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Libro de estilo

Antonio García Gómez

“Casado reivindica ante Aznar los gobiernos del PP dos semanas después de romper con el pasado”.

“Nunca un peón es solo un peón. Confinado a un tablero y con los movimientos limitados a su gregaria condición, integra un bando, sirve a un rey, obedece a una mano”. Paco Cerdá.

Lo desplegó perfectamente, sin rubor ni temblor, el expresidente del PP, el señor Aznar, tan pagado de sí mismo, alma máter de sus ambiciones apenas disimuladas de arrogancia pútrida y retorcida, incapaz del menor asomo de duda, ni siquiera para remedar la expresión “diré lo siento si usted me pide que diga lo siento”, de pura e inestimable saña, ojalá que para mejores hazañas, contra todo y todos quienes se atrevan a poner “un pero” a su indiscutible, por necia y contumaz, soberbia, siquiera por haber intentado haberle puesto en un aprieto, pie contra pared en un ejercicio cerril de “sostenella y no enmendalla”.

Porque su misión en la tierra es deslumbrarse a sí mismo y al resto por si quieren acercarse a sus ocurrencias muy campanudas, desde su palabra indubitativa y cierta porque él lo dice y afirma, por la misma palabra de Aznar, el único y más grande, después de él la nada arrasada, antes que él el alumbramiento inaplazable para caer a sus pies en un “besapié” inevitable.

Habiendo dado por buena la verdad imanada de su insigne figura.

Como para exigir la rendición ante su venerada persona, líder honorario del partido con algún sentido siempre que se ponga al servicio del gran testaferro de “sus amos y señores”, siendo el propio Aznar el primer paladín más servil.

Porque, después de todo, esa es y será la realidad inmutable.

Aunque solo sean el resto peones de la gran luminaria, al dictado de las directrices del gran hombrecito enfurruñado.

Como correas de transmisión y mantenimiento, poder real, efectivo y rentable, puesto al servicio  de quienes mandan y obligan, por mucho que se niegue el “ordeno y mando” desde sus propias filas. Aunque se llame y disimule como política de altura, camino del cumplimiento exigente de lo que se “ordene y mande” desde el “santa santórum” del alma en acción de la derecha envalentonada, tal vez por verse algo acorralada.

Como para exigir que el resto se someta a lo establecido. Fabricando riadas de aviesas verdades, mantras, lemas, consignas y soflamas, contra el adversario reconvertido en enemigo sin condiciones, como enemigo a abatir.

Porque la razón de ser de esta derecha, y en su nombre la de sus líderes implacables, es asegurar el poder y el mangoneo, tal que permita incluso mover los hilos hasta por detrás y sin disimulo, afinando a la propia justicia si hiciera falta, puestos todos los medios a la tarea, porque se juegan el poder y el pesebre.

Con tal de que nada ni nadie  se mueva sino es para su favor y beneficio.

Y así se ponen, de los nervios, “sin complejos” y con las baterías apuntando, para evitar la renovación de la Justicia sino es para manifestar su poder, nihil obstat, contra el juez Prada, por ejemplo, con la única razón de haber formado parte del Tribunal que redactó la sentencias de la Gürtel.

Puro ejercicio de venganza helada, caigan quienes caigan, caigamos quienes caigamos en la desafección creciente del valor de una “ars política” que solo provoque rechazo y hastío.

De manera que, paso a paso, van logrando lo que se proponían. Degradar la política para que nadie, salvo su grey afín, se acerque a no dejar el avasallamiento de la derecha voraz de siempre, de costumbre, vil, mezquina e insaciable.

La pandilla 'anticoletas'

La pandilla 'anticoletas'

En 2010, el inefable Aznar, en el Congreso que celebró el PP en Sevilla, declaró muy pomposamente que “el PP era incompatible con la corrupción”. Por cierto ya entonces dejó de aparecer el milagrero del boom económico español, según sus afines en el partido, el señor Rodrigo Rato.

Indecente ejercicio, en cualquier caso, de egotismo insoportable, camaleónico, como para aparecer de “salvadores” necesarios de la patria y de “sus intereses”, llévense por delante lo que haga falta, empezando por la honestidad, la verdad y la responsabilidad… ¿de Estado, por ejemplo?

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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