Librepensadores

Justicieros del mundo digital

Noemí Domínguez

"Alguien dejó la puerta abierta y entraron los perros equivocados". Clint Eastwood en La venganza del muerto

En las películas del viejo Oeste se retrata de forma sublime la convulsa expansión de la nación americana hacia la costa del Pacífico; en ellas, la figura del vaquero que busca interponer justicia por su propia mano tiene un papel protagónico, casi mitológico. El vaquero es un héroe por azar, porque su alto sentido de justicia le impide voltear hacia otro lado cuando la ley vagamente establecida le niega justicia a quien la merece o cuando se topa de frente a esas fuerzas que desata el egoísmo humano: sangrientos bandidos, sheriffs corruptos o los abusos de las grandes corporaciones, como la ferrocarrilera, que en esa época y bajo la tutela del estado se encarga de amasar su sangriento monopolio.

En el afán de conseguir justicia, el vaquero actúa fuera de la ley y así entre robos, asesinatos y trampas su figura se va perdiendo en la línea que divide lo correcto de lo incorrecto, los buenos de los malos, los héroes de los villanos.

De aquel mundo salvaje cuya realidad histórica se revuelve con la ficción nos quedan verdades irrefutables: que el establecimiento de una nación es turbulento; que hay quienes aprovechan de las aguas revueltas para amasar fortunas a costa de los demás; que un mundo nuevo necesita de forma pronta acuerdos, leyes y agentes de la ley que impartan justicia y, más importante aún, que la línea que divide a los buenos de los malos solo es posible distinguirla desde la perspectiva que nos regala el tiempo.

Hoy es un buen momento para plantearnos si el gran acervo de experiencias que como humanidad hemos adquirido nos sirven para no repetir los mismo errores, para construir desde los cimientos una sociedad más justa. Todos los que hoy estamos vivos presenciamos el nacimiento del mundo digital, que tiene mucho en común con el mundo retratado en los westerns; es una tierra de oportunidades, con leyes que apenas se están formulando y constantes cambios y nuevas situaciones que aún no han recibido ni siquiera un nombre. La pandemia solo ha acelerado la que será recordada como la tendencia de principios de siglo: migrar nuestra vida, hábitos y costumbres hacia ese lugar. Grandes compañías han iniciado su caravana de migración y no pretenden dar marcha atrás.

Como en toda tierra “fértil”, el mundo digital esta plagado de oportunistas, bandidos y batallas que se extienden sin fronteras hacia todo lugar donde una conexión a internet esté disponible.

Los movimientos ocurren a la velocidad de la luz y pocas veces queda tiempo para sentarnos a meditar en las implicaciones que la transición digital tiene sobre nosotros, cada nueva tendencia la aceptamos como si fuera algo propio de nuestra naturaleza. De esta forma, nos llenamos de apps que se inmiscuyen no solo en el ámbito laboral, académico o del entretenimiento también el mundo digital a conquistado nuestra intimidad.

Más importante aún, se ha vuelto imposible separarlo del mundo real porque lo que ahí sucede tiene consecuencias en nuestra vida, tan real es el mundo digital que puedes generar dinero, encontrar a tu “alma gemela” o cometer un crimen y ser procesado judicialmente por el. La línea que lo separa del mundo real es cada vez más delgada y algún día desaparecerá.

A nuestra vida digital podemos tener acceso desde diversos dispositivos electrónicos, la computadora fue el primero de una lista que cada vez se va ampliando hasta llegar a los electrodomésticos tradicionales como el refrigerador. Pero una cosa ha quedado clara: la vida digital esta centralizada en nuestros smartphones o iphonessmartphones, mientras lo llevamos con nosotros y nos servimos de él nuestros teléfonos se inmiscuyen en nuestra vida y se van nutriendo de nuestra información, comportamientos, gustos, rutas, hábitos etc; por lo tanto, las leyes que regulan lo que ocurre en ellos deberían tener nuestra particular atención ¿Por qué? Porque nuestra autonomía como usuarios depende de ello y la apertura a la libre competencia entre empresas, que permite regular los precios, también.

Pensemos un momento en una batalla especifica, la que libran los granjeros de Nebraska contra el fabricante de tractores John Deere. Maquinaria tradicional como los tractores hoy tienen su propio cerebro digital que permite optimizar y controlar muchas, si es que no todas, sus funciones. Sin embargo cuando una falla ocurre en estos equipos de última generación el granjero esta obligado a acudir con el fabricante. ¿Es justo que un granjero que pagó sumas millonarias por su maquinaria tenga prohibido repararla por su cuenta tal y como venían haciendo desde hace generaciones? La disputa llego a la corte y los representantes de la compañía John Deere defendieron su postura al intentar cambiar un concepto: el de la propiedad. Para ellos quien compra el equipo obtiene únicamente la licencia que le permite disfrutar de él durante toda su vida útil, pero este sigue perteneciendo a la compañía que lo creo. Dicha visión distorsionada de la propiedad y de nuestras libertades suena al futuro distópico del que hablaron los escritores de ciencia ficción en que la voluntad del hombre queda sometida a los caprichos de inmensas corporaciones. Y Tim Sweeney, CEO de Epic Games, lo sabe.

Cuando Tim Sweeney decidió cometer el acto subversivo de implementar en Fortnite su propio método de pago, saltándose las normas de la Apps Store y Play Store, estaba dejando claro sus ideales: El propietario del dispositivo móvil no es la compañía que lo crea, sino el usuario que lo compra y debe ser él quien decida de forma autónoma lo que ocurre dentro de éste y no ceder el control a “una corporación todopoderosa”. Así lo dijo en Twitter en septiembre de este año.

Para Sweeney la tendencia monopolística de Apple tiene precedente en una “batalla” que se libró hace más de tres décadas, dicho hecho histórico le sirve tanto de inspiración como referencia; paradójicamente fue el mismísimo Steve Jobs quien se encargo de denunciar en 1984 el comportamiento de IBM, cuando bajo su monopolio “los propietarios de computadoras se vieron reducidos esencialmente a solo arrendar dispositivos controlados por una empresa todopoderosa” comentó Sweeney en Twitter.

Si en el viejo Oeste la figura del vaquero viene acompañada de un sombrero, un caballo y una pistola, el justiciero del mundo digital será representado por un programador informático y su computadora. Pero el juicio del pueblo es severo y cada que Sweeney habla a favor de la apertura de mercado, de reducir el control de las compañías desarrolladoras cómo Apple y de restituir el poder al usuario, la opinión popular parece no estar a su favor, la mayor parte se centra en el beneficio económico que obtendría para su empresa y dejan de lado el debate sobre las implicaciones éticas, filosóficas y legales.

¿Fue así como comenzó a esbozarse la sociedad obediente que predijo Orwell y a la que hacia referencia Steve Jobs en su publicidad? Por que a final de cuentas, ¿cuál es nuestro interés en defender a Apple o a cualquier otra corporación que se enriquece de nuestras compras? ¿Por qué motivo gastamos energías en proteger sus intereses? Si la libertad en cualquiera de sus formas esta involucrada, ¿no debemos ponernos siempre a favor de los que intentan derrumbar los muros? Sin bases de economía o programación, ¿realmente podemos entender y opinar quién es el bueno y el malo en esta historia? ¿Y si alguien con el suficiente conocimiento técnico en la materia como Sweeney nos advierte de un posible riesgo, no deberíamos al menos prestar atención a sus palabras antes de descalificarlas por el mero hecho del beneficio económico que obtendría? El desmantelamiento de cualquier monopolio ¿no se inicia por la presión de los empresarios que buscan la libre competencia, por qué tendría que ser diferente para Apple?

Al igual que los granjeros de Nebraska que no buscan desaparecer, los centros de servicios autorizados por John Deere, los desarrolladores tecnológicos que se han plantado contra Apple no buscan el desmantelamiento de la tienda pero sí una apertura en sus políticas que les permita tratar directamente con el usuario. Cuando se disminuye el poder una empresa y las demás tienen la oportunidad de ofertar y competir, ¿quién es el primer beneficiado? ¿No somos nosotros los usuarios? Las revoluciones que han impulsado la humanidad hacia adelante, ¿no han tenido un lado económico involucrado? Y si Apple quiere jugar a ser el sheriff y velar por la seguridad de sus usuarios, ¿no debe ser el usuario quien decida buscar directamente dichos servicios en su tienda por voluntad y no por falta de opción?

El mundo digital trepa como hiedra en nuestros hábitos, la humanidad no es la misma que hace diez años y la tecnología se revuelve en nuestras costumbres y evoluciona nuestra sociedad. Tal vez sí lográramos dimensionar los efectos de su crecimiento exponencial y su impacto sobre nuestros derechos nos ocuparíamos con mayor interés de las cuestiones legales, éticas, filosóficas y psicológicas involucradas. Como observadores es difícil, sino imposible, juzgar correctamente las intenciones a largo plazo de cualquier corporación o gobierno, sin embargo este flagrante acto de rebeldía por parte de Epic Games abre un debate que representa la oportunidad para concientizar y formular preguntas que marquen el rumbo y la forma que tomara el mundo digital en el futuro.

Claro nos debe quedar que muchos de nuestros derechos como usuarios dependerán de las leyes que se aprueben para proteger nuestra seguridad y nuestra libertad, la mayoría de nosotros, analfabetos de la programación estaremos a expensas de las decisiones de unos cuantos. ¿Cuál será nuestro papel en esta película, seremos los sufridos ciudadanos que alimentan a los bandidos? ¿Los que reciben con ilusión a las corporación que terminaran explotando sus territorios? ¿O los que toman las armas para unir fuerzas con los forajidos y se defienden de los abusos? Recordemos que, al igual que en el viejo Oeste, todo esto es únicamente y exclusivamente parte del convulso nacimiento y establecimiento de este nuevo mundo y será el tiempo quien pueda darle un lugar en la historia a cada quien según sus hechos.

Noemí Domínguez es socia de infoLibre

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