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Librepensadores

Populismos

Esther Rioboo

Lejos quedó los años en los que tenía que leer, analizar sobre los procesos políticos. Desde que terminé la carrera de Ciencias Políticas, no lo he hecho; al menos no lo he plasmado en ningún trabajo ni lo he presentado. Pero ahora por desgracia, vuelvo a retomar mis apuntes, aquellos ya llenos de polvo del desván de mi madre; vuelvo a releer y vuelvo al ejercicio sano de pensar. La verdad, lo recomiendo; es un ejercicio que ayuda en todos los aspectos, también en lo físico. El consumo de energía es elevado, con lo que puede ayudarnos a eliminar esas calorías de más que todos hemos comido, cenado de más estos días.

Vuelvo, que me pierdo en la palabras... decía que vuelvo a releer todos esos artículos, incluso la tesina que hice sobre el chavismo, cuando éste llevaba solo dos años en el gobierno y se debatía sobre si viraría a la izquierda o a la derecha. Esos inocentes momentos en los que no había 15M, ni siquiera se habían caído las Torres Gemelas siquiera. El populismo se consideraba historia de los años 60, 70 y en algunos casos en los 80...

Todos los populismos se han caracterizado por ser muy personalistas, la persona sobre el partido. Si fuera así, todos los partidos son populistas, porque qué es Ciudadanos sin Inés Arrimadas; el PP, sin Pablo Casado; el PSOE de Sánchez, sanchísmo que dicen algunos. En los últimos años, el abandono de la ideología en los partidos ha dado paso a esta personalización de los partidos en los líderes que consiguen subir a lo más alto. Pero el populismo no solo lo define esta frase, sino que tiene más connotaciones. Una de las claves en todos los populismos que se han dado, es que no se inscriben en ningún partido y se definen como mucho, del pueblo. Aunque hay un uso cada vez más frecuente de esta palabra no es su utilización la que describe a los populismos, sino las medidas adoptadas. Dichas medidas son las populares y no que la dirección emplee la palabra pueblo. Es decir, pueden expulsar emigrantes con la vaga idea de que nos quitan el trabajo, del mismo modo que al día siguiente pueden nacionalizar las empresas energéticas porque hay una ola de frío, pueden volver a bajar el salario mínimo porque estamos en crisis, etc. En definitiva, se mueve por olas, por movimientos y busca unas políticas que vienen a darle popularidad. El mejor ejemplo lo tuvimos con el peronismo en Argentina. Este tuvo diferentes etapas donde viró a la izquierda o a la derecha (dentro del espectro mental que todos tenemos sobre la ideología) durante amplios periodos de tiempo.

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En ese sentido, con permiso de los señores de la prensa y de la política, populismo no es hacer política únicamente de izquierdas, ni políticas únicamente de derechas, por muy popular que sea el líder de un partido en concreto. Por tanto no es equivalente populista a extrema izquierda o a extrema derecha y por tanto tampoco es correcta la comparación que por esa simpleza mental muchos utilizan; ya sabéis, eso de si A es igual a B y B es igual a C, A es igual a C. En este caso no se cumple siquiera está deducción básica, ni en su principio. Es decir la extrema izquierda no es igual al populismo y la extrema derecha tampoco es igual que el populismo y, por ende, la extrema izquierda no es igual que la extrema derecha. Unir estos tres conceptos como si fueran lo mismo, no solo es un error, sino como estamos viendo estos días un peligro para el sistema democrático por la confusión que en todas nuestras cabezas consiguen.

Y, si me dejan, en otro momento hablamos sobre el término extrema y por qué esa palabra se aplica igual a los dos polos ideológicos en vez de hablar de marxistas y capitalistas, liberales y conservadores.

Esther Rioboo es socia de infoLibre

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