Librepensadores

Cómo sobrevivir a los tiempos que vivimos

Fernando Pérez Martínez

Os ha tocado vivir tiempos de mucho resabio. Han pasado demasiadas cosas a la vez como para poderlas analizar una a una sin que sea demasiado tarde para evitarlas o remediarlas, cuando alcances la conclusión del examen.

Un día estamos en que el Gobierno español del PP no hay por dónde cogerlo, el de Cataluña regido durante 30 años por la sagrada familia Pujol destila corrupción y latrocinio por los cuatro costados y por los de todos los socios que se han nutrido de la proximidad al gobierno. Jueces, fiscales, policías en almoneda siguiendo al pie de la letra la prosa del inmortal tango del maestro Discépolo que concluye que en el tiempo que a él le tocó vivir, y en los sucesivos “el que no roba es un gil”. Siglos de tango y de merengue en el que revolcar a los incompetentes bienintencionados hasta hacerlos indistinguibles de los corruptos por vocación o por designio divino. Así en los cuatro puntos cardinales de nuestra patria.

Las clases empresarial, financiera y bancaria inauguraron el siglo XXI con la imprescindible colaboración de sus submarinos incardinados en los partidos políticos y sindicatos de clase, preparándonos una avería que se llevó por delante el estado de bienestar español. Y de la manera más ilógica, los españoles “tienen” que cambiar infraestructuras sanitarias, educativas, ferroviarias, atención a los mayores y dependientes por la enormidad de caudales “robados” entre el sistema financiero, los partidos políticos y la iglesia católica, para que el tinglado no se venga al suelo. Y todo esto sin que nadie, partidos, prohombres, instituciones, judicatura, tribunales de cuentas, banco de España, y demás mamaderas muevan una ceja. Plan de devolución de lo saqueado no se planteó ni se espera que se diseñe, en el Parlamento ni en las otras instituciones implicadas en el contubernio. Tampoco en las calles se movió con la contundencia necesaria la previsible reclamación contra los delincuentes responsables y beneficiarios del pillaje reconocido por los perpetradores y agraciados de la macro estafa y sus secuelas de muerte, suicidio y padecimientos sin cuento.

El jefe del Estado mientras tanto se gasta en camelar los favores de una querida por encima de 60 millones de euros y todos los tiznaos a la zaga, rebullen no se sabe si por que las suyas son de mercería o de brocha gorda, pero, eso sí, a granel.

No vais a ir a ningún cielo. Todo el sufrimiento que hayáis soportado y que hayáis enseñado a tolerar a vuestras familias, a lo largo de vuestra vida no tendrá más compensación que la que racionalmente seáis capaces de idear. Ningún ser superior os resarcirá por ello, ni tampoco triturará a quienes lo merezcan, hasta hacer que les crujan las incisuras.

Es nuestro deber, no nuestro derecho, que también, sino nuestra obligación, poner o hacer poner en nuestros códigos legales las fórmulas que impidan la impunidad para que ningún fulano gane tanto como para pagar sus alivios sexuales a millón de euros la felación o sus equivalencias, en tanto que haya cola para revolver en los cubos de basura de los supermercados y otros establecimientos de alimentación solidaria.

Estos tiempos no son diferentes a los que han vivido nuestros antepasados. La barbarie y la crueldad de la corrupción a lo largo de los siglos de la historia de España, siempre ha prosperado abonada por la credulidad con que la ignorancia y la incultura cegaron a las masas populares. La diferencia es que ellos creían en la justicia posmorten. Soñaban con que una vez muertos sería la felicidad y el placer seráfico para los pobres y los justos, y el llanto eterno y el rechinar de dientes para los poderosos que cometieron y permitieron cometer toda clase de abusos y deshonestidades. Hoy estos pagarían por desalmados y sus víctimas por cómplices necesarios.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats