Librepensadores

Libertad exprés

José María Barrionuevo Gil

En estos días en que parece que no nos pasan las horas y en que estamos hablando de libertad, porque no estamos dispuestos a que nos callen ni a callarnos, se nos vuelve el aire enrarecido. Se nos enrarece, porque expresidiarios nos pasan junto a nosotros, eximputados se van de rositas, exministros nos hablan de leyes, expresidentes nos llaman al orden, exjefes de Estado se vuelven amigos de dictaduras, cuando nosotros solo ambicionamos una merecida libertad de expresión.

Con todos nuestros respetos que profesamos a todos y con todos los respetos que se nos deben, aunque todavía no se nos hayan saldado todas las cuentas, queremos expresar lo que pensamos, aunque se nos quiera entender mal, para que nos podamos seguir condenando a la prudencia excesiva, a la cautela infinita, a la sensatez paralizante.

“No está el horno para bollos” y por eso el pan grande, que no reparte hogazas, se apropia de la libertad y va dejando duros mendrugos de infundios, mentiras nada piadosas y, a veces, despiadadas, para satisfacer la eterna hambre de su parroquia. No es lo mismo mentar que mentir, porque hasta mentir ya nos va sonando hasta más hiriente. Las mentiras y los bulos que van rodando y, también, atropellando nuestros ya entrados años del siglo XXI, nos van sitiando así nuestra ciudadanía que nos es difícil separar la paja del trigo para hacer un buen pan comestible por todos.

No hace mucho tiempo, Jesús Maraña nos recordaba a todos unas precisiones sobre la libertad de expresión: “Mentir a sabiendas no está protegido por la Constitución, es un ataque directo al derecho a la información que es un derecho de los ciudadanos, no de los periodistas... porque es un derecho básico de los ciudadanos en democracia... El comprobar la veracidad, el comprobar la veracidad de una información es nuestra obligación y nuestro compromiso... generar bulos no es un derecho que esté en la Constitución... Ahora bien, que los mismos que en su día justificaban y jaleaban encarcelar a titiriteros, que ahora estén pretendiendo equiparar los bulos con lo que es la libertad de información... me parece absolutamente indignante... Hay que aclarar, señores y señoras, hay que informarse bien y cada uno tiene sus obligaciones y sus compromisos. Y, si hay que perseguir judicialmente, quienes deciden si hay delito o no son los jueces. Pero no excusemos en la Constitución un derecho que no existe que es el mentir a sabiendas o jalear bulos”.

En estos últimos días, hemos podido asistir a una polémica distorsionada por todos sitios sobre la libertad de expresión con un sinnúmero de referentes que se traen y llevan de siempre y que son temas con los que se quiere hacer leña, antes de que caiga el árbol, aunque solo se consiga hacer astillas que no alimentan ningún horno para poder hacer un buen pan para todos.

Para algunos es bastante triste que vayamos para atrás, ya que es muy evidente que lo que no hizo ninguna corporación democrática municipal de Madrid lo haya podido hacer la actual, como arrancar placas de fusilados durante la dictadura, quitar versos de Miguel Hernández, romper estatuas y relieves, como si fueran discos duros...

Como con volver para atrás aún no les ha sido muy satisfactorio, ahora se condena no la libertad de expresión, sino el silencio o la omisión sobre algún tema candente, con lo que queda denostado también el silencio, haciéndolo cómplice de indefendibles soflamas y actuaciones de vandalismo.

Y monta tanto, que la infatigable prudencia y demostrada sensatez de los que son señalados por el dedo acusador les llevan a no recordarle a la actual oposición su silencio tan alternativo, por no condenar explícitamente la dictadura franquista, como estado de terror, según tenemos entendido.

La verdadera libertad de expresión, sin ofender a nadie y sin exaltar la incultura de quienes acusaron a los titiriteros, por no entender una obra que decían que era precisamente para adultos, ya viene rodando desde hace siglos.

En nuestros años mozos, tuvimos que traducir en Segundo de Comunes a Marcial, poeta bilbilitano y latino: “César, si acaso tropiezas con mis libros, desarruga tu entrecejo, dominador de la tierra. También vuestros triunfos se acostumbran a soportar las bromas y no avergüenza que el jefe sea el motivo de las sentencias. Te ruego que leas mis versos con aquella frente con la que miras a Timele y al bufón latino. La censura puede permitir chanzas inocentes: mi página es “libertaria”; (pero) mi vida, honesta”. Es que ya necesitamos una “libertad exprés” en estos tiempos tan poco honestos.

José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

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