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Movistar, ¿hay alguien ahí?

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Fernando Pérez Martínez

La compañía Movistar de Telefónica, una de las principales operadoras de telefonía de España, tiene en la zona en la que resido, apenas a cincuenta kilómetros de la capital, un número de usuarios, de clientes, a los que desprecia y a los que burla, prestando el servicio contratado cuando caprichosamente le place y, eso sí, cobrando puntual y rigurosamente la factura más elevada del mercado, como si recibieran la mejor atención y prestaciones. Me explico. Esta compañía no existe, nadie es capaz de encontrar a uno de sus responsables. Aparentemente nadie sabe decir cuál es el motivo por el que arbitrariamente Movistar concede o retira el derecho a la información que el acceso a la red significa para cualquier ciudadano, especialmente si el usuario es residente en una zona rural. Cuando el cliente que no recibe la prestación contratada y llama al número de servicio técnico que Movistar facilita se encuentra con un foso insalvable de mensajes pregrabados, publicidad incluida, que le conducen por unos itinerarios espirales sin fin, infructuosos en los cuales le mantienen durante largos períodos de tiempo durante los que la comunicación se interrumpe al antojo de Movistar, teniendo que invertir mucho tiempo y paciencia en volver a escuchar los soniquetes y mensajes absurdos a menudo. Puede usted estar dando parte de no tener conexión con la red y la redicha e impersonal voz le reitera imperturbablemente que, en la dirección de la red, a la que la incuria y la negligencia de Movistar no le permite acceder, tiene todo lo que necesita para hacer la gestión que desee.

Si llama al número de averías de Movistar se pondrá en contacto con un centro de llamadas en el que, después de entretenerle con reiteradas grabaciones protocolarias y propagandas improcedentes abusando de su estoicismo machacando hasta la saciedad un estribillo fastidioso, le atenderá un empleado amablemente en buena parte de los acentos de Hispanoamérica, amenizando las abundantes interrupciones con la música irritante de sala de espera cutre. Voluntariosamente el o la empleada tratará de tomar nota del motivo de su llamada, que usted repetirá una y otra vez plegándose a las órdenes de la cinta grabada o a las demandas del operador de turno que con la mejor disposición pero impotente para resolver la falta de acceso a la red le abrumarán con inapelables interrogatorios sobre datos personales, identificación de números y otras cortinas de humo que pretenden cubrir la apariencia de que se está en trance de resolver el problema “técnico” que le genera Movistar, disponiendo de minutos y minutos de su tiempo hasta sumar horas de interpelaciones y plantones a lo largo de los meses, todo para comunicarle que en las próximas 24 0 48 horas alguien se pondrá en contacto con usted para ver si dan con la solución a “su” inexistente problema, ya que la cosa es bien sencilla tal como me explicó uno de los técnicos subcontratados. Según su experimentado criterio Movistar aumenta desmesuradamente el número de abonados desde que se declaró la pandemia y la red disponible no da de sí por falta de la pertinente inversión en ampliar la capacidad de sus líneas, de manera que, en los momentos de máxima utilización, Movistar retira subrepticiamente el derecho de uso a una parte de clientes. Esto sucede los fines de semana, festivos y en estos tiempos de estado de alarma con una frecuencia prácticamente cotidiana.

A usted usuario, cliente, “pagano” de toda esta fiesta le resultará imposible pasar de esta primera línea de contención de mensajes pregrabados, tiempos de espera disuasorios, etc., para llegar a contactar con un responsable que le explique por qué razón su factura mensual asciende a espectaculares cifras como si recibiera servicio VIP durante todos y cada uno de los días por los que se extiende el recibo cuando los cuatro fines de semana del mes, es decir 12 días de cada recibo mensual, no tiene acceso a la red y el resto del tiempo la conexión va y viene al capricho de herméticos arcanos que ninguno de los perseverantes operadores ultramarinos será capaz de resolverle.

Cuando el técnico que viene en nombre de Movistar acude a su domicilio verá que pertenece a una subcontrata atada a Movistar por indescifrables acrónimos ajenos a la compañía con la que usted, en mala hora, firmó el contrato que Movistar incumple a placer con total impunidad, sin que estas infracciones se vean reflejados en las abultadas facturas con las que puntualmente todos los meses Telefónica muerde su cuenta bancaria, ni autoridad estatal o gubernamental mueva una ceja para impedir la reiteración de los atropellos. Así que como por fortuna para Movistar y para desgracia de usted la zona en la que tenga su residencia no quede cubierta por ninguna compañía ajena a Movistar, esta ejerce un monopolio de facto desaprensiva y férreamente, haciéndole peregrinar por los centros de llamadas transoceánicos, entre cintas pregrabadas, sonsonetes, publicidades y cuantas amables e inútiles zarandajas se le ocurran a Movistar para hacerle perder el tiempo invitándole con sus estúpidos circunloquios a confiar en que mañana será otro día, ignorando el daño patrimonial, el perjuicio moral, el dispendio de su tiempo y recursos económicos, sin reparar en los derechos fundamentales que quebranta, los abusos anticonstitucionales que ejerce y cobrándole por todo ello una inmoral cantidad de dinero impunemente, sin que, ¡oh sorpresa!, las autoridades competentes reparen en el escándalo que los amigos del gobierno protagonizan gratis total.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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