Librepensadores

Todos los políticos son iguales (o el síndrome Neymar)

Héctor García Sueiro

Este nuevo mantra no es tan nuevo, pero sí que es cierto que ha adquirido mucha fuerza últimamente, y lo puedes escuchar de tu vecino el apolítico (que sospechas que vota a Vox), a Vicente Vallés en uno de sus discursitos supuestamente equidistantes o, incluso, a los propios políticos, como la teniente de alcalde de Madrid Begoña Villacís hablando de la clase política como si ella fuese de otra clase (aparte de clase alta).

La misión es clara y evidente y es muy fácil entender el quién, el qué y el cómo.

El quién es la derecha y todo aquel al que le interese que tú pienses lo menos posible, que se reduzcan tus opciones, que se embarre el terreno de juego y se pierda de vista el balón para soltarte otro balón nuevo que empezar a perseguir. Basta poner la tele en una de las nefastas sesiones de control al Gobierno para observar cómo los diputados de PP y Vox olvidan la utilidad de las preguntas registradas con anterioridad que van a realizar y se lanzan a unos ataques sin límite hacia el Gobierno, hacia la inteligencia y hacia cualquier resquicio de elegancia y sentido común que pueda quedar en las Cortes.

Los quiénes son también los medios de comunicación, que en esas mismas sesiones de control nos venden que todos están en el mismo saco, que la tensión es irrespirable y que tanto da si el político es de extrema derecha como de Teruel Existe; todos ellos quieren crear crispación y deberíamos prescindir de ellos por inútiles e ineficaces. Si el análisis se produce en algún debate televisivo entonces podemos apostar nuestro dinero a que alguno de los reputados tertulianos defienda la necesidad de un perfecto Gobierno técnico que dirija el país sin la tan nefasta ideología. ¿Es igual Santiago Abascal que Salvador Illa? ¿Tensan por igual el ambiente Pablo Casado que Pedro Sánchez? ¿Podemos equiparar a Macarena Olona con Pablo Iglesias? La respuesta evidente y rotunda es no. Basta observar de vez en cuando las sesiones del Congreso para estar seguros de afirmar esto.

El qué es cristalino; deteriorar la clase política, el debate, la pluralidad política. El objetivo de la derecha es reducir las opciones: hay un bando (o banda según el escritor Albert Rivera) formada por batasunos, independentistas (tanto de Junts, como ERC e incluso me cabe el BNG, Compromís y el PNV), podemitas (por no llamarles comunistas antisistema) y socialistas. Todos son iguales, buscan la ruptura de España y la pobreza de la gente, están muy cómodos con el terrorismo y luchan cada día de su vida en contra de nuestra libertad y nuestra economía. Si busco este objetivo, el camino de sembrar este estado de opinión es crispar, encender la mecha, entorpecer, bloquear, gritar, atacar. Impedir que se juegue a nada, atacar al árbitro también si es preciso y comenzar a dar patadas a diestro y siniestro. Que no se hable de nada de lo que yo no quiera hablar. Cuando Mourinho llegó al Madrid, ¿de qué se hablaba más, de lo que había pasado en el terreno de juego o de la rueda de prensa posterior? Pues eso.

Y el cómo es cada vez más zafio y aburrido; me saco una foto delante de la estatua ultrajada de Largo Caballero sonriendo para que me entres al trapo, me voy a Bruselas a sacarme una foto con Von der Leyen para torpedear a mi propio país, bloqueo la misma Constitución que juro defender, te insulto, te difamo, menciono a ETA, a Venezuela, grito que tu padre es terrorista. Y a los cinco minutos me quejo de que hay mucha tensión en la clase política, de que todos son iguales y de que no hay derecho. Es Neymar haciendo piscinazos. Es Neymar llamando a su rival "chino de mierda" y montando un cristo a los dos minutos porque ha recibido un insulto racista.

Bien haría la izquierda en bajar el balón al suelo y empezar a tocar.

Héctor García Sueiro es socio de infoLibre

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