Librepensadores

La peligrosa cruzada de Pompeo contra China

Juan José Torres Núñez

El secretario de Estado Mike Pompeo dio un discurso el 23 de julio en la Biblioteca Presidencial Richard Nixon, en Yorba Linda, California, y como invitado de honor se dirigió a toda la comunidad internacional hablando de “la China comunista y el futuro del mundo libre”. Pero a diferencia de lo que hay escrito en el epitafio sobre la lápida del presidente Nixon: “El mayor honor que puede otorgar la historia es el título de pacificador”, Pompeo, con un discurso retórico habló como un agitador para provocar una confrontación contra China. Según él, es necesario crear una coalición internacional. Estas fueron sus palabras: “Tal vez sea la hora de una nueva agrupación de naciones con ideas afines, una nueva alianza de democracias”. Su retórica la encontramos también en algunas frases del discurso que pronunció Hitler el día 9 de noviembre de 1943. No es de extrañar, pues, que John Pilger, un periodista australiano, distinguido por su honestidad y su deseo de esclarecer la verdad, haya descrito a Pompeo como “un evangelista fanático”, que “quizá sea el hombre más peligroso del mundo”. Y Ray McGovern ha escrito que es “un psicótico”, en su artículo Presumptuous Pompeo Pushes ‘Peking’ Policy.

Hitler declaró en su discurso que “el camino del combate [es] el único camino que conduce hacia la gloria de nuestra Patria y a la grandeza de nuestro pueblo”. Habló del cerco a Alemania y de la destrucción del Reich “por medio de una guerra de coalición, del mismo modo que Inglaterra había combatido y vencido […]. La pequeña isla británica que en guerras continuadas había sometido poco a poco a su dominación la cuarta parte de la superficie de la Tierra, no abandonó […] sus viejas consignas gastadas de luchar por la libertad de las pequeñas naciones y por la democracia”. En el discurso se ve que Hitler estaba obsesionado con “el coloso bolchevique, nacido en el centro de Asia”, “el coloso soviético” y “el coloso asiático-bolchevique”. Hitler tenía una misión: ganar la guerra con “valor moral”, “tenacidad” y “fanatismo”. Tres conceptos que Pompeo enaltece.

Pompeo, con su belicismo y fanatismo evangélico, está obsesionado con el Partido Comunista Chino (PCCh). Y también tiene una misión: “Inducir el cambio de China”, siguiendo las palabras de Nixon. Con su pensamiento alterado, quizá debido a su esquizofrenia, declara que con “las Naciones Unidas, la OTAN, los países del G7, el G20 [y] nuestro poder combinado económico, diplomático y militar, seguramente es suficiente para enfrentar este desafío si lo dirigimos claramente y con coraje”. China es el enemigo que hay que derrotar porque supone una amenaza para Estados Unidos, según él. Pero Pompeo no está muy seguro de ganar una guerra contra China cuando dice “seguramente”. Como ha señalado la fundadora y presidenta del Instituto Schiller, Helga Zepp, la experiencia de las dos guerras mundiales nos ha enseñado que “la construcción sistemática de una imagen enemiga es siempre parte de una preparación urgente para la guerra. Todas las personas amantes de la paz, incluido Estados Unidos, tienen que contrarrestar este peligro antes de que sea demasiado tarde”. Tampoco es de extrañar que la prensa china haya calificado a Pompeo como un wackadoodle, es decir, un excéntrico paranoico.

Pompeo ha olvidado que está hablando de un país con armas nucleares y con casi 1.400 millones de habitantes. Su obsesión con el PCCh es tan grande que lo menciona 28 veces. Su objetivo consiste en “detallar las amenazas de China y lo que significa para nuestra economía, nuestra libertad y para el futuro de las democracias libres de todo el mundo”. Habla también de la represión en Hong Kong y en Xinjiang, observando que el Ejército chino se está haciendo cada día más fuerte y amenazante. Habla de los abusos del PCCh contra los derechos humanos y que Nixon al abrir el mundo al PCCh creó un “Frankenstein”. “Nosotros, las naciones del mundo amantes de la libertad, debemos inducir a China a cambiar”, pues “China no es una sociedad respetuosa con la ley”. “China es una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos”. Y nos cuenta también que si algo aprendió cuando estaba sirviendo en el ejército fue que “los comunistas casi siempre mienten”.

Lo que Pompeo sugiere es un cambio de régimen, una revolución de color como tantas otras que Estados Unidos ha sufragado y provocado: la de Ucrania, por ejemplo. En todo el discurso habla de la falta de libertades y de los abusos de los derechos humanos en China. Todas estas acusaciones las tendrá que resolver China, pero no con la injerencia de EE.UU en los asuntos internos de China. Pompeo muestra una gran hipocresía. ¿De qué libertades está hablando? ¿Qué libertad tuvo George Floyd cuando un policía lo asfixió el 25 de mayo, mientras los otros policías miraban con las manos cruzadas? ¿De qué democracia habla cuando los manifestantes en varias ciudades de EE.UU han declarado que viven en un Estado policial? ¿De qué democracia y de qué ley habla Pompeo cuando EE.UU no respeta las leyes internacionales, invadiendo países y sometiendo a más de 30 gobiernos a sanciones injustas, ilegales e inhumanas? Como argumenta William Jones en su artículo Can the U.S. learn to live with a rising China? [¿Puede EE.UU aprender a vivir con una China emergente?], todas estas amenazas chinas se deben “al éxito con el que China se ha transformado desde una nación en vías de desarrollo y relativamente empobrecida, al segundo poder económico del planeta. Y esto lo ha hecho con el liderazgo firme del PCCh”.

Pompeo no habló en ningún momento de las cloacas y la degradación moral de EE.UU. Un buen ejemplo para mostrar estas cloacas puede ser el vídeo Collateral Murder [Asesinato colateral], en donde se ven soldados estadounidenses acribillando a tiros sin piedad desde un helicóptero a civiles inocentes y escuchamos cómo celebran con risas los crímenes que han cometido. Por exponer al mundo estos hechos Julian Assange se enfrenta a un juicio político y una posible condena de 175 años en EE.UU. Estos crímenes de guerra los podemos ver gracias a Assange y a WikiLeaks. También podemos ver el vídeo sobre la matanza de campesinos y campesinas en la aldea My Lai, en Vietnam el 16 de marzo de 1968. Assange está en la cárcel “por publicar los crímenes de guerra de EE.UU y del Reino Unido [en] un proceso legal obsceno”, afirma McGovern. ¿De qué libertades está Pompeo hablando en su discurso?

Pilger, en su artículo Another Hiroshima is Coming… Unless We Stop It Now [Viene otra Hiroshima... al menos que la paremos ahora], comenta que el horror de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, lanzadas sobre civiles inocentes, pudo haberse evitado porque Japón ya había perdido la guerra y eso lo sabía EE.UU. Lyndon LaRouche subrayó que “no había ninguna razón militar para lanzar esas armas nucleares” porque Japón “había sido derrotado completamente, solo había un motivo geopolítico británico”. Pero como señala el general Leslie Groves, director del Manhattan Project, “nunca pensé que Rusia era nuestro enemigo, ni que esas eran las bases del proyecto”. Se trataba, pues, de demostrarle a Rusia quién era el dueño del mundo. El presidente Harry Truman, un criminal de guerra, explicó que se sentía muy satisfecho con el “gran éxito del experimento”. En la isla Bikini –una de las islas Marshall en el Océano Pacífico– EE.UU explosionó la primera bomba de Hidrógeno en 1954, sin evacuar a los nativos porque “EE.UU necesitaba conejillos de India para estudiar los efectos de la radiación”. Las consecuencias de esta catástrofe humana y medio ambiental las muestra Pilger en su documental The Coming War on China [La guerra que viene contra China]. Para Pilger hoy “estamos asistiendo a una campaña sin precedentes” para que no cuestionemos “el torrente diario de retórica anti-China”. Esta campaña “no empezó con Trump, sino con Barack Obama, que en el 2011 fue a Australia a declarar el mayor incremento de fuerzas navales estadounidenses en la región del Asia-Pacífico, desde la Segunda Guerra Mundial. De repente, China era una amenaza. Esto era una tontería, pues la amenaza [real] era la innegable visión psicopática de América como la nación más rica, más exitosa y la más indispensable”. Pilger termina su artículo recordándonos que “el fin de partida del extremismo de Pompeo, apenas se comenta en los medios Anglo-Americanos”. Tampoco “los logros épicos de la China moderna, acabar con la pobreza masiva y el orgullo de su gente… algo que se desconoce, o a propósito no se quiere entender en Occidente”.

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Hitler cita en su discurso a la “Providencia” siete veces y acaba diciendo que “la Providencia ha tenido a bien [concederle al pueblo alemán] su gracia”. A Dios lo cita una vez y en sus últimas palabras se inclina “agradecido ante el Todopoderoso” por haberle “dispensado tantos favores”. Pompeo también, como “un zelote evangelista sionista”, cita a las Escrituras para explicar la necesidad de “actuar”, pues “así nos podremos proteger de los tentáculos del PCCh”, porque “China significa una amenaza para la economía estadounidense”. En su pensamiento profundo afirma que “Tenemos la voluntad” y que “nuestro espíritu está dispuesto, pero nuestra carne es débil”. Estas palabras las encontramos en la Biblia, en el Evangelio según Mateo (26:41), cuando Jesús le dice a sus discípulos: “Es cierto que tenéis buena voluntad, pero os faltan las fuerzas”. Se refiere a que el deseo de la carne ha vencido al deseo de la voluntad. El sentimiento religioso de Pompeo le permite advertir que los comunistas casi siempre mienten, como hemos visto, pero se olvida de lo que él mismo comentó, refiriéndose a su pasado: “Yo era el director de la CIA. Nosotros mentimos, engañamos y robamos”. Para él los que mienten son los otros.

Pompeo acaba su discurso recordando que EEUU se ha convertido en “un faro de libertad para las personas de todo el mundo”. Quizá se refirió a la luz que emiten las 800 bases militares estadounidenses en todo el planeta y más de 400 están rodeando China. Que se lo pregunten a las víctimas de tantas guerras interminables del tablero geopolítico para ver lo que ellas piensan de ese faro. Después de pronunciar la palabra Dios dos veces, la repite una tercera vez: “Y que Dios bendiga al pueblo de los Estados Unidos de América”. No creemos que ese Dios americano pueda ser el que apretó el botón de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, ni el que pueda apretar el botón contra China. Lo que Pompeo tiene que hacer es olvidar el camino del combate que Hitler propuso y en vez de seguir con su peligrosa cruzada de confrontación contra China, que tome el camino de la cooperación. Ese camino sí conducirá a un mundo más humano, en el presente y en las generaciones futuras.

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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