Librepensadores

Hasta el 'caganer' ha sido inmolado

Jesús María Frades Payo

Se ha alcanzado ya un punto de estolidez en Cataluña, por no utilizar expresiones más tajantes, aunque más explícitas, que parece que sería muy difícil rebasarlo, pero no dejan de sorprender superándolo y derivando a derroteros rayanos con temas preocupantes como el fanatismo pseudorreligioso.

Nadie puede negar ni dejar de admirar el sentimiento que en esa tierra se tiene desde hace siglos, muy vinculado a su cultura y forma de ser. Eso pasa a ser problemático cuando se torna excluyente, haciendo que lo identitario sirva para señalar y separar al que no se ve igual.

Pero esa pasión negativa no se alcanza de la noche a la mañana. Se incubó el huevo de la serpiente y llegó a eclosionar. Sin remontarse mucho, cuando Macià y, tras su muerte, Companys, se alcanzó en la II República una posibilidad de desarrollo autonómico que se truncó pronto por el golpe de este último, quien fue juzgado y condenado legalmente por dicho régimen, como posiblemente muchos adolescentes allí no sepan.

Años después, tras la dictadura, apareció la vorágine que no cesa, aunque asemejó estar calmada, sólo vocinglera, como los contendientes separados tras una reyerta. Abreviando por concretar, más tarde hubo de aplicarse el artículo 155 de la Constitución destituyendo al Govern tras un engendro de referéndum. El expresident se fugó, así como otros implicados, y fueron procesados varios exconsejeros y dos dirigentes sociales.

Y aquí comienza a apreciarse notablemente lo que puede calificarse como comportamiento risible, si no fuese ridículo, de secta o, si vale el oxímoron, de religión laica, cuyo paraíso, terrenal, es la republiqueta, según la atinada expresión de Felipe González. Ya es antigua esa idolatría, si bien restringida, y así las visitas a las tumbas de esos primeros dirigentes son conocidas. Menos sabido es la veneración de la pieza de casquería cordimaciàna que guardaba Companys en su despacho del Palau y que, tras varias vicisitudes novelescas, se encuentra con el resto de los restos tras ese desguace. Ahora lo visten de costumbre masónica -jamás se ven en ellos mandiles con rayas verdinegras usados por los que evisceran- pero el tufo a reliquia laica en su urna no hay formol que lo enmascare.

De la liturgia reciente hay numerosas muestras, a cual más ceremoniosa. Una de las primeras que se vieron fue la clausura, la expiación, el sellado de la puerta santa del despacho donde dio el fugado todo por la patria. Y ahí sigue hoy impoluto a pesar de que son dos los que le han sucedido en el puesto. Eso sólo fue el inicio de lo que puede llamarse, por lo que después se repitió y se comentará, la creación de la zona prohibida, el ala del Palau donde no puede penetrarse en su Planeta de los senys. Torra (por cierto, el primer español al que SOS Racismo criticó duramente por sus perversos escritos, probable mérito valorado para ser nombrado vicario del Legítimo en su tierra, un discípulo amado que narró el apocalipsis patrio por los bárbaros de las 16 comunidades) nada más ser el ungido, hizo una visita al que puede llamarse El ausente parafraseando a los falangistas con su jefe. Asimismo, cual papa en el Coliseo, fue a reproducir a Girona el viacrucis de Puigdemont, el paseo que un año antes hizo éste previamente a su hégira a Bruselas.

Pero no solamente el citado hacía su visita ad límina. También fue a la prisión por redimir al cautivo y para hablar con alguno del otro partido con el que el suyo no habla y así disfrutar de la prerrogativa de nombrar libremente su equipo tras ser autorizado. En los nombramientos, todos sus consejeros agachaban la cerviz genuflexos ante los dolientes familiares de los destituidos del Govern ilegítimo por el Gobierno legítimo, y no al revés como reza su mentira organizada. Cual toricantanos recibían los plácets de los que debían ostentar los cargos de no estar sufriendo tormentos o lo que podría llamarse mejillonismo, que Oltra no concreta pero da cuenta y razón, así que este bivalvo es más propio. Tras los juramentos formales en un acto con categoría tres jotas, pues fue en el salón San Jordi con dos imágenes de ese santo espetando con su lanza un ser que nunca existió, se dirigieron a rendir pleitesía a sus mentores yendo a ser bendecidos en sus celdas y ser así creados como nuevos cardenales que gobiernan en sus sedes.

Ni qué decir tiene que resaltaba una ausencia y el oxímoron no lo suaviza el lazo amarillo que reposaba sobre un asiento. El lazo es el símbolo por excelencia, la cruz de la secta republicatalanoica, y aunque tenía ya una historia, ésta ha sido fagocitada por la interpretación que se le da en la margen izquierda del Ebro al representar el martirio, el tormento que sufren los citados así como, de manera extensiva, todos los que siguen soportando la represión de las fuerzas del mal cuyo demonio encarna la forma de Estado español, sobre todo desde el 16/10/17; fecha en que inician una protesta las dos célebres asociaciones regionales porque se puso a sus jefes a buen recaudo. En escaños del Parlament, pero también en asientos reservados en muchos actos, son la marca que indica dónde debía estar una presencia destacada, como hace algún catequista gazmoño en sus charlas dejando alguna silla vacía expectante a la Parusía. Algunas mujeres de pro han lucido prendas e incluso vestidos amarillos, siendo la sublimación del símbolo, no llegando a ser hábito, vestimenta religiosa permanente, pero sí pudiéndose considerar como acto excelso de mortificación, hecho quizá con una cierta dosis de temor supersticioso al tener un punto de teatral.

Lo frecuente, sin embargo, es lucir en la solapa el lazo hecho con diferentes materiales. Lo importante es sentirse identificado, hacer gala de la divisa grupal, el signo de pertenencia a los que no se dejan intimidar por la represión que les obliga a vivir bajo el yugo de la mayoría. Engalanan, con igual fin, paredes y ventanas, vallas y balcones, siendo también un símbolo unificador que señala idéntica fe, por contraste con la tendencia que se inició de significarse con la estelada frente a la senyera; ni siquiera se prodigó Puigdemont con aquella salvo en la paella con Trapero y poco más.

De los preparativos y la organización del referéndum ilegal se van conociendo datos pero aún falta mucho por descubrir. Sí tuvo para algunos ese sabor de catacumbas, de desobedecer al César por el bien supremo, pensando en que el pueblo elegido, siendo elector, lograría que la tierra prometida dejase de figurar en el catastro regulado desde aquende el Ebro. Hubo, por tanto, algo de juego y persecución mucho menos macabros que en Roma o, más próximos, que en las guerras cristeras.

Sí surgió del aciago día una reliquia que se custodia y venera en el ayuntamiento de Cornellà del Terri (Girona). Se trata de la primera pieza en toda la Historia de las Religiones fabricada con un material sintético, probablemente PP: la urna en la que votó el president anterior al 155. El pasado 1 de octubre volvió a exponerse presidiendo un acto en una plaza de la localidad ante el Molt Inhabilitat y dirigentes del partido mientras aparecía la imagen y se escuchaba la voz del Supremo fugado, quien, junto con ese vicario ahora emérito, proclamaron a JxCat como el espíritu del 1-O, quizá errando con un particular paráclito. El mandato del 1-O es la consigna, el mandamiento nuevo en el que se encierra todo el prusés -no merece que se ensucie el catalán con el significado que le dan a la palabra- nada que haya cambiado.

Para construir una nueva fe, buena ayuda es aumentar el martirologio. Amén de los conocidos, no hace tanto se supo que uno de los del sanedrín que han dado en llamar “Estado Mayor”, Terradellas, dijo que logró hilvanar una cruzada con lo que serían los Diez Mil Hijos de la DUI. Más alarmante, aunque más fructífero para su causa, era la proterva afirmación de que la independencia necesitaba ¡cien muertos! Está claro que sería su bando el que pondría esas bajas y soñaba con leer después en Montserrat y otros templos -no se atreverían a profanar la universal Sagrada Familia- la placa con los caídos “per Catalunya”.

Al igual que se vio cómo el vicario no osó macular el despacho del fugado, tampoco el que ocupó aquel ha sido profanado por su sucesor, fruto de un pacto que se basa en no respetar formalmente la inhabilitación considerándolo así el legítimo mientras mantienen la contradicción de que hay otro más legítimo. Así se ha llegado a extremos de ridiculez que hacen que Aragonès apenas sea citado como President en funciones, lo que es, y sí como vicepresidente y consejero, que también, tanto por los medios oficiales como por turiferarios y apesebrados junto a intimidados. Por no tener, no tiene este año lo que siempre ha sido general, esperable en un personaje público de su categoría, su caganer. En esa obsesión inexplicable de ese pacto entre mediocres da la impresión de que no cabía que esa diminuta figurita, ese muñeco tradicional que se busca en cualquier belén catalán, ese icono patrio simpático que también tiene relevancia casi tan venerable como el Niño, se comercializase porque significaría desautorizar el veto al “President en funciones”. Con la convocatoria de elecciones por el Parlament se producirá el milagro de oír de esas gargantas y leer de esas plumas, al fin, que alguien tiene ese cargo hasta el 14-F.

Esas teogonías y liturgias, pretendidamente forjadoras de un Estado, tienen demasiado de comedia, de vehemencia, de gesticulación vana y, haciendo un paralelismo plausible hasta por el más infiel, se acercan más al Palmar de Troya que a la iglesia de la que éste salió.

Jesús María Frades Payo es socio de infoLibre

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