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'Sarah Pallin' del brazo de Trump, por Madrid

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Marcelo Noboa Fiallo

“Socialismo o libertad”. Fue el nuevo grito de guerra de nuestra castiza y peculiar Sarah PallinSarah Pallin, desde el momento mismo en el que anunció la disolución de la Asamblea de Madrid y la convocatoria de elecciones anticipadas.

El grito duró apenas tres días porque, ante la “bomba” que luego soltó el infatigable P. Iglesias, anunciando su presentación como candidato a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid, el grito y el eslogan se convirtió en “comunismo o libertad”. Así, sin complejos, como le susurra al oído su gurú, Miguel Ángel Rodríguez, que de esto sabe mucho y le ha prometido llevarla a la Moncloa, como hizo en su día con Ansar, en dos ocasiones y en dos escenarios distintos, Valladolid y Madrid (la Junta de Castilla y León y la Presidencia de España).

El terreno está abonado desde hace algún tiempo. Los herederos de Franco, versión PP y Vox, han tomado las calles con o sin pandemia (antes no salían, se refugiaban en sus fincas particulares como en La escopeta Nacional, de Berlanga”) al grito de ¡libertad, libertad!

Hubo un tiempo en el que las palabras que emergían de la clandestinidad individual o colectiva estaban amordazadas y se convirtieron en sí mismas en el tesoro a preservar porque en ello nos iba la vida y el futuro. Un futuro que sólo lo atisbábamos más allá de los Pirineos, en los libros, en el cine, en el teatro clandestino. Gritábamos con tanta fuerza porque teníamos la sensación de que a lo mejor mañana ya no podríamos gritar. No importaba si al final no conseguíamos ninguno de los objetivos por los que nos habíamos convocado. Habíamos gritado ¡libertad, libertad, libertad!, hasta agotarnos. Ese grito que nuestros padres y abuelos no pudieron hacerlo porque se jugaban la vida. Nosotros lo hacíamos también por ellos.

El cerebro de Ayuso no da para mucho. Cuando se limita a repetir las consignas de su gurú, su rostro se ilumina como cuando los niños descubren que han dicho algo ingenioso. Cuando pretende ir por libre, le sale aquello de, “como todo el mundo sabe, la d de covid-19, significa que el virus se encontró en diciembre” (en lugar del término inglés disease) o “la esencia de la cultura madrileña son los atascos”, “el concebido no nacido será considerado un miembro más de la familia” o, le traiciona el inconsciente y nos descubre su verdadera ideología, “cuando nos llaman fascistas, es que estamos en la buena dirección de la Historia”, “Vox no propone nada que yo no haya visto antes dentro del PP”. Blanco y en botella.

En cualquier caso, hay que señalar que tampoco en esto son originales. Recogen los vientos que soplan desde que el neoliberalismo económico junto con el ultraconservadurismo cívico/social se enseñorea en las democracias occidentales en una nueva forma de fascismo y cuyo colofón lo hemos vivido en vivo y en directo con el asalto al Capitolio de los EE.UU, tras cuatro años de alimentar el huevo de la serpiente desde la Casa Blanca.

El neoliberalismo económico vino de la mano del tándem Reagan/Tatcher y la “contribución” ultraconservadora, de la mano de la gobernadora de Alaska, Sarah Pallin que despertó al ala ultra del partido republicano, cuya apoteosis se encarnó en Donald Trump. Desde entonces descubrieron la piedra filosofal para acabar con los endebles derechos sociales. “Socialismo o libertad” fue el grito de la antiabortista y defensora de la asociación del rifle, Sarah Pallin y no dejó de faltar en los mítines de Trump, coreado por sus huestes mitin tras mitin, año tras año.

No tuvieron empacho en calificar a un tipo educado en los valores del liberalismo estadounidense que representa el ala más centrista del partido demócrata, Joe Biden, de peligroso socialista. El pueblo estadounidense no sabe lo que es el socialismo democrático. Nunca han tenido la experiencia de un gobierno socialista, como los que hemos tenido en Europa desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Para ellos, socialismo es lo que pasó en la URSS o en Cuba y poco más. Por eso huyen como de la peste cuando alguien habla de una sanidad pública. Obama lo intentó y fue tachado de socialista. No hay espacio para las políticas públicas en U.S.A. porque todo tiene que estar sometido a las leyes del mercado. Todo es negocio.

Esto es lo que pretenden importar desde la América del trumpismo. Para eso vino Steve Bannon a Europa, después de aupar a la Casa Blanca a Trump. Bannon sabe bien lo que quiere: "Una agenda populista unificada", global y aglutinadora que acabe con el orden establecido. Su estrategia: "Céntrate en un puñado de mensajes, a la gente lo demás le da igual”.

Wilhem Reich, en su Psicología de masas del fascismo (1933), ya lo advirtió antes de la llegada de Hitler al poder, durante la crisis alemana de 1930 a 1933, “el fascismo no es sino la expresión políticamente organizada de la estructura de carácter del hombre medio, una estructura que no está ligada ni a determinadas razas o naciones ni a determinados partidos, sino que es general e internacional”.

En este mes largo que queda hasta las elecciones de Madrid, nos hartaremos de escuchar, “socialismo o libertad”. Socialismo como insulto (o comunismo, para ellos da igual es el “coco”). Libertad, para no pagar impuestos. Libertad para privatizar todo nuestro legado social (sanidad, educación pública, pensiones…). Libertad para desobedecer las medidas anti covid-19 de la ciencia. Libertad para contagiarnos. Entren ustedes a un bar de Madrid, dueños y clientes adoran a nuestra castiza Pallin, porque no se ha sometido a los dictados del gobierno “social-comunista” de la Moncloa. Barra libre.

No están acostumbrados al debate político serio, al debate sobre los problemas reales de los ciudadanos. Lo suyo es el fango, el lodazal, se mueven como peces en el agua en esas cloacas. El insulto como herramienta política es su mejor arma. Es imposible ganarlos en ese terreno porque detrás del insulto se les aparece la sonrisa del cinismo que da fe de su inmundicia. En la sesión de control al gobierno del pasado 17 de marzo, ante la asfixiante atmósfera barriobajera protagonizada por PP/Vox, el diputado de Más País, Iñigo Errejón, introdujo en el debate el problema de la salud mental de los españoles agudizado de forma alarmante con la pandemia, apeló a que el Gobierno tome medidas de forma urgente. La bancada de PP/Vox, se rieron, se mofaron del diputado y, entre gritos e insultos le aconsejaron: "¡Vete al médico!".

Pero, quien puso de verdad la guinda al cinismo, fue el campeón murciano de lanzamiento de huesos de aceitunas, el secretario general del PP, Teodoro García Egea, en respuesta a la intervención del presidente del Gobierno, quien le afeaba su comportamiento político en la fallida moción de censura al gobierno murciano, propiciando la corrupción política a través del transfuguismo (a pesar de los pactos firmados al respecto por todos los partidos políticos para erradicar estos miserables comportamientos de la política), contestó: “Lo que usted llama transfuguismo, para los españoles es dignidad”. Ahí queda eso.

Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre

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