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Librepensadores

Gramática constitucional

José M Barrionuevo Gil

Siempre se ha dicho que “rectificar es de sabios”. Ahora que ya estamos lejos de las rectificaciones que muchos padres de la patria hicieron en los momentos de la Transición, no estaría de más retomar el patriótico documento de aquel tiempo y con más luces y conocimientos y, con menos secuestros y condicionamientos que entonces, consensuar una nueva Constitución, que ampare a todos y no sojuzgue a nadie. Lo mismo nos ahorramos las próximas conmemoraciones de la Constitución del 78, y emprendemos un nuevo camino, más expedito y con menos dificultades. Don Francisco de Quevedo y Villegas, ya se dio cuenta, con sólo 28 años (nuestra Constitución es mayor), de que “errar es de hombres; y ser herrados, de bestias o esclavos”. Aquí don Francisco jugaba con la activa y la pasiva y, fonéticamente, sacaba partido a la ausencia de sonido que para nosotros conlleva la “h muda”, que además no es la única letra muda de nuestra gramática.

Ya se dio cuenta don Francisco de que nos podemos equivocar, pero aún más se dio cuenta de que los ciudadanos podían ser esclavos, si se dejaban trabar con grillos (no del campo, que hasta cantan) y cadenas (no de las que adornan). No es pequeña equivocación mantenerse en el error. Es más, el error nos puede hacer errar y vagar y hacernos unos errantes, planetas, que evolucionan dando vueltas, como niños pequeños que dan vueltas alrededor de una farola con pocas luces, un poste, o una persona, aunque sea tan querida como papá o mamá. Es más aún, sería demasiado errático no sólo funcionar como planetas, sino como satélites, cuyo camino recto consiste en dar vueltas y vueltas sin cuestionar ninguna ley.

Somos humanos y no es nuestro caso seguir los dictados de cualquier cosmología. Es verdad que desechamos el ser “herrados”, pero no está tan claro que descartemos el ser errados, aunque en el mejor de los casos (no gramaticales) nos conformemos con ser súbditos. Errar es de humanos, ser errados tal vez no lo sea. Ser errado es un lujo que podemos pagar demasiado caro. Ser errados, dejarnos engañar, una y otra vez, ya no nos resulta un hábito saludable, porque la Constitución tiene unas recetas que ya se han pasado de moda. Hablando de moda, la Constitución es un traje que se nos ha quedado pequeño, no solo por la cicatería de las medidas de entonces, sino además, porque, cuando crecemos, unas costuras tiran de otras y ya está ajado.

Ahora nos hemos dado cuenta de que el pretérito no tenía nada de perfecto, de que el presente está teniendo poco de participio y mucho de pasivo y de que el futuro perfecto ha quedado desahuciado. Del pretérito pluscuamperfecto ni hablamos, porque con haber sido un pretérito anterior a la mismísima Constitución del 78, que nos ha servido durante este tiempo, ya está casi todo dicho.

El presente imperativo de los mercados y su crisis, tan actual, no les permite ya enérgicas conjunciones y el modo indicativo de su verbo (verborrea) nos quiere enmascarar la realidad y nos sigue mintiendo y prometiendo un futuro que no se creen ni ellos. Además, como un Adán, salvaje por supuesto, se dedica a poner nombres a todas las fieras de la jungla y no nos deja añadir adjetivos calificativos, y menos, descalificativos, por el dominio real que ejerce sobre la creación mediática.

Esta situación tan singular nos intenta dejar al plural de los mortales, a la ciudadanía, fuera de las preposiciones y proposiciones, cuando somos más martidarios de las conjunciones coordinantes que de las subordinantes.

Para no ser herrados ni errados por más tiempo, la ciudadanía tiene que despertar, adverbialmente “antes” que verbalmente, “más” “pronto” que “tarde”. Tiene que ponerse delante de su futuro y llamar al “pan, pan”, sin dejarse embriagar por las promesas, porque, aunque vayamos despacio, nos podemos despeñar por el precipicio que queda a la derecha de las mentiras.

Sin nombrar a nada ni a nadie, pues hemos dejado de ser adanes, nos tenemos que disponer, con proposiciones y preposiciones, “a” actuar “ante” este presente panorama, “bajo” unos humanos criterios, “cabe” la conciencia recuperada, “con” una nueva actitud, “contra” la desidia, desánimo y pasividad “de” tantos, “desde” la recuperación de valores no económicos, “en” la armonía que “entre” todos podemos componer, caminando “hacia” un nuevo orden, “hasta” que nadie quede excluido, “para” que la nueva Constitución, sea consensuada “por” todos, “según” el sentir del pueblo, “sin” “sobre”saltos, “so” sanción de la ciudadanía, “tras” un impecable proceso constituyente.

Los artículos, de todos modos, serán lo de menos, porque lo que nos importa a todos es cómo van a quedar los pronombres, sobre todo “nosotros” que necesitamos un reconstituyente.

Ahora el presente debe ser nuestro. Nos queda mucha tarea. Constituyendo, que es gerundio.

José Mª Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

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