Librepensadores

El contable

Antonio García Gómez

Entre los contables y los mayordomos, se han ido cargando de todas las sospechas que pudiesen recaer sobre el culpable… necesario, porque, tanto los contables como los mayordomos, gente de mucha confianza, solo formaban parte del personal… muy prescindible.

Porque siempre hay o debe haber un culpable necesario, un colaborador irrepetible, un chivo expiatorio incluso, un listo que, a la postre, no resultara tan listo… embobados en sus números, sus cuentas y contabilidades, sus dobles y triples amaños, dando por supuesta y dejada muy a salvo la honorabilidad de “los señores”, los contables no levantaban cabeza, al servicio de los tejemanejes que iban engordando al personal directivo, que bastante tenían los contables con sus viseritas y manguitos, y los mayordomos con mandilones y sus ínfulas de medio señores que se fumaban sus habanos a escondidas.

Porque el barro no ha de salpicar a los barbianes de pedigrí y mucho poder. Esa es la primera regla. Al cabo, tanto el mayordomo como el contable, solo son oscuros personajes, a la sombra, imprescindibles pero de escasa relevancia, después de todo, envarados y creídos de su propia importancia, cuando resulta que, al final, solo eran y son los “mandaos” a la cola… de los caprichos e intereses de los de arriba, por mucha prosodia y redicho argumentario que ostenten.

Son carne de cañón, por lo tanto, y destinatarios a pagar los platos rotos. ¡O qué llegaron a creerse en algún momento! Gente de confianza justo hasta el mismo momento en que les fuera retirada… la confianza.

Tan espabilados como ingenuos, apenas recompensados por un suave toque de confianza sibilina por el lomo de los curritos, por mucho que sepan de cuentas tramposas y de secretos de alcoba. 

Pero solo son conejillos de indias, muy sacrificables, por mucho que creyeran a pies juntillas las promesas de los señores. Sin haberse enterado de que “los señores”, valga la redundancia,  no tienen ninguna obligación de ser fieles a sus palabras o compromisos. ¡Faltaría más! Y más allá de un “sé fuerte” que cuesta un pito, la preocupación por los caídos al servicio de los trincones en el poder les importa “un carallo” a los mandones del poder y el mangoneo.

Como para que ahora “el contable” amenace con destapar. Infeliz, pero qué vas a destapar que no haya podrido ya el ambiente, el tiempo y la falta de credibilidad por haberse creído “las promesas” de “algún abogado del partido”, y vaya ahora a ser tenido en cuenta la más mínima posibilidad de perjudicar a “los señores” que te pasaban la mano por el lomo y que “se la sopla”.

Y es que es lo que tiene especializarse en el trabajo sucio, que siempre se termina con las manos sucias.

Porque la culpa era del… contable que fue el primero que tragó, que exculpó y pasaba los sueldos y se creyó las milongas y hasta se imaginó alguien importante, como cuando el mayordomo se presta a encubrir al señor o a la señora del señor.

Todos con el culo al aire, el contable y el mayordomo.

Ah, y por cierto, si la cosa amenaza más allá de lo calculado, luego irán sacrificándose, por indicación de las alturas, los becarios incendiarios, los meritorios estómagos agradecidos, los títeres del poder, los mismos que llegaron a creerse algo de su poder… inviable, por lelos, por codiciosos, por fatuos, por haberse tragado hasta el gañote el cuento de su “utilísima” importancia, al frente de la formación, como si de estadistas se hubiera tratado, como si de esa manera alguna vez les hubieran tratado, aunque les dejaran apurarse el coñac y fumarse el habano, ponerse el batín y las babuchas del señor y la señora de la… “casa madre”. 

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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