaboradores nazis nunca pueden ser eximidos. Lo triste de este golpe de Estado es que Europa y EE UU fueron cómplices al legitimar a los perpetradores de la violencia ultraderechista que se desató.

Seis hombres clave en el corazón del imperio de Putin

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Putin habla de las causas de la Segunda Guerra Mundial, que se produjeron a consecuencia de las decisiones que se tomaron al final de la Primera Guerra Mundial con el Tratado de Versalles, que fue injusto para Alemania. El comandante supremo de las fuerzas aliadas, el francés Marshal Ferdinand Foch, profetizó que “el Tratado no es la paz. Es un armisticio para veinte años”. No se equivocó. Por esta razón, Putin impulsa una cumbre de los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido. Quiere el espíritu de alianza que tanto contribuyó para acabar con el horror de Hitler y así poder encontrar soluciones a todas las amenazas que afectan a todos los países. El mandatario ruso no olvida a las demás naciones, simplemente explica que no se puede volver a la situación de la Liga de las Naciones, pues con el dominio de Francia y del Reino Unido “se demostró que las reuniones sin sentido fueron ineficientes”. En aquel momento la Unión Soviética pidió repetidas veces “un sistema justo de seguridad colectiva”. Estas propuestas se rechazaron. Y esto es lo que Putin está pidiendo ahora, “una actuación concertada que refuerce la estabilidad y la seguridad del planeta”. Esta agenda que propone Putin para la cumbre “es extremadamente importante” para el mundo entero. Puede desarrollar principios colectivos, preservar la paz, reforzar la seguridad global y regional, crear un arbitraje en los conflictos, llegar a un control estratégico de armas nucleares, unir esfuerzos en la lucha contra el terrorismo, el extremismo y todas las amenazas que nos acechan. La cumbre, pues, trata de abordar una acción conjunta contra todas las crisis a las que nos encontramos expuestos: la pandemia del coronavirus, el desplome de la economía física y los fraudes del sistema financiero especulativo.

El objetivo principal de esta cumbre es el de “iniciar una asociación internacional abierta a todas las naciones del planeta”. El artículo termina con estas palabras: “Sin ninguna exageración, es nuestro deber común y responsabilidad con el mundo entero, con el presente y con las generaciones futuras”.

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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