Librepensadores

La ausencia de ética solo genera intolerancia

Librepensadores nueva.

José Manuel González de la Cuesta

La política española parece estar metida en un bucle de irresponsabilidad que hace muy difícil poder analizar y buscar soluciones para los graves problemas que tiene el país. La estrategia de algunos partidos se ha convertido en un mitin permanente, en el que todo vale, desde las bravatas cargadas de testosterona plagadas de insultos, a la mentira cada vez más burda para desprestigiar al contrario. Y desgraciadamente, unos medios de comunicación que viven del pesebre de la política o, mucho peor, de quienes propietarios de periódicos, cadenas de radio, televisión y grupos mediáticos que todo lo quieren controlar, dictan noticias, encumbran políticos indignos de llamarse tal, silencian las informaciones que les perjudican o dictan persecuciones implacables contra quienes no sirven a sus intereses.

Parece que cuanto más fango haya en la política más se asegura la supervivencia de determinados intereses, que no miran por el bienestar de la sociedad, sino por el grosor de sus bolsillos. Enfangamiento que suele ser más sucio cuando no gobierna la derecha; a nadie se le puede escapar que hayan coincidido esos periodos de máxima tensión política y mentira en las épocas de Aznar, Rajoy y Casado, cuando estaban/están en la oposición aspirando al poder.

Y si lo visto hasta ahora nos parecía poco, en estas últimas semanas cualquier atisbo de dignidad ha quedado laminado por la compra, sin escrúpulos, de toda una caterva de políticos, que emulando a Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, los del tamayazo, no tienen ningún pudor de venderse al mejor postor. Y siempre, detrás de estas operaciones de transfuguismo, por llamarlo de una manera suave, están los mismos, los cachorros de la escuela de Esperanza Aguirre, hoy dirigiendo la derecha y la extrema derecha.

Sin embargo, sucede que a una parte de la sociedad española estos asuntos no parece que les importe mucho, convirtiéndose en hooligans de un espectáculo deplorable en cualquier cabeza que todavía no haya perdido el norte con el “que se jodan”, expresión máxima de desprecio hacia los que no son los tuyos.

Una sociedad abducida por la satanización del otro, de quien no piensa como ella, es una sociedad enferma, precipitada por el abismo de la confrontación y la intolerancia. Y eso es lo que está sucediendo en una parte de la sociedad española, desgraciadamente en ambos bandos del espectro político, que no ideológico, porque nada más lejano a lo que estamos viviendo en los últimos tiempos que un debate ideológico. Aunque es cierto que en esa confrontación hay una parte que tiene muchos más recursos en los medios y la redes sociales para la lapidación del otro.

El espectáculo de tránsfugas en Murcia; la espantada de miembros de Ciudadanos hacia posiciones políticas que hasta hace poco criticaban sin pudor, para no perder presencia pública, cercanía con el poder o simplemente por unas cuantas monedas de oro; la transfiguración de la decencia política en un espectáculo carente de toda ética pública y privada; la destrucción del juego limpio y el respeto al adversario, con la única intención de eliminar al competidor con OPAS y prebendas, para lograr de esta forma lo que un partido por sí solo no es capaz de conseguir, dan pie a personajes que no tienen ningún empacho en cambiar de bando político todas las veces que sean necesarias, siempre que esto les resulte beneficioso, por mucho que lo quieran disfrazar de dignidad impostada. Es el juego de corruptos y corruptores, en definitiva.

Mesura, contención, ética, moral de servicio público, claridad, veracidad…, palabras de comportamientos que cada vez se echan más de menos en estos tiempos de fangosidad en la política. Pero esto parece que no es capaz de hacerse oír entre tanto ruido mediático y griterío intolerante.

José Manuel González de la Cuesta es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats