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Las instituciones les salvarán

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Antonio García Gómez

Sin duda, y en eso confían, porque, al fin y al cabo, la casta terminará flotando. ¿Cómo la mierda? Siquiera en nombre de quienes viven anidando en las mismas estructuras del andamiaje que ha de aguantar, al menos mientras se pueda seguir manteniendo. El cuento del vasallaje bien premiado, según los méritos reconocidos desde arriba, naturalmente.

Ya lo ha dicho Luis María Ansón: “Juan Carlos ha hecho su penúltimo servicio a España”, y a nada que insistan, será asumida la idea de que, como en su momento su desahogado abuelo, solo les mueve su inenarrable vocación de servicio a España. Mecachís con su abnegación, algo disoluta, como habernos intentado despistar con tanta cercanía, timonel al mando, y tralará, tralará. Borbón hasta las cachas intrauterinas con una desbordada afición por las carnes pudentas y femeninas.

“Aquí deja a su hijo con el marrón y a casi todos los resortes del poder tratando de salvarle la cara. Lo conseguirán”, manifestaba Quique Peinado en su columna. Y aunque, repito, sobrevivirán, bajo el amparo del último comunicado, en el que el mismo rey actual ya ha dejado para la historia, es decir en letras de molde: “el respeto y agradecimiento por la decisión tomada”.

Habremos de autoconvencernos de que el rey huido ha prestado el mejor servicio a los españoles, y, dale la burra al trigo, a sus instituciones.

Porque ese es el quid de la cuestión, y lo que perturba a la monarquía y a sus afines. Quienes por mantener un buen funcionamiento del permanente estado de las cosas, han dejado de lado el único valor, que se les exigía, y en el que se confiaba. Nos referimos al de la ejemplaridad, precisamente la que han practicado millones de compatriotas, de esos que se autoproclamaron juancarlistas, que nunca se fallaron ni a sí mismos ni a los suyos.

El patriotismo ni va de alcurnia, ni de soflamas. Apenas se consolida, en el día a día, con la buena crianza y la observancia escrupulosa de la responsabilidad y del trabajo bien hecho, por uno mismo, por los propios y en nombre del resto.

Y sin embargo la decepción es tan grande como esperada. Y es que parece que Juan Carlos ha practicado la vocación borbónica, la de fallar a su pueblo, a su España, a quien juraba y perjuraba, incluso en el día de hoy, tanto amor, dilapidado.

Otro rey que se va de España

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Y eso que solo tenía una razón de existir: la de la familia leal y ejemplar. Para sí misma y para su pueblo, incluso muy por encima de sus encumbrados aires de tronío, disfrazados de campechanos guiños a la plebe atenta y fiel.

Vaya chasco, el enésimo del rey, que por mucho que se ponga por delante la institución. ¿Qué institución? ¿La de una dinastía que solo ha amparado el filibusterismo de la clase dominante? Siempre actuando en nombre de la estabilidad. ¿De las instituciones? ¿Las mismas que ya corren para salvarse a sí mismas y a los ganapanes de renombre y bolsa nutrida? Tan patriotas todos ellos y ellas.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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