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¿País descabezado?

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Antonio García Gómez

Algunas patronales de la Sanidad privada contratan, prácticamente sin papeles, a médicos latinoamericanos, “los nuevos riders de la medicina en medio de la pandemia”,riders que al no tener aprobado aún el MIR han de aceptar “servicios de guardiasen hospitales de 24 horas” para cobrar 70 euros, justo una cuarta parte de lo que, por el mismo concepto, se paga en un hospital público.

El alcalde de Madrid cree “que no nos podemos quedar descabezados en un momento tan crucial”. Y por eso defiende que se vacunen cuanto antes los supuestos “responsables en cargos de responsabilidad”.

Esa es la idea que se tiene de “país”; vamos la que tiene este alcalde Madrid y su gente de ralea e ideología.

Cuando resulta que si nuestro país aún no se ha descabezado no es tanto porque nuestros dirigentes han permanecido al timón, sino porque millones y millones de compatriotas no han decaído en sus obligaciones y responsabilidades, ni un solo día, ni en un solo momento de debilidad, cumpliendo a rajatabla con los protocolos y no cediendo ni un milímetro en sus puestos en primera línea.

Sin desfallecer, sin faltar ni un solo día a sus obligaciones, en sus puestos, difíciles o súper difíciles, sin regatear ni esfuerzo, ni peligro que les hubiera movido a echar ni un paso atrás.

Desde los sanitarios, especialistas, generalistas…  hasta los celadores, cuidadores, monitores… desde los barrenderos hasta los militares de la UME, desde los conductores de camiones y autobuses hasta los empleados y empleadas de supermercados, desde las peluqueras/os, masajistas, fisioterapeutas  hasta los panaderos/as, reposteros/as, confiteros/as, desde los bomberos/as hasta los taxistas, desde los guardias municipales hasta los policías nacionales, desde los guardias civiles hasta los albañiles, desde los pescadores hasta los ganaderos, desde los agricultores/as hasta los actores y actrices, desde las enfermeras y enfermeros hasta los y las limpiadoras de rodilla en tierra, desde los maestros y profesores hasta los y las bedeles, desde los investigadores más prestigiosos hasta los enterradores más taciturnos; desde los tenderos, camareros, empresarios/as, peones, peonas, hombres y mujeres de bien, anónimos/as, heroicos/as… hasta todos y cada uno de quienes fueron señalados como “trabajadores esenciales!, y muchísimos más, todos y todas absolutamente esenciales, tanto que si hubiesen fallado el país se hubiese descabezado desde el primer instante, sin necesidad de tanto líder o lideresa, despotricando desde su escaño, desde su posición privilegiada, sin necesidad de tanto líder.

Sin graduación que echarse en cara o al pecho, sin galones, con generosidad y solidaridad, con lealtad, con sentimiento de patriotismo liso y llano, heroico y anónimo.

Muy por delante de sus responsables y líderes, muchos de estos y estas enfrascados en montar un show dañino y pendenciero, filibustero y mafioso, echándose basura, unos más entregados que otros a la hora de embarrar al contrario. Desleales absolutos, cainitas y miserables hasta la desesperación.

Y a pesar de todo, los nuestros, las nuestras, gente como nosotros/as, vecinos/as, conocidos/as… aguantando y dando lo mejor de lo que se les pide y exige, y un montón más de buena gente, la inmensa mayoría...

Para que venga ahora un edil mayor, en este caso el alcalde Madrid, anunciando que ¿corremos el peligro de quedarnos descabezados? Pero de verdad ¿creemos que son mucho más imprescindibles unos que la mayoría de a pie?

Solía plantear a mis alumnos un dilema sobre quién sería más importante, por ejemplo, en un quirófano, el o la cirujano/a, él o la limpiador/a.

Y frente a tanto esfuerzo y sacrificio… las víctimas; muchas de ellas ancianos y ancianas que vivieron sus existencias con abnegación, en momentos y situaciones durísimas, sin una queja, dejándose morir en soledad, víctimas de ¿su no derecho a ser llevadas a un hospital?, porque solo se convirtieron en una estadística que arrojarse a la cara de los “enemigos” de sus pronunciamientos partidistas.

Y también aquellas víctimas pobres, vulnerables, amontonadas, que también han ido sufriendo en un grado desproporcionadamente muy alto frente, ¿se acuerdan?, por ejemplo a tantos y tantas desahogados que protestaban en pro de “una libertad propia”, a golpe de cacerola, de palo de golf…, de cazadora acolchada.

Con un país, una sociedad que no ha perdido la calma ni un instante, que sigue yendo a su puesto de trabajo, a su trinchera, con todos los miedos y todos los nervios guardados en el bolsillo del buzo, de la bata, del uniforme… con la prestancia y el orgullo de haber sido ellos y ellas, de haber sido nosotros y nosotras los “esenciales” a pie de suelo, de tierra, dando la cara por salir del atolladero… frente a los miserables, frente a tanto líder desahogado  muy pagado de su “evanescente” importancia.

Como para que, a la postre, nuestros capitanes sigan en el puente, al mando del timón, sin echar cuentas de cuándo se salvarán… sin haber comprobado que los pasajeros que tratan de llevar a buen puerto lo logren los primeros/as.

Vergüenza y culpa

Vergüenza y culpa

“Sebastián Taltavull se vacunó el 5 de enero en una residencia de sacerdotes jubilados a pesar de ni siquiera vivir ahí: 'El papa Francisco nos instó a todos a vacunarnos', por lo que 'cuando fui incluido en la relación de personas que debían recibir la vacuna, no puse objeción y actué de buena fe para dar ejemplo'”.

Por otra parte, se llevan aplicando 39 millones de vacunas. En países pobres de Asia, África, el porcentaje de vacunas inyectadas apenas ha llegado al 0,000065%. Conclusión: “Es un fracaso moral catastrófico y el precio de ese fracaso se pagará con vidas y empleos en los países más pobres”.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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