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La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

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Puro como la nieve

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Eduardo Prieto García

El frío blanco no congela el bulo cuando es el ingrediente principal en la estrategia cotidiana. "Sé casto como el hielo, puro como la nieve, y no escaparás jamás de la calumnia", nos recordaba el bardo inglés en su drama sobre el príncipe de una gélida Dinamarca.

Hay un amplio sector del espectro parlamentario que cada vez que pierde unas elecciones intenta deslegitimar la democracia, propiciando suspicacia y comportamientos bipolares que se manifiestan en una masa descreída y sumida en un piélago de desinformaciones e informaciones confusas. La mentira cala en la población y se aferra con mucha más fuerza que la verdad. Aquí, y al otro lado del Atlántico.

En el caso singular de la Comunidad madrileña la mentira va más en ocultar datos que puedan dar luz a una más que cuestionable gestión; o en tergiversar para justificar despilfarros en construcciones milagrosas que huelen a 3% o a caja B deshabitada; o privatizaciones en contratos innecesarios que escandalizan e indignan a los trabajadores sanitarios de la región.

Mención aparte merece el jefe de la presidenta: envía órdenes a sus huestes en Bruselas -al menos, en dos ocasiones- para entorpecer y generar desconfianza a la hora de recibir fondos de recuperación. Perjudicar a toda una nación no es tan importante si con ello se desgasta un gobierno. Un alarde de patriotismo de lo más constitucionalista. Si el asunto no fuese tan abominable, hasta tendría gracia lo de generar recelo en la gestión de fondos, viniendo la crítica de un partido con varias causas abiertas por prevaricación, malversación de fondos públicos, apropiación indebida…entre otras perlas de la delincuencia política. Para reír hasta romperse la caja, ahora que está vacía.

Pero parecen disfrutar más desmintiéndose a sí mismos. En ocasiones, diciendo lo uno y lo contrario en la misma frase, en un reseñable ejercicio de malabarismo de la mendacidad. Cuando el Consejo Interterritorial se reúne y toman una decisión conjunta -por sensata que sea-, uno de ellos sale y dice lo contrario ante la prensa: que está en desacuerdo, que lo sensato no es sensato. En una actitud más perjudicial que farisaica. Aunque media hora antes todos estaban de acuerdo; incluso sus propios compañeros de pupitre en Faes, o compañeros de mesa en la cafetería de Génova, donde siempre hay café para todos porque lo paga algún empresario constructor que suele acabar en el banquillo de una sala. Si, encausados, pero siempre con una duda considerable respecto al resultado de las sentencias.

Algunos jueces miembros de Consejos de Gobierno de jueces pertenecen a bufetes de abogados -esto es tan legal como incomprensible- ellos mismos nombran cargos en juzgados que tendrán que enfrentar con aquellos bufetes. Todo muy coherente y democrático. Vivimos en un estado de derecho fallido. Aún en el caso de que algún constitucionalista convencido, por fin cumpliese la Constitución y contribuyera a renovar los órganos judiciales en funciones -en funciones por su santa voluntad-, seguiríamos con una judicatura democráticamente coja. Se miente fríamente para conservar fresca una dictadura económica liberal que ha ocultado el expolio legal y obscenamente lucrativo; que no ha evitado el desarrollo de tramas criminales. Quizá el liberalismo consista en eso o, al menos, es lo que han entendido los liberales de nuestro país.

Eduardo Prieto García es socio de infoLibre

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