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Pablo Casado, delirio en la inopia

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Amador Ramos Martos

Hay una condición peor que la ceguera, y es ver algo que no es. Thomas Hardy

Pero tan ciegos son los que mandan como los mandados. Jose Saramago

El desconfinamiento (con datos epidemiológicos que vuelven a ser inquietantes) nos ha devuelto (de momento) a la llamada “nueva normalidad”. Un escenario, donde confluyen la vieja y crispada anormalidad política, instalada crónicamente en nuestro país. Y la amenazante normalidad (lo peor está por llegar) que se vislumbra en el horizonte económico y social por las secuelas no solo sanitarias provocadas por el coronavirus.

La interpretación (deformada según el sesgo ideológico de cada partido) de los hechos acaecidos desde la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la Presidencia del gobierno, a la que hay que añadir los derivados de la crisis brutal de la pandemia que (no lo olvidemos) seguimos padeciendo, están poniendo a prueba la solidez, responsabilidad, coherencia y credibilidad de nuestra clase política en su intento por patrimonializar el relato y paliar las consecuencias del desastre.

Y mucho me temo que, al hacerlo, vamos a ser víctimas del trastorno de distorsión cognitiva de la realidad. Un socorrido recurso, del que de forma automática (casi adictiva) y no sé si consciente, a menudo se valen nuestros políticos en su intento de hacernos ver lo que nadie ve y justificar con cínicos argumentos… lo injustificable. Si la realidad no se adapta a sus intereses, la manipulan con su discurso, hasta reconvertirla en una versión deformada a su medida plagada de tramposos eufemismos.

Tras su “crucial” papel de comparsa en las elecciones gallegas, Pablo Casado que sigue confinado en la inopia y sumido en su delirio ultraderechista (algo que empieza a ser preocupante) intenta vendernos a los ciudadanos el resultado de aquéllas como un éxito compartido con Feijóo. Una apreciación distorsionada de la realidad, una falacia monumental más, que empieza a no ser entendida e incluso criticada con sordina dentro del partido.

En realidad, a Pablo Casado, le ha surgido en Galicia un disidente estratégico. En realidad un desazonante grano en su culo político: Alberto Nuñez Feijóo. Esta suerte de Fraga moderno, estilizado y como era éste, galleguista hasta la médula; tras cuatro procesos electorales (ignorando a sabiendas el discurso de Génova) sigue dirigiendo a ritmo de muñeira el alma conservadora del PP gallego. Sabedor, aunque no lo reconozca abiertamente, de que su momento político a nivel nacional se aproxima.

La fotografía publicada en la sección nacional del día 17 en el diario El País habla por sí sola. Un exultante y risueño enmascarado Pablo Casado (no entiendo la euforia del prescindible segundón dispuesto a perder votos para no manchar su impoluta alma ideológica) se aferra como a un clavo ardiendo a la mano de Feijóo. Que con un discurso y formas políticas en las antípodas de la crispación sembrada por aquél (que han empozoñado la política nacional) ha vuelto a ser reelegido por cuarta vez presidente en su feudo gallego con mayoría absoluta.

La imagen de un Feijóo contenido a pesar de su éxito. Relajado, seguro de sí mismo y profunda mirada zorruna portando una carpeta azul con el nombre de Galicia bajo su brazo izquierdo, es una exhibición de poder del gallego frente a la imagen sobreactuada de un Casado que se sabe actor invitado y secundario prescindible en el éxito de aquél.

El proyecto del pp gallego (minúsculas intencionadas) de Feijóo, choca frontalmente con el españolazo, patriotero y excluyente proyecto contable del tripartito… “España Suma” (PP+Cs+VOX) de Casado. Un personaje, sobrado y pagado de sí mismo (la versión pepera de Albert Rivera) y que espero no equivocarme, tiene políticamente sus días contados a medio plazo.

La jibarización del logo del PP, reducido por Feijóo a su mínima expresión durante la campaña electoral, constituye un símbolo subliminal. Un exorcismo para conjurar el rechazo que las siglas del PP (mayúsculas intencionadas) pudieran provocar en sectores de votantes, de momento solo gallegos, conservadores razonables y huérfanos de otra alternativa electoral (no lo es Ciudadanos).

Poniendo a Galicia como ha hecho por encima del partido, Feijóo, a su manera, se comporta como un tibio (pero centrífugo) nacionalista gallego. Actitud, que contrasta de forma paradójica, con el creciente afán recentralizador de Pablo Casado. Cuestionado no solo por aquél, si no por la actual líder del PP en Euskadi Amaya Fernández. Quién reclama más protagonismo territorial en el proyecto del PP en Euskadi, frente al modelo uniformador y centralista que Génova sigue empecinada en imponer.

La coalición fracasada con Ciudadanos exigida por Casado al PP en Euskadi, provocó la espantada política de Borja Sémper y el sacrificio de Alfonso Alonso. Y todo ello, para encumbrar en el PP vasco al desahuciado Iturgáiz. Al que le faltó tiempo para proclamar desde el primer momento: ¡la bondad de la colaboración del partido con VOX a nivel nacional! Así… tal como suena.

Un hecho, que evidencia las incongruencias, en ocasiones hilarantes de Casado y la reserva preventiva de Feijóo y el PP vasco, hacia el “rejuvenecido” PP genovés. Controlado de momento, por la vieja guardia de FAES, bajo la siniestra y vigilante mirada del resentido “hombrecillo de hiel”, el tal… Ánsar.

Incluso el presidente andaluz Juan Manuel Moreno (tambiėn valedor de VOX), reconociendo por mero tacticismo preventivo (es raro en política dar puntada sin hilo) el éxito del discurso moderado e inclusivo de Feijóo en Galicia, se distancia del discurso crispado y excluyente de más de media España de Casado. Que en pleno delirio distorsionador, proclama ahora (al mismo tiempo que compite con VOX por el voto de ultraderecha) que “siempre hemos estado en la moderación

El PP, en mi opinión, constituye desde hace tiempo uno de los grandes problemas de España. Un partido, el primero condenado por corrupción en democracia y en deriva ideológica ¿irreversible? hacia el muladar ideológico de ultraderecha. Dónde chapotea y hoza en busca de votos codo con codo con el neofascista VOX. Recurriendo de forma incomprensible y arriesgada para la democracia; a un discurso político crispador, tabernario, insultante, provocador y cainita.

Pero lo más desalentador y frustante, frente a la cúpula dirigente del PP actual (en realidad FAES), es el silencio cómplice o acomodaticio de amplios sectores mudos y disciplinados en exceso del partido; sumados a la autocomplacencia de la cúpula de Génova tras el resultado electoral, son corresponsables de la debacle del proyecto centrípeto de Casado. Que no busquen chivos expiatorios a los que endosarles su fracaso. En esta coyuntura, y con Pablo Casado liderando el partido, parece improbable que el PP, en el corto-medio plazo como esperaba, pueda volver a gobernar en España.

Urgen voces críticas (algunas hay) dentro que reivindiquen otro talante, otro discurso, otra política y otras formas de ejercerla. El PP, constituye desde hace tiempo, una anomalía política y ¿democrática? por la que estamos pagando un alto precio: el bloqueo político-jurídico de cualquier intento para superar mediante el diálogo y un consenso constitucional audaz y renovado, los problemas ¡que a estas alturas! siguen lastrando históricamente el reencaje social, político y territorial de España.

Los resultados electorales en Galicia y Euskadi (con matices no siempre extrapolables en elecciones generales) demuestran que el proyecto de la gran derecha de Casado (“España Suma”), en realidad… resta… y hace agua. Un proyecto tóxico, segregador en el fondo y en las formas que Pablo Casado, en trance visionario, sigue no queriendo ver ensimismado en la inopia ideológica. Mi duda es, ¿cuál de las dos almas (que el niega) la ppera o la PPera, marcará el rumbo y destino del partido en el futuro?

Quizás Alberto Nuñez Feijóo, no sé si lastrado por la duda y el miedo al fracaso de su proyección a nivel nacional, si se decide finalmente a dar el paso en un futuro no lejano, tenga la respuesta. Pero como buen gallego, ante la pregunta que intente despejar las dudas, responderá con otra pregunta con doble fondo y… aguda retranca galegagalega.

P.D.: Acabo de leer en infoLibre el repaso de Casado a los temas candentes de la política nacional que está que arde. Un popurrí de declaraciones contradictorias, falaces y cargadas de mala baba. Realizadas en su huida hacia adelante, no dejando títere con cabeza y que solo contribuyen (un ejemplo más de patriotismo) al desprestigio de España. Pablo Casado o ha perdida la cordura tan necesaria en política o sencilla y llanamente vive en la inopia. Afortunadamente para muchos españoles y para España, un currante, tenaz, fajador y sobre todo, equilibrado y sereno Pedro Sánchez empapado y consciente de la realidad, mantiene la suya.

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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