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¿La política española está a la altura de un político como Ángel Gabilondo?

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Maximino Cortezón Pinilla

Si a partir de los comportamientos vistos en la política española alguien escribiera un manual del estilode la política, Ángel Gabilondo como político quedaría fuera de él, porque su estilo representa todo lo contrario.

Esto, que debería ser una virtud que todos deberían valorar y reconocer, al contrario, en opinión de algunos, se vuelve en contra suya al juzgar su actividad política.

En lugar de pedir a los políticos que se parezcan a Ángel Gabilondo, por el contrario, se le exige a él que se parezca a los que insultan, mienten, manipulan, compran voluntades y abren cuentas corrientes en paraísos fiscales.

A los valores de la política actual hay que darles la vuelta como hizo Marx con la filosofía de Hegel.

Resulta que existe una opinión negativa de los políticos que es mayoritaria, como revelan las encuestas, y cuando hay un político honesto, culto, sincero, justo, y podría poner otros muchos adjetivos que le adornan como ser humano, paradójicamente, se le pide que esté a la altura de los que ensucian y desprestigian la política.

Para conocer la enorme talla intelectual de Ángel Gabilondo recomendaría la lectura de un exquisito libro compuesto por unas 170 reflexiones de poco más de dos páginas, por lo que su lectura tiene la ventaja de poderse realizar dando saltos de una a otra, de ahí su título, El salto del Ángel, y así, también, podremos admirar su elegante y profundo conocimiento que tiene del lenguaje y las ideas.

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En uno de estas perlas que nos regala Gabilondo, titulada, Sin discurso, dice: “Nos falta discurso, nos faltan discursos. Podrá decirse que hay demasiados, pero más bien no son suficientes” […]. Y ello produce un poco desamparo. Un discurso no ha de ser precisamente eufórico, ni conminatorio, no requiere ser un sermón, ni una exhortación. Ni es cuestión de que se limite a recriminar, ni a aconsejar, ni a prevenir una y otra vez. Lo menos que cabe pedir a un discurso es que permita discurrir con él”.

No hacen falta más palabras, tan solo decir que mi respuesta a la pregunta que encabeza estas líneas, es no.

Maximino Cortezón Pinilla es socio de infoLibre

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